Autora: Carmen Cascón Matas
Artículo literario escrito para la Revista de Fiestas y Ferias de Béjar, 2014, pp. 32-35.
Esta
que veis aquí de poblado rostro surcado de arrugas sin cuento, boca hendida y
labios ausentes, mirada borrosa aunque firme, moño tirante y manos sarmentosas con
la fuerza suficiente para sostener un delicado abanico –aún conservo la
coquetería de antaño-, posada con solemnidad de matrona sobre una silla a modo
de trono y envuelta en una pañoleta de luto perpetuo, soy yo, Antonia Rodríguez
de Lucio y en este presente año del señor de 1873 cumplo un siglo al nacer en
Béjar un 16 de octubre de 1773.
Antonia Rodríguez de Lucio
Agradezco el préstamo y reproducción de esta fotografía a los hermanos González de la Huebra,
a cuyo abuelo fotógrafo dedicamos esta entrada en su día
Gozo de la inmensa fortuna de atesorar en mi lúcida
memoria el pesado bagaje de un mundo que se fue, mientras los acontecimientos
que me rodean transcurren en las sombras y reina para mí el silencio. Sorda y
medio ciega, comprenderéis, queridos míos, que el presente sea para mí
insondable. Llegará un día, no muy lejano, en que dormiré para siempre sin
poner mis pensamientos por escrito. Quedarán guardados en mi cerebro sin que
importen mucho a nadie y se disiparán con el viento helado que sopla silbante
desde las lagunas de la sierra. He vivido con intensidad y sido testigo de la
muerte de varias generaciones cuando lo natural es que una mujer no sobreviva
más allá de cincuenta o sesenta años, si no muere tras una cadena interminable
de partos. Dios me ha concedido la gracia de doblar esa edad aun cuando me he considerado
vieja desde los cuarenta. A mi alrededor se han desatado guerras, revoluciones,
cambios de gobierno, golpes de estado y un desarrollo textil nunca soñado. Y,
sin embargo, mis preocupaciones se ciñen desde la juventud a mi familia; la
política es un mundo privativo de los hombres. Ninguna mujer se ha atrevido a
tomar partido en uno u otro sentido y yo, nacida aún bajo el dominio de los
duques, no voy a convertirme en un ejemplo de lo contrario. La casa y los hijos
han constituido los pilares sobre los que se han asentado el edificio de mi
vida y el tiempo se ha esfumado entre costuras, amenos pasatiempos en el campo
e idas y venidas a la iglesia. Y me considero afortunada al permitirme Dios que
naciera en el seno humilde de un matrimonio que ha visto engrandecer su linaje
de generación en generación gracias a unas manufacturas textiles, tímidas siendo
yo una niña, ceñidas al ámbito de los hogares, y ahora mecanizadas y cada día más
detentadoras del mundo industrial y del progreso.
En el reverso de la fotografía, y a mano, aparece esta anotación de 1873.
Doña Antonia había nacido en 1773
En
mitad de mi duermevela de esta tarde veraniega de domingo mis tataranietos vienen
a visitarme y me despiertan con un cotorreo que penetra hasta el fondo de mis
oídos enfermos. Uno de ellos, no le veo la cara ni reconozco su voz, se empeña
en dejar plasmado mi rostro en una fotografía, acontecimiento del cual apenas
tengo constancia. Gritan junto a mí que permanezca quieta durante unos minutos,
cuestión ridícula si se tiene en cuenta que mi movilidad es casi nula, y del
momento solo aprecio una ráfaga de borrosa y difusa luz.
Es muy posible que el padre de Luis González de la Huebra hiciera la foto a doña Antonia
Foto propiedad de los hermanos González de la Huebra (Salamanca)
Foto propiedad de los hermanos González de la Huebra (Salamanca)
Aunque desconozco qué
es con exactitud la fotografía -un invento, uno más de los que han surgido en
el maremagnum de este loco siglo que me ha tocado vivir-, creo entender que
traslada con artificios de magia un instante al papel y lo deja congelado para
la posteridad y, aunque pienso que es una solemne majadería encerrar el mundo y
dejarlo vacío y falto de pleno sentido, atraparlo en un trozo ínfimo para
guardarlo en un cajón o lucirlo en un marco, verdad es que hubiera disfrutado
al reconocer el rostro de mis padres para recrearme en ellos ahora que ya los
he olvidado. En mis tiempos los recuerdos se guardaban en el cerebro y en el
corazón y se tenía conciencia de su fugacidad, y por ello los instantes eran en
sí mismos valiosos, mucho más de lo que pueden llegar a ser en el presente.
Plazuela de los portales de Pizarro o de la Piedad
Fotografía antigua sacada de Archivo fotográfico y documental de Béjar
Las
ráfagas de mi memoria estimulan en mí el sueño con el leve sonido del piano.
Qué diferente es el Béjar en que vi la primera luz y esta ciudad en que se
exhalaré mi último suspiro. Entonces reinaba Carlos III. Si me preguntarais, queridos
míos, cuántos papas y reyes he conocido respondería que se me han olvidado,
como hago cuando la bandada de bisnietos y tataranietos hace lo propio, mas no
es verdad. Carlos III, Carlos IV, José Bonaparte -Pepe Botella le bautizamos
los españoles a pesar de que era abstemio-, Fernando VII, Isabel II y Amadeo de
Saboya y entre ellos la Guerra
de Independencia, dos Guerras Carlistas, la Revolución Gloriosa
y la Primera República,
este régimen que impera en este año 1873; y mientras, la buena de Antonia ha
crecido, la han casado, ha dado a luz a varios retoños, los ha acunado entre
sus brazos, ha visto morir a su marido, florecer a sus hijos, nietos, bisnietos
y tataranietos. Las caras acuñadas de las monedas han ido sustituyéndose unas a
otras al tiempo que la mía se ha poblado de arrugas, escrituras del tiempo, y
al fin y a la postre ambas historias, la grande, la de los gobernantes, se
intercala e imbrica con la mía, la pequeña, la invisible, la que sólo
recordaremos yo y los míos y que se olvidará cuando los que me hayan conocido
desaparezcan.
Continuará
Interesante estructura la de este artículo. Un placer leerlo. Saludos
ResponderEliminarToda una aventura ponerse en la piel de otro. Y desde la piel ajena intentar transmitir las vivencias propias y los acontecimientos que rodean a la persona en cuestión.
ResponderEliminarUn saludo, Carmen.
Me ha parecido encantadora esta anciana dama que podría contarnos tantas cosas. ¿Se ha planteado usted desarrollar su historia, dejar que ella nos cuente todos esos acontecimientos que se desarrollaron en el siglo que vivió?
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
Precioso y emotivo,Carmen, está muy bien rescatar estos recuerdos y comprobar que con el paso de los años, aunque las mujeres ya han entrado en política, la lucha continúe hasta conseguir la total equiparación en todos los aspectos de la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy buen relato construido desde una foto con mucha historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tu relato pone de manifiesto una vez más que basta una fotografía para, alrededor de ella, crear una historia aunque ésta no sea mas que puro artificio. Pero, curiosamente, cuanto más imaginada, más interesante; como pasa en este caso en el que son tus reflexiones y no las de la buena de doña Antonia (q.e.p.d.) las que crean la historia y centran en ella nuestro interés.
ResponderEliminarUn abrazo,
Una mente muy lúcida para su avanzada edad, quién le iba a decir que su visión de la vida iba a ser conocida al paso de los siglos.
ResponderEliminarBesos
Un personaje, doña Antonia, que de no ser real, y aun siéndolo, podría ser protagonista de la historia de un siglo, ponerle voz a los hechos, cuyos ecos le llegaban por voz de numerosa estirpe.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Carmen, que por fortuna, veo que sigue.
Un abrazo.
Emocionante Carmen.
ResponderEliminarTodo lo que puede dar una foto...Y lo que contará...
Besos
Un estupendo relato muy bien estructurado y que podría dar para una novela. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBesos Carmen
Poco ella iba a pensar que después de tantos años iba a aparecer su vida por Internet.
ResponderEliminarEspero leerte en la próxima semana la vida de esta mujer tan lucida.
Un abrazo.
Una narración maravillosa. Me ha hecho imaginar como sería la vida de esta mujer que parece de carácter fuerte, los acontecimientos y la historia que le tocó vivir. Llegar a los cien años en aquella época sería un milagro.
ResponderEliminarUn saludo.
Fantástica entrada. Un relato que promete y, como base, una fotografía que es todo un tesoro. Dª Antonia tiene pinta de haber sido una gran mujer.
ResponderEliminarSaludos, Carmen. Esperamos la continuación.
Contaba 35 años cuando Napoleón entró en España, conoció los reinados de Carlos III, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, la Gloriosa, el de Amadeo de Saboya y la I República. Es verdaderamente impresionante.
ResponderEliminarSaludos.
Relato emocionante si es real, magistral si es ficticio. En todo caso, una magnífica Pincelada de Historia Bejarana. Felicitaciones. Se espera la secuencia. Desde Chile, JZR.
ResponderEliminar...junto con las fotografías, por cierto. Vale.
EliminarLlegar a esa edad y seguir lúcida es un privilegio.
ResponderEliminarPrecioso relato.
Besos
Vaya texto entrañable, Carmen, nos llevas a escuchar a Doña Antonia ese comentario que tantas veces habremos oído a nuestros mayores. Y que seguro nosotros también dejaremos escapar alguna vez, “qué diferente es este Bájar de aquel que vi mi primera luz…”
ResponderEliminarBesos
Muy buena entrada Carmen. Para la edad estaba muy bien, vamos, perfectamente. Por la fotografía parece que fuese una señora seria pero a la vez con mucho sentimiento. Me ha gustado mucho. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
ResponderEliminarPara su edad y la época que estaba muy bien conservada y muy lucida. Un verdadero libro de historia viviente.
ResponderEliminarViendo lo que pensaba de la fotografía de la época pensé que seria lo que pensase de las actuales formas de almacenar las fotos.
Saludos.
Me recuerda a las señoras mayores que conocí en mi niñez, las separan mas de un siglo, pero en esencia son la misma fuente de sabiduría. Gracias por mostrarnos tan interesantes historias Carmen. Buen fin de semana.
ResponderEliminarMe encanta el relato y espero impaciente la continuación Carmen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Doña Antonia un prodigio, porque como bien: dice que alcanzó dos veces la edad que en esa época la inmensa mayoría de mujeres alcanzaban.Mucha vivencia y eso que eran épocas que la noticia no se recibía a tiempo real como ahora, pero para eso esta la memoria...
ResponderEliminarMe encantan estas crónicas, porque son la esencia de nuestros antepasados y la lucha por superarse en una España tan contradictoria.
Un beso feliz domingo Carmen.