2 de febrero de 2009

Don Ignacio de Béjar y Guedeja, Secretario de Carlos III (1ª Parte)


Autora: Mª del Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.484. Febrero de 2008

 
Para mí fue una gran sorpresa encontrar una carta fechada en Madrid el día 3 de Mayo de 1788, debidamente encuadernada, en el Libro de Inventarios de la parroquia de El Salvador. Después de bucear entre legajos del archivo parroquial, exceptuando la correspondencia alusiva a asuntos eclesiásticos, aseguro no haberme topado, de momento, con ninguna otra, y menos guardada con tanta consideración (excepción, hecha por supuesto, a la fechada en 1736 y firmada por la duquesa de Béjar Doña María de Borja, en la que entrega un lujoso terno a la iglesia de Santa María).

Pues bien, una vez hallada, como digo, esta carta fechada en 1788, me fijé primeramente en su cuidada letra, redonda y perfectamente legible, y en la firma, que decía simplemente Ygnacio, así, sin mas. Pero, ¿qué hacía aquella carta allí, guardada y conservada desde hacía tantos siglos?. Procedí a su lectura. 



Decía así:

Madrid, 3 de Mayo de 1788
Hermano mio: me alegro que lo hayas pasado raçonablemente y sin novedad. Dios quiera que lo continues y lo hayas podido aprovechar los buenos dias que han pasado para hacer ejercicio. Aqui ha comenzado a resolverse el tiempo, ayer estubo un dia nublado y abochornado que parecia de julio, y a pasado hoy en tempestad que hemos tenido mui buena esta tarde, y aun amaga que repetira esta noche. (...)

Me detuve. ¿Una carta guardada con esmero entre inventarios parroquiales de dos personas que hablaban del tiempo? Aquello no parecía tener sentido. Continué.



(...)En casa, a Dios gracias, todos quedamos buenos, y me parece que Leonardo lo llego a Avila. Joachím Hernandez vino ayer a despedirse para irse hoy, aunque no sabemos al fijo si lo ha hecho. (...)

Todo aquello me resultó familiar. Una persona que escribe una carta a su hermano, uno que vive en Madrid y otro en Béjar, y ... (como hacemos muchos de nosotros en nuestras conversaciones telefónicas), ¿de qué habla? Pues del tiempo y de la familia, de los allegados y conocidos. “Las personas a pesar del paso de los siglos no cambiamos tanto”, pensé, y proseguí.

(...) Lleva un cajoncito en que va el roquete para Nuestra Yglesia del Salvador con su stola correspondiente, y una capita chica de lo mismo para el copon; el frontalito de dos varas igual en todo al roquete para el Altar en que se pone la Virgen al lado del Mayor, o en las andas, y una porzión de flores que envía María Josepha para la Virgen, de ti dispongo que llegue todo sin desgracias (...)

Así que era eso. Una persona tan devota de una imagen de la Virgen a la que se rendía culto en la iglesia de El Salvador de Béjar, que paga de su bolsillo unos vestidos para adornarla. Bueno, tampoco era tan raro.

(...) Luego que lo recibas se lo enviaran (menos las flores) al Señor Cura pidiendo se sirva admitirlo para el culto y serviçio de Dios y Su Madre Santísima en nuestra yglesia de parte de nuestras tres cajas, pues Manuel y Mariqueta han contribuido también a ello, y en prueba de nuestra eterna gratitud y devocion a la yglesia en que hemos reçibido el ser y caracter indeleble de cristianos por la divina misericordia; y el señor don Ventura cuidaría de que se anote en los Libros de Fabrica para que siempre conste este obsequio filial a tan buena Madre, que dandonos S. M. Salud, esperamos no sea el ultimo, y que nos encomienden a Dios. (...)


¿A que Virgen se referiría? En aquel entonces, en la iglesia de El Salvador se estaban llevando importantes reformas tanto desde el punto de vista arquitectónico, como escultórico y pictórico (entre otras el retablo mayor obra de Miguel Martínez y Francisco Montero, el enlosado de Jerónimo García de Quiñones, la escalinata proyectada por Lesmes Gavilán Sierra...etc..). La iglesia se hallaba adornada por varios retablos repartidos por las naves, y los inventarios hacían mención a diversas imágenes de la Virgen con distintas advocaciones. Esta persona por los favores concedidos enviaba una muestra de agradecimiento. Pensé: “Desde luego, este hombre ha conseguido lo que quería: no sólo le apuntaron su regalo en los libros de inventario, sino que guardaron hasta la carta”. Lo último me resultaba un poco extraño: con un apunte se solían ventilar estas cosas.

No escribo al señor Cura porque estando tu ahi debes ser el conducto, ayudandote para ello el Señor Don Ventura como lo espero y se lo suplico y al Señor Cura que tenga esta por suya.
Celebraremos que todo lleve la expectzción en que ustedes estan que creo que si, pues en estas parroquias de aquí no hay por el término cosa tan rica, y se le ha enriquecido más con el fleco, galón y borla, que se le ha puesto para que no le falte circunstançia que lo adorne. Y basta por hoy, pues con el nublado y las muchas cartas, tengo la cabeça atolondrada.
(ilegible) como ha menester tu amante hermano
Ignacio

Prevengo que nada va vendido, allá pueden ustedes hacerlo, pues no es de lo que necesita que lo haga obispo.



Y ahí todo. Pero ¿se podría averiguar quién era este tal Ignacio? La pregunta quedó ahí, en el aire. Por de pronto, busqué rápidamente entre los inventarios para ver algún apunte referido a este regalo. 

Después de un rato lo encontré: Las ropas de Nuestra Señora de la Paz que estaban en la Casa de Don Ignacio Guedeja. El personaje ya había sido descubierto, al menos su nombre. De ahí se podría partir. En efecto, unos folios más atrás aparece su hermano: Un retablo de Nuestra Señora de la Paz, que con su talla y dorado costeó la mayor parte Don Luis de Béjar y Guedeja, presbítero.

O sea que el misterioso autor de la misiva se llamaba Don Ignacio de Béjar y Guedeja, personaje bejarano, sin duda, bautizado en la iglesia de El Salvador, de familia importante, pues entre su hermano y él costean el retablo y la imagen de la Virgen de la Paz a quien tienen gran devoción. Ante esta situación me asaltan las mismas preguntas: ¿quiénes serían? No era nada extraño que los feligreses diesen donativos de diversa cantidad, dependiendo de sus posibilidades, pero muy pocos podrían costear retablo, imagen, vestidos... y quién sabe qué mas.

Pronto me encontré con otros casos, mecenas bejaranos, a lo cuales aludiré en posteriores artículos, pero no obstante apunté los nombres para buscarles en otros libros. Un día, releyendo partidas de difuntos de El Salvador, me quedé de piedra: en la partida de difuntos de Doña Josepha de Béjar Centeno se hacía mención a Don Ignacio de Béjar y Guedeja, secretario de Su Majestad el Rey. 

(Continuará)

1 comentario:

  1. Espero con curiosidad la segunda parte. Tu entusiasmo por la historia contagia.
    ¡Mi más sincera enhorabuena por tu blog!
    Celeste

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