Amigos de Béjar y sus historias

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5/23/2025

Pueblos sin gente / 3 (2ª parte). Las Casas del Robledo junto a San Bartolomé (ca. 1479-1667)

Autor: José Muñoz Domínguez

1. Breve historia de las Casas del Robledo entre la Baja Edad Media y la crisis del siglo XVII

Como en la mayor parte de los casos de estudio de esta serie, el origen del despoblado se pierde en los tiempos de la repoblación medieval del territorio, y en este ni siquiera podemos ir más allá de 1479, cuando el topónimo se menciona indirectamente en el nombre de un tal Juan García de las Casas, representante concejil de Santibáñez de Béjar que quizá era oriundo del lugar de las Casas del Robledo (1), dos asentamientos con términos limítrofes y núcleos distantes apenas 9,5 km en línea recta. Así lo interpreta González Calle y lo mantiene Moreno Arribas, aunque sin tener en cuenta la existencia de las Casas del Fraile, el despoblado con el que iniciábamos este trabajo e igualmente cercano a Santibáñez (unos 12,5 km), en cuyo caso sería esta la primera referencia documental casafraileña. No obstante, me inclino por la primera posibilidad, no tanto por su relativa cercanía como por el hecho de que al despoblado navacarrense nunca se le retiró el apelativo frailuno, mientras que el que ahora nos ocupa perdió muy pronto la referencia al monte de roble original.

El siguiente dato sobre las Casas del Robledo ya es directo y fehaciente, pues consta de forma expresa en el Censo de pecheros de Carlos V, de 1527-1528 (2), como entidad local independiente y con un total de 43 vecinos registrados (ca. 172 almas o habitantes, repartidos en 44 casas), mientras que en San Bartolomé se contabilizaron 81 vecinos (ca. 324 almas y 83 casas habitadas), es decir, algo menos del doble que el futuro despoblado. En el Censo de 1534 (3) las cifras se mantienen invariables, pero la proporción comenzaría a cambiar en pocas décadas, a finales del siglo XVI y durante el primer tercio del siguiente. Así, en el Censo de población de 1591 (4) se anotan ya 50 vecinos para las Casas (200 almas y 51 viviendas) frente a los 89 vecinos de San Bartolomé (356 almas,  incluido un clérigo, y 91 viviendas), hasta superar la proporción de dos tercios de la entidad menor respecto de la mayor en el Padrón local de 1632 (fig. 1 y nota 5), con nada menos que 62 vecinos en la primera (248 almas y 63-64 casas) respecto de los 90 vecinos de la segunda (360 almas y 92 casas), cifras que marcan el máximo histórico que he podido documentar para ambas localidades antes de la crisis demográfica del siglo XVII. 


Fig. 1. Padrón de vecinos de las Casas del Robledo en 1632, fol. 1v (disponible en https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/5213155?nm).

 

Por su interés para conocer el nombre de los primeros «casarrobleños» documentados (excepción hecha de Juan García de las Casas), recojo el listado completo de los que constan en este padrón de vecinos, casi todos cabezas de familia, con no pocas dudas de transcripción debido a la pésima caligrafía del amanuense y su afán por las abreviaturas:

2/20/2021

Mas vale no ofender a la Justicia: la conclusión del escandaloso episodio del carruaje de don Antonio Pizarro y Pedraza (2ª Parte y final)

Autora: Carmen Cascón Matas

Publicado: Béjar en Madrid, 4.828 (05/07/2019), p. 4.

       Los hechos acaecidos el 6 de agosto de 1738 llegaron hasta los oídos ducales, imaginamos que en forma de rumor a los pocos días de ocurridos, y también de forma oficial a través de una denuncia interpuesta ante él por el Corregidor. Así del 20 de agosto se conserva un documento que describe lo acontecido y no precisamente siguiendo la versión recogida por el Consistorio, una versión en la que, recordemos, el primo de Antonio Pizarro había acudido a los regidores para solicitar la apertura de la puerta de paso del coso por la desembocadura de la calle Mayor, petición que se concedió, sino que “hizo romper y derribar una barrera para que entrase en dicha Plaza en el coche su mujer, hermana y criadas[1]”. Su violenta actuación “pudo ocasionar una sublevación de todos ellos

 


Escudo de los Pizarro según el libro de Juan Bautista de la Calle dedicado aAntonio Pizarro y Pedraza en 1756

Y el mismo escudo en una tumba de la rama Pizarro en Gibraleón (Huelva)

3/28/2018

Aquel verano de 1867 en Béjar (2ª Parte y final)


Autor: Ignacio Coll Tellechea
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2017, pp. 58-61; y http://collcenter.es/aquel-verano-de-1867-en-bejar/

       El 29 de agosto de 1867, los militares decidieron seguir el rastro de los fugados, saliendo el grueso de la tropa en su búsqueda y quedando 70 guardias y tres oficiales como retén en la ciudad. Cuando esto ocurrió, los revolucionarios bejaranos que permanecían en el municipio tocaron las campanas de las iglesias. La llamada surtió efecto, y mientras en las calles se montaban barricadas, la partida de Valle, Guijo y Aniano regresó a la llamada convenida y puso cerco a los militares. Tres horas duró el enfrentamiento, en el que perdieron la vida tres guardias y varios resultaron heridos. Especialmente dificultosa fue la toma de la Iglesia de El Salvador, en cuya torre los uniformados se hicieron fuertes. Para conseguir que se rindieran, los sublevados quemaron pimientos en su base, de forma que la humareda resultante motivó su intoxicación y el abandono de las armas.

        Tras la euforia de aquel mínimo triunfo, los rebeldes se hicieron con el control de la ciudad y se aprestaron a organizar la defensa, sabedores de que un contingente importante de tropas se acercaba para acabar con la insurrección y tomar de nuevo el mando.

      Tenían razones para preocuparse, porque una columna compuesta por más de 1.500 efectivos de los cuerpos de infantería, caballería y artillería estaba a punto de llegar a Béjar, alertada por los sucesos de los días anteriores. Al conocerlo, los rebeldes acumularon armas, en número de unas 400, fortificaron las zonas clave con barricadas y se llegaron a desenrollar varias calles para utilizar las piedras como improvisados proyectiles.

 Tropas Infantería 1863
Imagen sacada de aquí

4/10/2014

El castillo de Béjar y otras fortificaciones de su entorno: origen y arquitectura (2ª Parte)



Autor: Roberto Domínguez Blanca
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2013,  pp. 71-76.


Castillos del territorio castellano (II)      

     En una elevación al pie del río Tormes, el castillo de El Barco de Ávila o de Valdecorneja responde al modelo característico de castillo del siglo XIII. Contaba con recinto amurallado del que quedan algunos vestigios, destacando la puerta del Ahorcado. Su estructura es sencilla y diáfana: planta cuadrada con cubos cilíndricos guarneciendo las esquinas y una gran torre del homenaje en el medio de uno de los lienzos. Asimismo, tendría foso y contrafoso, y una vez atravesados, disponía de dos puertas en arco apuntado para su acceso, una que daba a la villa y otra al río. Repite modelos de la llamada escuela de Valladolid, como el de Villalonso (Zamora), adoptado a lo abulense, pues el referente más inmediato es el castillo de Arenas de San Pedro. Cooper advierte que las marcas de cantero de la torre del Homenaje son las mismas que las de la monumental iglesia gótica de Bonilla de la Sierra, por lo que tuvieron que trabajar los mismos constructores.

 Castillo de El Barco de Ávila (Ávila)