Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez
Eran otros
tiempos, y la verdad es que Álvaro de Estúñiga
y Guzmán, como se llamaba entonces, no era aún duque de Béjar sino sólo conde
de Plasencia y Justicia Mayor del reino, pero de esos polvos salieron estos lodos. Era de la clase de nobleza levantisca, como muy bien apunta
el escritor placentino Jesús Vicente Cano Montero en su novela histórica La Duquesa y el Deán, 2011, y no aguantaba pelos en el lomo. También
es cierto que los hechos no se volvieron a repetir hasta mucho después, pero
con otros resultados, cuando a dos de su linaje se les acusó de querer levantar Andalucía para convertirla enreino independiente... con uno de ellos como rey. El otro perdió la
cabeza.
Detalle del
retrato de Álvaro de Luna
en la catedral de Toledo, 1488
La serie comenzó
con el condestable Álvaro de Luna, valido de Juan II, a quien Álvaro y su padre
-en realidad toda la familia- llevaron a su eclipse
total para librar al rey de su
influencia, lo que debe entenderse como librarse
ellos mismos de un obstáculo para manejar al rey. De nada le valió a Luna -eso
sí post mortem- que un hijo suyo se
casara con una hija de Álvaro. Del valido escribió Jorge Manrique, sobrino de
Álvaro, en sus Coplas por la muerte
de su padre: Pues aquel gran condestable,
-maestre que conocimos –tan privado, -no cumple que dél se fable, -sino sólo
que lo vimos –degollado.
Retrato de Enrique
IV en un artículo del diario La Razón,
febrero 2016, comentando el hallazgo de su momia
en 1946
Con Enrique IV, el Impotente, todo iba bien, hasta que
la Liga Nobiliaria fundada por el bisabuelo de Álvaro y que ahora este dirigía,
se convirtió en una piedra en el zapato
para el monarca. ¿La causa?... Medidas que tomó el rey para frenar el poder de
la nobleza. La Liga lo obligó a firmar un pacto que aseguraba el gobierno de la
oligarquía, y tomó como garantía la inclusión del rey de Navarra y Aragón en su
coalición, y el reconocimiento del infante Alfonso, el Inocente, como sucesor de la corona. El asunto escaló cuando
Enrique proclamó sucesora a su hija Juana, la
Beltraneja, y los nobles proclamaron rey a Alfonso XII en Plasencia, bajo
la tutela de Álvaro de Estúñiga.
Tumba del
infante Alfonso en la
Cartuja de Miraflores de Burgos
La destitución
de Enrique IV se realizó en Ávila, en
efigie. A un muñeco sentado en un trono sobre un tablado y vestido con las
insignias reales, el arzobispo de Toledo –que también se las traía- le arrebató la corona, Álvaro de Estúñiga la espada,
y el hermano menor de este, Diego López de Estúñiga, conde de Miranda del
Castañar, lo arrojó al suelo de una patada al grito de: ¡Abajo, puto!
La Farsa de Ávila en Ávila, 2014
El infante, o
rey, murió en circunstancias poco claras –se
atragantó en un banquete, cayó de un tejado, murió de peste o fue envenenado-
y se desató la guerra civil. Álvaro se retira de la liga, pero el arzobispo de
Sevilla, pariente de los Estúñiga condes de Monterrey, lo reconcilia con
Enrique IV (El rey estuvo ¡cuatro meses! de
huésped en el palacio de Álvaro en Plasencia). Álvaro recibe la ciudad de
Trujillo, pero los trujillanos lo rechazan. Entonces Enrique le da un millón (¿de mrvds.?) anual de renta en
compensación, lo nombra Primer Caballero del Reino y le entrega Arévalo,
castillo incluido, con el título de duque. Lo integra además al Consejo del Rey,
lo que quiebra la Liga Nobiliaria, y al morir lo nombra testamentario y le encomienda la
suerte de su hija Juana.
Castillo de
Arévalo, reconstruido por Álvaro de Estúñiga
El regalo fue un
caballo de Troya para Álvaro, porque lo
enfrentó a Isabel, proclamada reina en Segovia, a cuya madre había pertenecido
el castillo. Casada con Fernando de Aragón, tenía ahora la fuerza suficiente
para imponerse por las armas, y a la guerra civil siguió la guerra de sucesión.
Obligado por la palabra dada a Enrique en el lecho de muerte, Álvaro y el
marqués de Villena, su pariente, proclaman reina a Juana y la ofrecen en
matrimonio al rey de Portugal. Alfonso V acepta, entra con su ejército en
Castilla, asienta plaza en el palacio de Álvaro en Plasencia, y reclama la
corona para sí como consorte de Juana.
Alfonso V de
Portugal, el Africano
Isabel manda desobedecer a Álvaro, secuestrar sus bienes, y lo declara traidor. Hubo batallas, al menos tres, e intentos de
apoderarse de Isabel y Fernando, pero finalmente el portugués se retiró
derrotado llevándose a Juana. No quiso auxiliar el castillo de Burgos,
defendido por Íñigo de Estúñiga, que quizás le hubiese dado la victoria. Juana
murió a los sesenta y ocho años (tenía trece cuando salió de Plasencia) en el
castillo de San Jorge de Lisboa, donde era tratada como Excelente Senhora y firmaba Yo,
la Reina (de Castilla, por cierto)
Isabel, reina de
Castilla,
en la Colegiata de Toro
Triunfante Isabel,
y convencida de que los Estúñiga habían
prestado innegables servicios a la corona, que compensaban la rebelión inicial
y no podían ser olvidados (¿o porque tenían
posesiones en Béjar, Plasencia, Peñaranda de Duero, Arévalo y Burgos
fuertemente armadas?, no era tonta la reina) ofreció a Álvaro un pacto de
avenencia por medio de su primogénito Pedro de Estúñiga, que era isabelista, en el cual, entre otras
cosas, lo comprometía a jurar fidelidad y defender la Casa Real; le quitó
Arévalo y le devolvió bienes y títulos. Más tarde lo nombró duque de Béjar. De
este pacto, firmado por Álvaro y los Reyes Católicos el 10 de abril de 1476,
procede la castellanización definitiva del apellido Estúñiga en Zúñiga,
extensiva a toda su familia (era el Pariente
Mayor) y sus descendientes.
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Nota: La
tradición golpista de los
Estúñiga/Zúñiga venía de sus raíces navarras, cuando Fortún, nieto y segundo
sucesor (el primero fue su padre Gartzea) del primer rey de Pamplona y tronco del
linaje, Íñigo Arista, fue depuesto por su
pariente Sancho.
BIBLIOGRAFÍA
Menéndez Pidal,
Ramón: Historia de España, tomos
XV-XVII. 1983-86
Vilar Pascual,
Luis: Diccionario Histórico, Genealógico
y Heráldico de las Familias Ilustres de la Monarquía Española, tomo VII.
1864
Fernández de
Madrid, Alonso: Historia y Anales de la
Ciudad y Obispado de Plasencia. Reed. 2006
Confieso, que tu artículo de hoy he tenido que leerlo dos veces, ya que que con tantos personajes de la Liga Nobiliaria, en la lucha por el poder, me hice un lío.
ResponderEliminarUna vez entendido, el artículo de aquella difícil y complicada época, me ha parecido muy interesante, ya que hoy en día siguen esas luchas por el poder, aunque los actores sean otros.
Un abrazo.
Toda la razón Manuel, se pierde el hilo de la narración. Se aprende leyendo los comentarios. JZR.
EliminarNunca se llega a conocer lo suficiente de la historia para retener a todos los personajes, pero con las series de Isabel y demás los personajes resultan bien conocidos ya que no hace mucho las he visionado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Parece que eso de poner una vela a Dios y otra al Diablo siempre dió resultado. Yo estoy obligado por mi palabra a defender a la Beltraneja, tu, que eres mi primogénito, defiende a Isabel. Así, gane quien gane, siempre habrá un miembro de la familia entre los vencedores para velar por nuestros intereses...
ResponderEliminarEs una interpretación tan válida y descabellada como cualquier otra.
Un abrazo,