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17 de noviembre de 2014

Los Teixidor, embajadores bejaranos y el médico de Hemingway (3ª parte)




Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, 04/07/2014, nº 4.706, p. 12.


     Tras el final de la Segunda Guerra Mundial concluye la labor que como embajador encargado de negocios y ministro consejero ocupó a Juan Teixidor en el Vaticano. Con más de cincuenta años el diplomático bejarano continuaba su carrera en puestos de responsabilidad dentro de los gobiernos españoles de la posguerra. La labor de establecer relaciones entre nuestro país y las naciones europeas en tiempos de descrédito, recelos, desengaños y sospechas, no fue fácil para los representantes del régimen de Franco que durante los años cuarenta permanecía sumido en la autarquía y el aislamiento. Teixidor pudo sufrir en sus propias carnes la animadversión que los sectores más radicales sentían hacia la España del momento, como veremos a continuación. Sucedió en Génova en 1949, la ciudad italiana donde había sido destinado como cónsul tres años antes. Según nos relata Antonio Téllez Solá en la revista Polémica los dos años previos habían sido especialmente virulentos en España en lo que respecta a la lucha contra los guerrilleros y el maquis, con un gran número de bajas. Tiroteos, detenciones y consejos de guerra se sucedieron hasta sofocar casi por completo a un movimiento que aún albergaba esperanzas tras la victoria aliada en la guerra mundial. 

 Foto antigua de la Estación de Tren de Génova. 
Imagen extraída de aquí

      La muerte de guerrilleros españoles habría de tener una considerable repercusión en Europa, especialmente entre el ambiente anarquista italiano donde se produjeron numerosas muestras de protesta. Sin duda la más sonora se llevó a cabo en Génova y tuvo como objetivo atentar contra el cónsul español que, como hemos dicho, no era otro que nuestro protagonista Juan Teixidor. Según sigue relatando Téllez Solá, el 8 de noviembre de 1949 los anarquistas italianos De Lucci, Mancuso y Busico se presentaron en el consulado de España, en el número 3 de la Via Brigata Liguria. Los tres iban armados con pistolas y portaban una bomba alemana Sipel. Armas en mano tranquilizaron a los empleados del edificio diciéndoles que sólo les interesaba el cónsul y tras cortar las líneas telefónicas entraron en su despacho. Este estaba vacío. Luego se supo que Juan Teixidor no se encontraba allí porque acababa de desplazarse a una lujosa recepción de la naviera italiana en el bote Cante Biancamano.  Ante esta situación los anarquistas se desahogaron con un retrato del Jefe de Estado español, que hicieron trizas, y sustituyeron la bandera nacional y la falangista por una de la federación anarquista de Génova con el lema “Ni dios(sic) ni amo”. Finalmente prendieron fuego a los documentos del despacho, que acabaría destrozado tras arrojarle una granada. Los anarquistas huyeron entre el desconcierto de la situación; alguno de ellos llegó a pasar la frontera francesa, pero acabarían detenidos y juzgados[1]

10 de noviembre de 2014

Los Teixidor, embajadores bejaranos, y el médico de Hemingway (2ª parte)



  Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, 20/06/2014, 4.705, p. 4.

      Juan Teixidor Sánchez, hijo de José Teixidor y Jugo, nació en Béjar en 1893. Siguiendo la tradición de su padre inició la carrera diplomática con veintidós años tras haber ejercido de secretario de segunda clase en Berna (Suiza) como primer destino[1]. En aquel mismo país, en 1920, comenzaría una larga etapa de dieciséis años en la que ejercería puestos de responsabilidad en la Oficina de Naciones de Ginebra como representante de los distintos gobiernos españoles de la época, labor que alternaría con la de cónsul en la ciudad de Tampa en Estados Unidos desde 1929. 


      En el año 1921 Juan Teixidor se había casado con Joaquina Pons i Bofill, joven de la alta burguesía barcelonesa, con la que concebiría tres hijos: Alejandro (muerto y enterrado en Béjar junto con sus abuelos), Juan y Margarita

 Juan Teixidor Sánchez
Fotografía gentileza de los hermanos González de la Huebra


        La diplomacia, en efervescente actividad durante los años treinta, se tendría que enfrentar a los retos de establecer relaciones entre países al filo del enfrentamiento bélico o, como en el caso de España, a punto de confrontación civil. Así, embajadores, cónsules y ministros sopesaban sus intereses para salvaguardar su propio prestigio en un mundo de incierto futuro. En el caso de nuestro protagonista no queda claro si en 1936, tras el levantamiento de Franco, es cesado por el gobierno de la República de su puesto de cónsul en Ginebra, o si más bien presenta su dimisión huyendo a Francia para adherirse al levantamiento. Esta adhesión se haría efectiva de inmediato, pues en plena Guerra Civil ya le vemos aupado a cargos de gran responsabilidad en el bando y gobierno de los nacionales. Así en 1938 formaría parte del tribunal para la supresión de diplomáticos de la República; y aún antes del final del conflicto sería nombrado ministro plenipotenciario[2] y secretario de la Junta de Relaciones Culturales dependiente del ministerio de Asuntos Exteriores para el que, en palabras del propio Teixidor, aconsejó “no desatender el intercambio cultural  preferentemente con los países que vienen prestando una ayuda a España, esto es, Italia y Alemania[3]. Justo a la finalización de la guerra el papel de nuestro diplomático en dicho puesto adquiriría una renovada trascendencia al ser elegido para gestionar el regreso de las obras del Museo del Prado (evacuadas en Valencia y Ginebra) junto con dos de las figuras más importantes de la cultura oficial, el filósofo Eugenio d’Ors y el pintor José María Sert[4]. Este fue uno de los logros, no fáciles, del Real Patronato que regía la pinacoteca madrileña.