Autora: Carmen Cascón Matas
Tras estas
apasionantes entradas sobre un personaje, que conoció en una sola vida tanto
las grandezas de la corte como la miseria del desprecio y de la muerte
violenta, que con su ingenio logró codearse con la más rancia nobleza, primero
sirviendo a las órdenes de su amo, don Álvaro de Zúñiga, duque de Béjar, y
después a la vera del emperador Carlos V, nos queda por vislumbrar los trazos
de su afilada pluma, fiel reflejo de una lengua acostumbrada a decir verdades.
¿Qué lindezas escribiría y pronunciaría para atraer las inquinas de los nobles
de su época? Porque la verdad dicha sin tapujos no agrada a nadie. De ello se
daba cuenta el bufón al escribir en una carta al emperador: “Si pensara, señor
Emperador, que tan mal me había de suceder, y que tan poco había de medrar, y
que mis amigos había de perder, y tantos enemigos cobrar (…); que ni auctor me
hiciera ni cronista me llamara. Mas no me maravilla, que negocio es muy usado
que quien mucho habla su pago lleva y muy poco medra, digo de riquezas y bienes
comunes; porque de palos y pescozones, en su mano es dallos, y mi trabajoso
cuerpo recibillos.” La ira nobiliaria la sentía ya por entonces cerca: “el
duque de Béjar no me mira, aunque pase por junto a él, y el Condestable me
guiña, el marqués de Cenete me amenaza, musiur de Laxao me las jura, y Sancho
Bravo me las pega Domine, adjuva me.” ¿Preconizaba la muerte que le
esperaba?
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La soledad de don Francés |
En el texto que él titula “Carta
que puso don Francés a la puerta de palacio” comienza a definirse a sí mismo como
“Don Francés, por la gracia de Dios, reformador de los locos y enemigo de
necios, extramuros de miserables”. Cuando el favor del emperador acaba, el
bufón le envía una carta, plagada de llantos y peticiones: “como me veo rucio viejo
y tan rucio como caballo, tenía por mejor estarme yo en mi casa con mi mujer e
hijos, descansando como otros hacen, sin haberos servido, como yo, de silla y
albarda, y no andar como ando, flaco y trasijado, siguiendo el palacio, con
voluntad de ser aprovechado, como otros quinientos amigos míos, y criados de
vuestra majestad”. Su autorretrato es inmisericorde “porque todos los que me
ven me llaman camellazo del rey de Tremecen, harto de andar caminos, acebadado
de panizo; yo les respondo que más parezco salchichera gorda de Medina del
Campo, que murió pidiendo a Dios le pagasen lo que le debían, que era más de lo
que debe hoy día Gonzalo Chacón, del juego de pelota”.
Don Francés conocía de sobra que la
verdad dicha sin remilgos atraía cual imán las iras de sus contemporáneos. Y es
que su lengua y su pluma no hacían ascos a nada ni a nadie. Por poner un
ejemplo general en una de sus epístolas hace chascarrillos sobre el tema de los
favores y mercedes reales, sin dejar de lado los temas del honor y de la honra
tan sagrados en aquella sociedad jerarquizada, sin arredrarse ni ante la Santa
Madre Iglesia, ni ante los funcionarios del engranaje funcionarial de la España
Imperial. Seguro que por mucho menos alguno había sido procesado por el Santo
Oficio, aunque don Francés, como ya sabemos, se escondía bajo el ala protectora
de Carlos V, quien aparece también esta historia. Y no digamos qué dirían
Francisco González de Medina, Pedro Aguiloche, Carazo, el regidor de Segovia y
Soria, personajes menores desde el punto de vista del afilado don Francés,
cuando leyeran la descripción que de ellos hace.
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"Carlos V en Yuste" de Manuel Jadraque (1840-1919) |
“Salud y gracia: Sepades cómo el
Emperador, nuestro señor, me hubo hecho merced de la putería de Arjona, y por
nuestros pecados en la dicha casa de adulterio ogaño no ha quedado mujer que no
haya muerto. Movido a caridad, digo que cualquier señora o caballero que hija
tuviere y no la pudiere casar tan a su honra como ellos quisieren, que yo don
Francés la recibiré en la mi casa de Arjona para que cada día haga cincuenta
pecados mortales, que allí la absolverán totiens quotiens. Con tanto
que la señora que allí entrare sea primero obligada a examinarse con el chantre
don Hernando de Córdoba y con don Francisco González de Medina, que se parece
al desierto en que anduvo san Juan, y con que sepa el cantar de Pedro
Aguiloche, y «so los álamos vengo, madre», y con que lleve una cama de ropa y
tina libra de cera y cinco mil maravedís. Allí la serán guardadas sus buenas
costumbres y previlegios y órdenes, y para ello damos por fiadores a Carazo,
zancajo de cabra cecinada, y al regidor de Segovia, gusano de seda muerto, y a
Soria el secretario, que parece buey aguado; y porque lo dicho es y será ansí,
lo firmo de mi nombre, y para que sea notorio a todos, venga cada uno firmando
por lo que hubiere de hacer.”
(Continuará)
Bibliografía:
"Epistolario de don Francés", extraído de aquí
ZÚÑIGA, don Francés de, «Crónica burlesca del
emperador Carlos V», edición de José Antonio Sánchez Paso, Salamanca:
Universidad, 1989.
No se caracterizaba precisamente por su carácter adulador. Mordaz, incisivo, irónico... No me extraña que se granjeara enemigos, porque, como se dice coloquialmente, no se cortaba lo más mínimo.
ResponderEliminarEl lunes próximo cito a este personaje en mi blog.
Un saludo.
Desde luego para ser bufón se despachó a gusto. Lo que me extraña es que hubiese vivido tanto.
ResponderEliminarA nadie le gusta que le aireen los trapos sucios. Entonces la única distracción que había eran los cotilleos, vamos como hoy y si no a ver Tele 5.
Bss y buen finde Carmen
La cara desnuda de la verdad, no gusta a nadie. Sin embargo, el saber que se es capaz de descubrir, darse cuenta, ser consciente de los entresijos de la corte, de la política o la religión, y no dejarse llevar por la marea de la estulticia es para celebrar esta inteligencia, y por todo lo alto.
ResponderEliminarNo en vano, don Francés, se autocalifica "reformador de los locos" (me encanta).
A pesar de ser inteligente, pienso que le faltó un punto más de inteligencia: el disfrutar de no saberse manipulado, manejado o llevado por los vientos imperantes. Las caras largas, el desdén de los demás o el desprecio, debió haberlo leído como un premio a tanta sabiduría y personalidad.
Me ha encantado tu artículo, Carmen, muy bueno.
Un abrazo y buen fin de semana.
Me ha encantado esta entrada, Carmen. Espero impaciente la siguiente.
ResponderEliminarUn beso, amiga.
Arriesgaba mucho el bufón. Al menos por lo que nos ha expuesto hasta ahora, no era de los que daban una de cal y otra de arena, no. Creo que las daba todas de cal.
ResponderEliminarUna serie especialmente interesante, por cierto.
Feliz fin de semana
Bisous
Bueno, está claro que la prudencia no era una de sus muchas virtudes :D La gente le suele otrgar una bula de confianza a los que tienen la prerrogativa de hacerlos reír pero no suele alcanzar para que sirva para que otros se rían de ellos ;) Creo que conservó la suerte, y la vida, mucho más tiempo del que cabría esperarse ;)
ResponderEliminarUnbeso, Carmen
Estupenda como siempre.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Lengua y pluma desnuda y afilada la de don Francés, quien sin duda sabía a lo que se exponía, pero su intrepidez era mayor que la adivinación del riesgo: "quien mucho habla su pago lleva".
ResponderEliminarSaludos, Carmen.
Es para ofenderse, desde luego,el ser llamado "zancajo de cabra cecinada". Y el español del que hace gala Francesillo es de admirar. Como su entrada.
ResponderEliminarSaludos.
Así me gustan los bufones, sin zalamerías y diciendo verdades.
ResponderEliminarCuanta historia tenéis en Béjar.
ResponderEliminarDe la miseria al desprecio consiguió codearse con la nobleza, afilando la pluma para decir las verdades, todo un personaje.
Un abrazo
No todos pueden llegar a tener tantos enemigos y grandes para escoger.
ResponderEliminarSaludos.
La verdad duele, decía mi abuelo y este caballero es un ejemplo de ese refrán.
ResponderEliminarAunque ese dolor parece que le intereso mucho a la nobleza de entonces.
Saludos Carmen
Interesante veta de su personalidad. No se callaba nada, ni tenia pelos en la lengua... honra, honores, favores... nada dejaba afuera, era clarito como el agua.
ResponderEliminarBesos.
Carmen como siempre es un placer pasar por aquí.
ResponderEliminarUn cordial saludo de José Ramón desde Abstracción textos y Reflexión Saludos.
No se contentó con comer en la mano de su amo: supo ironinizar y decir verdades como puños. Personaje íntegro donde los haya. Feliz semana, Carmen.
ResponderEliminarPero, si no habló bien ni de si mismo. Está claro, fue inevitable que acabara sus días diciendo como leímos: Señora, han muerto a vuestro marido.
ResponderEliminarUn abrazo Carmen.
Una lengua afilada, así que no es extraño que muchos no le hablaran o se la tuvieran jurada.Espero la siguiente entrada con interés.
ResponderEliminarUn saludo.
Pelín de mala leche si que se gastaba...
ResponderEliminarPero cómo no se las iba a cargar el hijo de p***, no es para menos!! Qué lengua tiene el jodío, ja ,ja... lo que me gusta su escribanía,,,, ainss por qué no tendrán estos reyezuelos de ahora plumas así a su servicio... lo que nos reiríamos los pobres a falta de poder hacer otra cosa,... ea, sé buena que ya soy yo traviesa, bss, querida amiga y mis felicitaciones hoy a tu trabajo, perfecto!!
ResponderEliminarReformador de locos... es tremendo ser bufón y con vocación. Lo sabía y no podía evitarlo.
ResponderEliminarMe ha costado un poco por ciertas palabras a las que no estoy acostumbrado. Y, veo la " sepades ", se dice igual en Galego.
Un disfrute leer estos textos que me hacen imaginar como era la vida de este personaje tan auténtico.
un abrazo.
No voy a repetir las palabras de MariCari pero soy de su misma opinión.... este hombre se la estaba jugando... no dejaba títere con cabeza. Lo extraño es que no le dieran antes julepe.
ResponderEliminarUn beso.
No me extraña que los portugueses anduvieran en gran confusión: hasta cambiar la historia quería don Francés.
ResponderEliminarMuy, muy interesante y curiosa esta serie Carmen. Un abrazo.