Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid nº 4.797 (16/03/2018), p. 4.
La imagen de una mujer
enlutada recorriendo los campos castellanos junto al ataúd de su marido está
ligada en la imaginación popular a Juana I de Castilla, llamada La Loca, pero
no es un caso único. Durante la Edad Moderna los cortejos fúnebres de grandes personalidades
de la corte paseaban por los caminos de pueblo en pueblo desde los lugares de
fallecimiento hasta los de su eterno reposo, parando en conventos e iglesias
donde se depositaba el féretro.
Claustro del convento de San Francisco de Béjar.
Retrocedamos
en el tiempo y viajemos a 1721. Una carreta con crespones negros y penachos de
plumas traslada un catafalco por las empedradas calles de Béjar desde el
Palacio Ducal. El traqueteo a cada rodada parece a punto de dar con la caja y
el cuerpo del difunto en el suelo. Un cortejo fúnebre de caballeros
enlutados y no menos de una veintena de clérigos del Cabildo Eclesiástico entonando
salmodias de muerto lo acompaña. Las campanas tañen tristemente, con una
cadencia que pone a los paisanos los pelos de punta. Tal recuerdo de la muerte
se detiene a las puertas de la iglesia del convento de San Francisco donde es
recibido por el padre guardián, el capellán y los frailes, no menos de veinte.
Cuando la escenificación de la bienvenida a los restos mortales del fallecido
concluye, seis hombres ataviados con ricas ropas cargan el ataúd, cubierto con
una magnífica tela de terciopelo con las armas ducales del finado, y lo
introducen en el templo. Es la hora de los cánticos fúnebres y el olor a
incienso.
Escudo de los Duques de Nájera
El cadáver recibido de tal guisa pertenecía a un miembro
de la casa ducal, sí, y era duque, sí, pero no de Béjar. Se llamaba Pedro Antonio
López de Zúñiga y Guzmán y había nacido en Béjar el 9 de octubre de 1681[1],
hijo del famosísimo duque don Manuel, el Buen Duque, muerto en Buda (Hungría),
y de Mª Alberta de Castro y Portugal. Siendo el hijo segundón de la familia -el
heredero de los títulos era su hermano Juan Manuel-, no le quedaba otro remedio
en la vida para medrar que un buen casamiento o una canongía.
Nicolasa Manrique de Mendoza y Velasco, XII duquesa de Nájera, madre de Ana María Manrique de Guevara.
Retrato de Claudio Coello. Instituo Valencia de Don Juan
Así
lo debió de pensar su abuela Teresa Sarmiento de la Cerda, su madre Mª Alberta
y su tío y padrino Baltasar de Zúñiga, marqués de Valero, al casarle con la
heredera del ducado de Nájera, Ana María Sinforosa Manrique de Guevara y
Velasco. Dicha señora ostentaba también los títulos de marquesa de Cañete, condesa
de Valencia de Don Juan, de La Revilla y de Belmonte de los Campos, que fueron
a parar a manos de Pedro Antonio López de Zúñiga en su calidad de consorte.
En
el momento de la boda el marido sobrepasaba a la novia en once años al haber
nacido ella en 1692. El futuro flamante XIII duque de Nájera fue investido con el hábito de
caballero de la Orden de Santiago en 1701 [2],
desempeñando el cargo de Comendador de Castilleja de la Cuesta, Huélamo y Mures
y Benazuza[3].
A estos cargos se le sumó el de Teniente General de los Reales Ejércitos, un
premio obtenido de la mano de Felipe V por la lealtad de la Casa de Zúñiga a
los Borbones durante la Guerra de Sucesión.
La
pareja tuvo solo un hijo, Pedro Antonio, en 1715 y murió siendo un niño, cuando
se le había otorgado el título de conde de Treviño. Por un documento que se
conserva en el Archivo Histórico Nacional sabemos que nuestro personaje
reconoció en su lecho de muerte a un hijo natural, Antonio Artus, habido con
una mujer francesa llamada Mariana de Orchet antes de su matrimonio.
Claustro gótico del monasterio de Santa María la Real de Nájera. Foto de larioja.com
Pedro Antonio de Zúñiga y Guzmán murió en Béjar, en el
Palacio Ducal, el 13 de julio de 1721 [4].
Según el testimonio ofrecido por su confesor ante notario, el duque de Nájera
se encontró enfermo estando en esta villa y reposaba en un lecho en “un Quarto que esta al andar la Galeria baja
de dicho Palazio a mano hizquierda [5]”.
Había dejado estipulado en su testamento que su cuerpo debía reposar en la
iglesia del convento de San Francisco de Béjar hasta que se trasladase a Nájera
y así se hizo. Con el beneplácito de su hermano el duque de Béjar, patrono del
convento, se le enterró temporalmente en la capilla mayor, “en una caja forrada de plomo por denttro y
de tablas por de fuera con tterziopelo negro, guarnezido con galones de oro y
tachuelas, con sus dos zerraduras y llaves”. Recibió los ilustres restos el
guardián del convento, fray Juan Nicolás Sánchez, con el mandato de que cuando
así lo estipulase su viuda o descendientes le trasladasen a la capilla ducal en
Santa María la Real de Nájera, panteón de los reyes navarros. Según el escribano, se abrió el féretro y “estaba difunto el cuerpo del dicho señor
duque de Nájera, según pareze, y se volvió a zerrar”. Las llaves serían
custodiadas, una por el secretario de la duquesa de Nájera, y la otra por
guardián del convento. El ataúd fue depositado en un nicho bajo el altar mayor[4].
Iglesia del monasterio de Nájera. Foto wikipedia
Su esposa volvió a casarse en dos ocasiones, la primera
con José de Moscoso y Osorio, y la segunda con Gaspar Portocarrero y Hurtado de
Mendoza, marqués de Almenara, y sobrevivió a su marido diez años, muriendo en
1731 a los 38 años.
Es
el caso de Pedro Antonio de Zúñiga paradigmático, pues bejarano lo era y de
buena ley al nacer y morir aquí, además de ser olvidado por sus convecinos como
otros ilustres nacidos en ella.
Interior de la iglesia de Santa María la Real de Nájera
Wikipedia
[1] Y bautizado en la iglesia de
Santa María la Mayor de Béjar CASCÓN MATAS, Mª. C.: “De bautizos y otras
ceremonias religiosas en la iglesia de Santa María la Mayor de Béjar”, 4.494
(02/V/2008) y 4.495 (09/V/2008). La partida bautismal se ha extraído del Archivo
Parroquial de Santa María la Mayor: Libro de bautismos nº 4 (1649- 1719), f.
120.
[2] Archivo Histórico Nacional ES. 28079.
AHN/1.1.13.7.4//OM-EXPEDIENTILLOS,N.6230. Expediente para la concesión del
título de caballero de la orden de Santiago a Pedro Antonio de Zúñiga.
[3] Archivo Histórico Nacional. ES.28079.
AHN/1.1.13.8.4//OM-CABALLEROS_SANTIAGO, Exp.9214 Pruebas para la concesión del
Título de Caballero de la Orden de Santiago de Pedro Antonio de Zúñiga y
Fernández de Castro, natural de Béjar, Comendador de Castilleja de la Cuesta,
Huélamo y Mures y Benazuza en la Orden de Santiago.
[4] Archivo Histórico de la Nobleza.
OSUNA, C.450, D.300. Traslado certificado de la partida de
defunción de Pedro Antonio de Zúñiga, (duque de Nájera), hijo de [Manuel Diego
López de Zúñiga, X duque de Béjar], que falleció el 13 de julio de 1721.
[5] Archivo Histórico de la Nobleza,
OSUNA, C.259, D.108. Copia certificada dada a petición de
María Josefa Alfonso Pimentel [Téllez-Girón, XII] condesa-duquesa de Benavente,
de la declaración de Pedro Antonio de Zúñiga Guzmán Sotomayor Mendoza, duque de
Nájera, hecha el 11 de julio de 1721 ante su confesor, de haber tenido un hijo
natural llamado Antonio Artres con la mujer Mariana de Orchet, pidiendo a su
hermano Juan Manuel López de Zúñiga Mendoza Sotomayor, [XI] duque de Béjar que
ampare a este niño, f. 9.
[6] Archivo Histórico de la
Nobleza,OSUNA,C.450,D.351 .Copia certificada del depósito del cadáver de Pedro
López de Zúñiga, duque de Nájera, marqués de Cañete, conde de Triviño, a
instancias de su esposa Ana Manuela Manrique de Lara Hurtado de Mendoza, y de
su hermano Juan Manuel Diego López de Zúñiga Guzmán, [XI] duque de Béjar, en el
Convento de San Francisco de Béjar (Salamanca), antes de su traslado definitivo
a la Iglesia de Santa María la Real de Nájera (La Rioja).
Esta gente solía vivir poco, pero les daba tiempo a hacer muchas cosas. Fíjate en esta Ana María Sinforosa, que murió diez años después que su marido, a los 38 años, pero la dió tiempo a casarse otras dos veces. Eso es aprovechar.
ResponderEliminarMUy interesante, como de costumbre, el retazo histórico con que nos ilustras hoy. En cuanto al luto, hay un punto de conexión con esa Andalucía profunda de mediados de siglo XX, donde los lutos humildes eran toda una puesta en escena que iban mucho más allá del sentimiento trágico hacia lo social.
ResponderEliminarGracias y un abrazo.
Pasear los muertos por los caminos. Tiempos aquellos en los que lo truculento no estaba mal visto, sino que formaba parte del ritual cotidiano puesto que la vida era corta y convenía familiarizarse con la muerte.
ResponderEliminarUn saludo.
La imagen del muerto por el camino no me es rara. De pequeño, vivía al lado del cementerio y veía pasar los cortejos fúnebres. No eran pocos los vestidos de negro.
ResponderEliminarEn la familia, la muerte de mi abuela materna, en un accidente de tráfico, cuando tenía 8 años, hizo que a familia enlutara al punto de ni siquiera encender la televisión...
Besos Carmen
Sio como nos dices no solo Juana I la dio por ir con el muerto dando vueltas antes y después también los pasearon otras personas.
ResponderEliminarUna de las localidades de las que fue conde Belmonte de Campos es un pequeño pueblo de Palencia cercano con Medina de Rioseco.
Saludos.
Doy por supuesto que la última voluntad de su traslado a la magnífica iglesia de Santa María la Real de Nájera debió cumplirse porque mi lado imaginativo se ha quedado con el resquemor de que su viuda, muy ocupada en casarse y enviudar, pudiera haberse olvidado del asunto.
ResponderEliminarUn abrazo,
A mí me ocurre los mismo, Miguel. Por un ado quiero creer que la viuda reclamó sus restos y los trasladó a Nájera. Sería bonito que reposaran allí, pero también me inclino por Béjar y dudo de si su eterna morada no seguirá siendo el convento de su Béjar natal.
EliminarNo he encontrado dato alguno que me corrobore ni una cosa ni la otra. Quizá en una futura investigación dé con un documento que me lo aclare.
Abrazos
Me supongo, que dado que en esa época, los trasportes eran más lentos y no había los sistemas de refrigeración, como los quehay ahora, tardarían el algunos casos días, en llegar . Debía ser muy desagradable el olor que desprendía el cadáver del fallecido.
ResponderEliminarBesos
Has dado una buena introducción a tu escrito muy interesante.
ResponderEliminarYo recuerdo de pequeña los cortejos que se formaban para acompañar al difundo hasta el cementerio, me acuerdo especialmente de una amiga que se murió tan jovencita y creo que la acompañaron todas las niñas del pueblo.
Un abrazo.
Lástima que no tengas información sobre el traslado del cadáver a Nájera. Me resulta muy sospechoso que esta señora enviudara tres veces, "Disculpa pero no se si fueron muertes naturales y me queda la duda".
ResponderEliminarUn abrazo.
Una sugerencia muy del gusto de la novela negra y de la especulación, pero hay que entender que en aquella época existían muy altas tasas de mortalidad, por lo que no es de extrañar que murieran sus tres maridos. Es más habitual ver que los maridos sobrevieran a sus mujeres, pero al contrario tampoco era extraño.
EliminarUn beso
Veo que se me ha adelantado Conchi, porque yo iba a comentar más o menos lo mismo, y aunque veo que tu le respondes con que era habitual...perdona, pero sigo sospechando de la señora.
ResponderEliminarE imagino también, el gran número de personas que tuvieron que participar en esos traslados, al tratarse de un ataúd de plomo y revestido de madera, y si a esto le añadimos el peso del difunto ?, seguro, que sin conocer el espesor, ni el tamaño del ataúd, de plomo, estamos hablando de más de 200 k.
Buen y bonito trabajo, Carmen.
Un abrazo.
·.
ResponderEliminarBrillante escenificación la que haces en el segundo párrafo. No hay ahora tanto boato, solo por muy importantes personajes, merecidamente o no, se monta un espectáculo. No de mi gusto, claro.
Una vez más, un buen trabajo.
Un abrazo... y a cuidarse !
.·
LaMiradaAusente · & · CristalRasgado
Tienes razón en cuanto al impacto que nos dejó ver el cuadro de Juana la Loca trasladando a su esposo, pintado por Francisco Pradilla. Leer tu texto y recordar los rostros de sus acompañantes, la atmósfera, es todo uno.
ResponderEliminarY también pensar en el coraje de aquella mujer, que si no estuvo loca, con todo lo que vivió era para estarlo. Un beso.
Me llama la atención que no haya documentos que certifiquen su traslado, siendo un personaje tan importante. Nos quedaremos con la duda. Un saludo.
ResponderEliminarCumplieron su voluntad. Y según la historia su viuda enviudó dos veves más.
ResponderEliminarPoco le duraban los maridos.
Cuídate.
Un abrazo.
Lo de los cortejos fúnebres moviéndose por España, y aún por Europa, es tremendo. No el de Felipe el Hermoso, me viene ahora a la imaginación cómo Francisco de Borja al contemplar el cada´ver de la reina decía que nunca volvería a servir a señor que se me pueda morir, al ver el estado en el que se encontraba la hermosa emperatriz Isabel de Portugal.
ResponderEliminarSaludos.