Publicado: Revista Cultural de Gibraleón (Huelva) nº17. Junio de 2015
En 1713 dejará este mundo
Francisco Pizarro y Pedraza y en 1729 le seguirá su esposa doña Ana López
Dávila, según la partida de defunción, muerta “de repente”. Al fallecimiento de su padre heredará el mayorazgo de
los Pizarro y el vínculo de los López Dávila, como hemos comentado, su hijo
Francisco Pizarro y Pedraza quien, como clérigo, no tendrá descendencia legítima.
Iglesia de El Salvador. Béjar
A la hora de redactar su testamento en 1734 designará como heredero del
mayorazgo a su sobrino Antonio Raimundo, hijo de Juan Vicente. El segundón de la
familia había casado en tres ocasiones con mujeres nacidas en Gibraleón y con
todas ellas tuvo descendencia, primero con María Camacho y Blanco, después con
Mª Josefa Ojeda y Rivera y por último con su prima Mª Agustina Pizarro y Acorso.
Nos interesa mencionar a algunos de ellos porque seguirán consolidando los
intereses familiares en ambas villas hermanas. Con María Camacho y Blanco, Juan Vicente había tenido en Gibraleón en
1714 a Antonio Raimundo Pizarro y
Pedraza, quien heredaría el mayorazgo fundado por su abuelo Francisco
Pizarro y Pedraza en Béjar, como hemos dicho. Mientras sus hermanos José
(habido con su prima Mª Agustina Pizarro Acorso), Francisco Tadeo (Gibraleón,
1737-1799), Antonia, Isabel, Juan Antonio (casado también con su prima Mª
Antonia Pizarro y Acorso, nacido en Gibraleón y muerto en Béjar) y María (casada
con el onubense José de Mora y Negro) permanecían Gibraleón, él se apartaría de
la senda del linaje en tierras andaluzas para seguir la política de
engrandecimiento familiar en tierras salamantinas.