Autor: Óscar Rivadeneyra Prito
Publicado: Béjar en Madrid.
El proceso de desamortización de bienes eclesiales formó parte de las medidas de política liberal llevadas a cabo durante el reinado de Isabel II. Estas supusieron el cambio de manos de un sinfín de propiedades rústicas que habían engrosado durante siglos el patrimonio de la Iglesia. El estado decidió expropiar esas tierras e inmuebles, mayormente abandonados y sin uso, y sacarlos a subasta con el objeto de lograr que los nuevos dueños los labraran y revivificaran. Por distintos razonamientos en los que no nos extenderemos los historiadores han concluido en que las pretensiones buscadas por Mendizábal, promotor de la desamortización, no solo no se lograron sino que el efecto final resultó perjudicial para la economía española. Además de las tierras entraron en los lotes de subastas, innumerables conventos, abadías, monasterios, etc. cuya decadencia se venía poniendo de manifiesto desde hacía años y la desamortización terminaría por condenar a la ruina o a su definitiva desaparición.
Los tres conventos de Béjar fueron abandonados por los religiosos y salieron a subasta a partir del año 1836. La naturaleza de las familias que los adquirieron difiere bastante de la de los que compraron los lotes del monte Castañar años después, en la desamortización de los llamados bienes comunes. Los adquirientes de los conventos fueron individuos cuyas actividades económicas estaban vinculadas directamente con la industria textil y guardaban entre ellos algún grado de parentesco. El de San Francisco y el de la Anunciación fueron adquiridos por Anselmo Olleros Pérez y Juan Sánchez de Adrián[1], mientras que el del Piedad lo fue por parte de Julián Yagüe[2] pasando, tras su muerte, a sus hijas. En la década de los 70 del siglo XIX figuran como titulares de este convento los cuñados Cipriano Rodríguez-Arias, Nicolás Rodríguez Vidal, Jerónimo Gómez-Rodulfo y José López del Moral, casados con cuatro de las hijas de Yagüe, Manuela, María, Ángela y Rufina respectivamente[3]. En el año 1870 los cuatro fabricantes registran su propiedad para realizar una división cuatripartita por medio de un sorteo, pasando, con el tiempo, la parte de Jerónimo a su hijo Juan Gómez-Rodulfo Yagüe. Cada uno de los propietarios quería definir con exactitud lo que le correspondía con la intención última de construir viviendas[4].
Nicolás Rodríguez Vidal. Foto sacada de la web del Senado.
En 1885, desligados Rodríguez-Arias y López del Moral de esa propiedad, se realizaba la división física del edificio conventual en dos partes iguales que correspondieron a José Rodríguez Yagüe y Juan Gómez-Rodulfo[5], hijos respectivamente de los anteriores propietarios Rodríguez Vidal y Jerónimo Gómez. Para ello según indica la escritura «los arcos con pilastras del coro bajo de la iglesia, que están situados a mano izquierda de su entrada por la puerta principal de la Plazuela, serán cerrados por pared de cal, y prolongada por línea recta hasta la del refectorio por el callejón que da acceso desde el patio a dicho refectorio», continuando la pared desde allí «hasta la escalera que actualmente da acceso desde el patio al principal y concluye desde las esquina interior del torreón por la pared que se está construyendo en la huerta, en línea recta hasta la muralla»[6].
La descripción, como vemos, nos aporta datos interesantes de la distribución interior del edificio así como de su relación exterior con los históricos muros de la villa. A Rodríguez Yagüe correspondió la zona oriental desde el centro del conjunto hasta el obrador de Pozo, andando por la calleja hoy llamada de Ferrer. Y a Gómez-Rodulfo la parte opuesta hasta el inicio de la calle Colón[7].
Cipriano Rodríguez Arias. Foto de la web del Senado
El primero construyó en su espacio una vivienda y una novedosa propuesta lúdica llamada casa-café que de algún modo preludiaba su destino posterior como sede del Casino de Béjar. Mientras que el segundo vendería su parte a su hermano Francisco[8] que proyectaría desde esa fecha la construcción de una gran vivienda. El encargado de llevar a efecto sus ideas sería el prestigioso arquitecto Celestino Aranguren con quien desarrolló una intensa correspondencia durante los largos años de duración de las obras. Suficientes para replantearse la primera idea que recogía la construcción de otro casino e incluso un salón de actos. En el desmantelamiento de la fachada Francisco Gómez-Rodulfo reconoció una serie de escudos de Béjar que cedió al Ayuntamiento[9] y conservó otros elementos de la portada. El resultado final de la obra fue un edificio de carácter ecléctico donde se mezcla la tradicional sobriedad constructiva de Béjar en sus fachadas norte y oeste, con la elegante solución de galería de hierro troquelado más cristales cromados sobre el jardín del sur. En el interior convive lo clásico con ciertas licencias historicistas y el uso del hierro en las columnas, como distintivo de la época. El inicio de un nuevo siglo, el XX, llamaba a las puertas con ansias de modernidad dejando ya, solo como materia de investigación, el recuerdo de su pasado conventual.
[1] Archivo Histórico Provincial de Salamanca, P.N. 667, f.827, año 1858. En esta fecha se deslinda la parte correspondiente a cada uno de los propietarios. La de Olleros desde la casa de la viuda de don José Sánchez Ocaña hasta la pared de división, entre la calle y la muralla; y la de Sánchez desde ese punto hasta la calleja de San Nicolás con la que también lindaba por el sur además de con el tendal de Tomás Agero, que probablemente ocupaba el actual espacio del hoy parque infantil del Murallón.
[2] Julián Yagüe compró otras propiedades de origen eclesial, como una parte del término de Torrejón de Armuña, que perteneció al convento de monjas de Santa Ana y San Pedro, de Salamanca. Era el año 1840.
[3] AHPSA, P.N. 8107, nº 91, año 1871.
[4] Archivo Ramón Gómez-Rodulfo, B-2507, B-4503 y B-3705.
[5] AHPSA, P.N. 9137, nº 148, año 1885.
[6] Ibídem, f. 510.
[7] Los planos diseñados para la división del convento fueron realizados por Demetrio Muñoz Amador que ya había dibujado planos de las fábricas de Navahonda en 1868 y del propio Gómez-Rodulfo en 1870. Ver SÁNCHEZ MARTÍN, Javier R. La fábrica textil de Navahonda en un plano de 1868, Discurso de ingreso, CEB, 2012, y «Vista a vuelo de pájaro de los establecimientos maquinarios de Gerónimo Gómez y Cía» en Ferias y fiestas, 2014 Béjar, Cámara de Comercio de Béjar y Ayuntamiento, Béjar, 2014.
[8] Archivo Ramón Gómez-Rodulfo, B-5013.
[9] Archivo Histórico Municipal de Béjar, Actas de plenos del Ayuntamiento, año 1896, f. 236: Se da cuenta de que en la fachada del convento de la Piedad, que está siendo derribado por Francisco Gómez, existen algunos escudos en piedra que representan el de la ciudad y que el propietario cede para colocarlos en propiedades del pueblo. Probablemente se trate de un error de identificación confundiendo el escudo ducal con el municipal.



Tras la desamortización de Mendizábal los bienes que eran propiedad de la iglesia pasaron a manos como ocurrió en Béjar a manos de las clases mas pudientes. Y los edificios que de lo que hablamos aquí y en este caso paso a mejor vida destruyéndolo por completo para hacer unos nuevos edificios o el abandono ha contribuido a su ruina.
ResponderEliminarSaludos.