19 de noviembre de 2008

Pinceladas costumbristas



Autora: Mª del Carmen Cascón Matas

Publicado: Béjar en Madrid,  4482. Feb. de 2008.


Desde la distancia los bejaranos de hoy solo disponemos de algunos vagos retazos sueltos, lamentablemente escasos, de las experiencias cotidianas de los hombres y mujeres que ocuparon nuestro espacio en el pasado. Ellos vieron la misma sierra que contemplan nuestros ojos, pasearon por algunos edificios que todavía permanecen en pie, pronunciaron nombres de lugares y calles fácilmente reconocibles por nosotros,... pero nos cuesta imaginar, “ponernos en el lugar de”, reconstruir aunque sea una hora de sus existencias. El pasado desdibuja vivencias, recuerdos, nombres... y es labor de todos intentar (aunque sea sólo eso, intentar) que no se pierda para siempre, que el tiempo no borre del todo a otros seres que nos precedieron.

Vamos a intentarlo con los bejaranos del siglo XVIII. En este caso poseemos testimonios curiosos insertos en los libros de fábrica de la iglesia de El Salvador. En ellos cada mayordomo, elegido cada dos años por votación, anotaba los gastos e ingresos bianuales de la parroquia (por ejemplo, cuentas y contratos de obras, ingresos procedentes de las rentas de la tierra, los diezmos y capellanías, ...), pero también las crónicas de las visitas que los obispos placentinos, o en su defecto, sus representantes, solían realizar a cada una de ellas. La función de estas visitas consistía en vigilar el correcto funcionamiento de las parroquias, desde la trasparencia en la gestión de los bienes y en la anotación de las partidas sacramentales, hasta la limpieza de las iglesias, el orden y la decencia en los ornamentos y la correcta administración de los sacramentos. Todo ello se traducía en mandatos, es decir, órdenes de obligado cumplimiento por el Cura Rector, quien debía remediar la falta antes de la siguiente visita.



Dejando al margen los mandatos que se refieren a la arquitectura y el adorno de la iglesia vamos a fijarnos en los que hacen alusión a prácticas habituales de los bejaranos de la época, actitudes que son reprobadas por las autoridades placentinas. En 1712 se anota: (...) las mujeres se asientan en el coro bajo entre los hombres que alli se suelen sentar, lo cual es indeçente y mas cuando la entra alli la clereçía a cantar y ofiçiar las misas, en cuyo caso ni aún los hombres deven estar en dicho coro (...) como tambien el sentarse como se sientan dichas mujeres en las tarimas de los altares (...) (fol. 21.). Los coros y coros bajos de las iglesias bejaranas son especialmente espaciosos, pues en ellos solían sentarse los miembros del Cabildo Eclesiástico en las ceremonias establecidas en su regla, en sillerías de madera labrada (hoy perdidas), lugar cómodo elegido por algunas mujeres de entonces para escuchar la misa. Hay que tener en cuenta que en aquel entonces se establecía una estricta separación entre hombres y mujeres, aplicable a diversos ámbitos, en este caso el religioso.


La visita continúa: algunas mujeres estando en la yglesia en misa y otros officios divinos se descubren las cabezas manifestando las tocaduras profanas, causando mal ejemplo. Por tanto, mandó Su Merced que ninguna mujer de cualquier estado, calidad y condición que sean, no se sienten en dicho coro bajo, ni tarimas que estan a los pies de los altares, ni se descubran las cabeças, ni tocaduras de ellas, pena de excomunión mayor (...). 


Iglesia de Santiago. Béjar

Era habitual en la Edad Moderna que en las misas y celebraciones religiosas los personajes principales se situasen en los lugares mas adelantados, preferentemente en los presbiterios, separados del resto de la población mediante la reja que diferenciaba el espacio más sagrado del resto de la nave. No sería descabellado pensar que éste sería el lugar reservado al Duque, a su familia y séquito en las iglesias bejaranas. La familias nobles e hidalgos se posicionarían en los lugares más próximos al presbiterio dentro ya de la nave, dejando el resto para el pueblo llano, exceptuando el coro bajo donde se sentaría en su sillería el Cabildo Eclesiástico.

En aquélla época no era habitual la disposición de bancos en la iglesia, ya que los caballeros y damas de calidad llevaban sirvientes portando sillas para sentarse y cojines para arrodillarse, mientras que el pueblo llano permanecía en pie o arrodillado sobre las losas del pavimento. Creo que no es necesario explicar que hasta hace bien poco las mujeres debían cubrirse la cabeza para acudir a la iglesia, mientras que los hombres debían destocarse, ambos actos como señal de respeto y penado con la excomunión en caso de incumplimiento.



Más curiosas resultan aún las anotaciones referentes a la visita de 1742 (fol. 54): (...) por quanto se halla informado su Merced por perssonas de toda integridad, q con el motivo de haber siempre brasero en la sachristia de esta yglesia (la del Salvador) se juntan en ella personas de poco seso y con menospreçio del lugar sagrado toman çigarros de tabaco de oja; y para evitar tanta irreverencia mando su Merced que ninguna persona de ningun estado ni calidad sea dado a tomar dicho tabaco de oja en çigarro, ni pipa, ni en otro genero, pena de 6 reales de bellón por cada vez aplicados para la luminaria del Smo Sacramento (...). La sacristía tomaba la apariencia, según nos muestra la fuente, más de espacio de reunión y esparcimiento, que de lugar preparatorio para los oficios divinos. Para entenderlo debemos ponernos en el lugar de aquellas gentes que vivían en pequeñas casas hechas de adobe y madera, expuestas al duro frío del invierno, quedando reservados los edificios fabricados enteramente de piedra para los estamentos adinerados, con recursos para poder sufragar su construcción. Las iglesias, lugares de uso público, ejercían a veces la función de lugar de refugio, de seguridad espiritual y física.

Las medidas en contra de ciertas costumbres populares mantenidas en lugares sagrados afectaron incluso a vestimentas de hombres y mujeres Así se demuestra en la visita realizada en 1759 a la iglesia de El Salvador: (...) muchas personas de toda clase entran en la yglesia a oyr el Santo Sacrificio de la misa y demas ofiçios de animas, con gorros, redezillas y pelo atado, comen y se desayunan en la sachristia sin neçesidad, causando grave scandalo e irreverencia (...). El uso de las redecillas al pelo era algo habitual entre la gente llana del siglo XVIII, como se puede observar en los cuadros de Goya, por ejemplo, una costumbre a la moda en aquel momento, al igual que las coletas y pelucas.

Campanario iglesia de El Salvador

La vigilancia y control en actitudes y costumbres de los bejaranos, dentro y fuera de la iglesia, se extiende a los clérigos, en este caso al vestir: (...) que ningun economo dentro del pueblo que transita, salga de casa sin cuello blanco de tela, asi de dia como de noche, ni hagan transito de un lugar a otro sin alçacuello y los de orden sacro usen en todo tiempo sombrero de copa cortado, y que tanto estos como los menores, no usen redeçillas de cualquier color que ssean, de gorros blancos de lino, lana, ni seda, y si alguno presentasse neçesidad de ahigarse la cabeça, sí se permiten usen negros y no de otro color, y así lo cumplan todos bajo pena de excomunion mayor y de 6 ducados (...) (fol. 210)

En 1767 la visita hace mención a la prohibición de algo habitual, parece, entre los feligreses: introducir perros en medio de la misa, lo que conlleva irreverencias y distracciones. Además se apunta la costumbre de los clérigos forasteros, de paso por Béjar, de alojarse en las casas parroquiales y se demorasen más de lo previsto.... El Obispo se ve obligado a regular esta situación, manifestando que sólo se podrán permanecer durante más de tres días (...) los q vengan a buscar limosna, de pan, vino, açeite y toçino y demas especies para sus conventos (...); los q hallandosse enfermos pasassen por rezeta de medicos a tomar los ayres nativos o baños, deteniendose solo lo preciso para su recuperacion; de aquellos que fuesen a predicar o confesar en alguna festividad pues estos podran detenerse por el tiempo de cuatro días y de aquellos que ejerciessen el empleo de curas, pues los demás no podrán permaneçer mas de tres días (...) (fol. 211).

BIBLIOGRAFÍA:
-Libro de fábrica nº 4 de la iglesia de El Salvador (1708- 1735) Fol. 21
-Libro de fábrica de la iglesia de El Salvador (1736- 1768) Fols. 54, 210, 211.

3 comentarios:

  1. ¿Carmen has visto lo que viene en la gaceta de los domingos que analizan todo lo que pasó en Béjar durante las distintas épocas? creo que a lo mejor te podría resultar interesante si lo quieres creo que tengoe en casa lo de los dos últimos.

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  2. No se porque me imaginaba que tu blog estaría relacionado con la historia!! jajaja no se por qué!! jajaja, está muy chulo, y muy trabajado, me gusta! un besito

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  3. me gustaría encontrar un mapa antiguo de béjar tu sabes donde podria encontrarlo??? gracias...

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.