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25 de noviembre de 2009

De cómo un espadachín amancebado se transformó en un chico cabal y juicioso

Autora: Mª del Carmen Cascón Matas
Publicado: Semanario Béjar en Madrid, nº 4.568. 2 de octubre de 2009.



Una noche estrellada en la primavera de 1732. Calles vacías, luz de luna, puertas cerradas, entornadas sólo una, que se abre sigilosamente. Una cabeza se asoma mirando hacia uno y otro lado: nadie. La sombra cierra el portón y se precipita hacia la calle. Dos bultos sentados, camuflados en la oscuridad, observan pasar la silueta del desconocido. Saben quién es, por qué se esconde, pero prefieren no ser vistos. Al pasar bajo la ventana iluminada por las llamas de una chimenea, un fogonazo rápido de luz, deja apreciar por un instante el rostro de la sombra. Un joven de no más de veinte años, luz pendenciera en sus negros ojos, mirada resuelta bajo el sombrero de ala ancha, buen paño el de su envoltorio. Su andar cadencioso permite escuchar el sonido metálico de una espada contra la hebilla del cinturón; la punta asoma bajo su capa, que toma un perfil recto, tenso, cuando apoya la mano en la cazoleta. Las dos personas que le observaban escondidas, se incorporan y le siguen Calle Mayor arriba. Saben que Isidro de Herrera se encamina hacia la Taberna del Gallo, en la parroquia de San Juan para encontrarse con su manceba. Tienen instrucciones para seguirle allá donde vaya.


Sello de Carlos III y la Ilustración. Puerta de Alcalá.
Extraído de aquí

Isidro de Herrera, joven de buena familia, hidalgo, hijo y nieto de dos contadores mayores del Duque de Béjar, pues su padre Manuel de Herrera y Thasis y su abuelo Sebastián de Potestad y Martel ostentaron este cargo se convirtió ¿sin quererlo? en un personaje de folletín en el Béjar del siglo XVIII. ¿Ángel o demonio?. Nunca lo sabremos y menos si la documentación se contradice, si hay dos versiones sobre la personalidad del mismo individuo y se inmiscuyen, como siempre, intereses políticos, económicos, familiares y nobiliarios. El tema debió ser importante, pues cartas enviadas al consistorio sobre el particular se han conservado archivadas junto a las actas municipales del año 1732.