Autor: Roberto Domínguez Blanca
Publicado: Especial Béjar en Madrid, 2009
Tomás Pérez Monroy, entre el rococó y el neoclasicismo
Nuestro
retablista regentaba un prestigioso taller en la Salamanca de la segunda
mitad del siglo XVIII junto a su padre Agustín. Su evolución artística la
podemos seguir casi sin salir de nuestra comarca, pues antes de hacer el
retablo de Béjar materializó el mayor y un colateral para la iglesia de
Gallegos de Solmirón (Salamanca), rococós, y después concluyó el mayor de Sorihuela (Salamanca),
neoclásico.
Fotografía antigua del desaparecido retablo de la iglesia de San Juan Bautista de Béjar
El
retablo mayor de Gallegos de Solmirón se contrató en 1786, once
años antes que el bejarano, y afortunadamente nos han llegado tanto el retablo
como su contrato [1]. Por él sabemos que de su
mano también salió el retablo colateral del Santo Cristo, que debía acometerse
en consonancia estilística con el mayor. Ambos sumaron 12.000 reales de gasto,
en los que hay que incluir otras pequeñas piezas (dos credencias) y algunos arreglos.
En
los dos ejemplos estamos ante retablos paradigmáticos del rococó salmantino. El
mayor es tetrástilo, es decir, se levanta sobre cuatro soportes de orden
compuesto, generalmente columnas, aunque en este caso por la estrechez del
espacio los extremos se reducen a pilastras. El tipo de fuste de columna es
marca de la retablística salmantina rococó, con un anillo en el tercio inferior
al que se adosan cintas avolutadas y motivos vegetales; sin embargo el fuste no
está estriado, sino que es liso, más propio del posterior estilo neoclásico.
Por supuesto, la rocalla y las sartas vegetales talladas en relieve cubren casi
todos los paneles y el entorno de las hornacinas. Éstas son escasamente
profundas y con peanas muy voladas para las imágenes de los santos. Por otro
lado, sorprende la estrechez del retablo, que no ocupa los tres paños de la
cabecera poligonal, sino simplemente el frontal, pero fue por expreso deseo de
Francisco Alonso, mayordomo de la iglesia: (…)
y esta obra [el retablo], se ha de hacer
en línia [sic] paralela y no en tres
ochavos [2].