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27 de marzo de 2014

Sobre el conocimiento o desconocimiento de la Casa Ducal de Béjar (2ª parte y final)




Autor: Antonio Avilés Amat
Publicado: Semanario Béjar en Madrid, marzo de 2014



Este principal y casi legendario personaje, el duque de Béjar, al que frecuentemente muchos bejaranos aluden y que, en singular o en plural, da nombre a varios lugares de la ciudad o de su entorno (calle Duque, fuente del Duque, palacio del Duque, mirador del Buen Duque, laguna del Duque, hotel Los Duques), no deja de ser –aún hoy- un “enigma colectivo”. Y puede que hasta la mítica representación de un ente superior del que algunos paisanos bastantes ingenuos, todavía en la actualidad, cuando ya hace dos siglos que las Cortes gaditanas, como ya quedó dicho, abolieron los señoríos, se consideran sus más rendidos súbditos. Proclamándolo incluso, como hacía algunos años atrás, un pseudohistoriador que, en sus disertaciones sobre nuestro remoto pasado, se refería al duque denominándole “mi señor”, en un reconocimiento de inusual –que no de intelectual- vasallaje y pleitesía.   


Villa renacentista de El Bosque (Béjar)

      

21 de marzo de 2014

Sobre el conocimiento o desconocimiento de la Casa Ducal de Béjar (1ª Parte)



Antonio Avilés Amat

Centro de Estudios Bejaranos
Publicado en Béjar en Madrid, febrero de 2014.




Tanto el título como el contenido del presente artículo surgieron a raíz de una conversación de varios miembros del Centro de Estudios Bejaranos, entre los que yo me encontraba, con el profesor Emiliano Zarza Sánchez, ganador del recientemente fallado Premio Ciudad de Béjar por su estudio “La participación del X Duque de Béjar, D. Manuel de Zúñiga, en el sitio de Buda (1686)”, que próximamente se editará. Se lamentaba el autor del escaso número de trabajos dedicados a la Casa Ducal bejarana que hasta la fecha existían y del desconocimiento que acerca de los duques que, durante varios siglos gobernaron la ciudad, imperaba entre los bejaranos.



 Patio del Palacio Ducal.

Fotografía tomada de Béjar Turismo



Y era cierto, aunque con matices, cuanto afirmaba, pues desde alguna reseña de Nicomedes Martín Mateos sobre el duque motivo de su investigación y lo publicado por los hermanos Emilio y Juan Muñoz [1], varios artículos puntuales sobre diversos aspectos de algún que otro duque, aparecidos en el anuario Estudios Bejaranos del CEB [2] o en otras publicaciones de tipo más divulgativo, como puede ser la Revista de Ferias y Fiestas editada por la Cámara de Comercio de Béjar [3], o las referencias y algún artículo en “Pinceladas de Historia Bejarana” [4], apenas si existen más estudios documentados [5] y son contadas las biografías de los gobernantes del feudo bejarano


12 de agosto de 2013

Elogio de los hombres sencillos


*Quisiera hacer un alto en la vida de los Bolaños y acercarme a otros hombres sencillos como nosotros que vivimos el día a día, lejos de glorias vanas, desde el prisma de Javier R. Sánchez Martín y el recuerdo de su suegro Isidro.

Autor: Javier R. Sánchez Martín. 
Publicado: Béjar en Madrid 15/04/2011



La vida está hecha de momentos que pasamos principalmente al lado de aquellos que nos corresponde por nacimiento -nuestros familiares- o por elección, -nuestros amigos, nuestros cónyuges-. Además, nuestros consortes tienen una familia con la que también entras tarde o temprano en relación.


De este último modo fue como conocí a Isidro, mi suegro, hace ya años de esto. Por aquel entonces empezaba a levantar cabeza, económicamente hablando, gracias a su puesto de trabajo en una fábrica de confección y a que trabajaban varias de sus hijas, entre ellas la que hoy es mi mujer (siempre me ha parecido que decir esposa queda un poco cursi). La confección industrial marcó por entonces el declive de profesiones artesanales a las que sustituía, como la de sastre, y cubrió toda una etapa de industrialización rápida y de mano de obra intensiva en nuestro país.

 Sierra de Béjar al anochecer


Desde el principio me pareció un hombre sencillo, que otorgaba su justo valor a las pequeñas cosas que le proporcionaba el presente y que las disfrutaba lo mejor que podía, sin pedir más. Probablemente sin conocerlo hacía suyo ese viejo aforismo que dice que no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita. Siempre le envidié un poquito esa capacidad que tenía de disfrutar el día a día, cultivando una pequeña huerta, yendo a pescar con algún amigo, participando en las actividades de la peña a que pertenecía o, simplemente, tomando un vino con los amigos o con la familia.


8 de diciembre de 2011

Algunas notas sobre el pensamiento de Dorado Montero



Autor: Javier R. Sánchez Martín 
Publicado: “Béjar en Madrid”, nº 4.414 (20/10/2006) 




"El Cristo de la sangre" de Ignacio Zuloaga
Un científico es una persona con preparación adecuada, que estudia cualquier rama de la ciencia para comprenderla y, si puede, hacerla progresar. A la vista de esto no cabe duda de que Dorado Montero fue un destacado científico que construyó una teoría del Derecho Penal completamente innovadora, casi revolucionaria, hasta el punto de ser calificada de utopía. Hoy día, cuando el tiempo ha demostrado que las teorías de Dorado eran correctas, estamos en condiciones de afirmar que, aparte de ser uno de nuestros juristas más prominentes y europeístas, se adelantó en muchos años a su tiempo.


Pero quizá sea más desconocida su obra filosófica, más irregular pero también muy interesante. Como muestra, hablaré de un artículo que publicó en 1912 en la revista “La España Moderna”, titulado Religión y Ciencia, Razón y Fe. Según se indica en la revista, el texto había sido escrito varios años antes y, cuando enviaron las pruebas a Dorado, ni siquiera recordaba haberlo escrito. Añade -y parece aquí que la revista refleja la opinión que les había transmitido el autor-, que “sólo en alguna parte coincide con lo que ahora se diría si hubiera de nuevo que redactar este escrito, pero traduce, al cabo, un estado mental”.

17 de octubre de 2009

Reflexiones sobre la felicidad



Autor: Javier R. Sánchez Martín
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.319. 24 de diciembre de 2004.


Yo creo que todos llevamos en nuestro interior un filósofo. En mayor o en menor grado pero, al fin y al cabo, un filósofo. Incluso aunque no hayamos estudiado filosofía, porque todo en la vida está impregnado de ella. Por eso, en un paseo que di una mañana por Los Pinos, aprovechando los últimos coletazos de ese verano tardío que tuvimos ocasión de disfrutar la última quincena de septiembre pasado, me dio por pensar acerca de la felicidad y, cuando llegué a casa, probé a transcribir mis pensamientos.


Y bien sabe Dios lo difícil que es escribir sobre una cosa tan ambigua y tan etérea como es la felicidad. Pero pienso que en ocasiones es sano e incluso higiénico para la mente tratar de describir con palabras las ideas abstractas que nos asaltan, pues no por ser aparentemente imprecisas dejan de estar ahí, conviviendo con nosotros. Además, por abstracta que sea la idea de felicidad, debido a lo difícil que resulta definirla, todos sabemos sentirla. Distinguimos claramente cuando somos felices y cuando no. Quizá el sustantivo (felicidad) sea impreciso, pero no así el adjetivo (feliz).


Y como veo que empiezo a divagar, pasaré a referirles las reflexiones en que iba sumido cuando paseaba por el marco incomparable de esos parajes, con los rayos de sol penetrando a través de las ramas de los altos pinos, marcando en el sendero un irreal camino mezcla de luz y de sombras, propicio para la meditación. Vamos allá.