Cuando Jesús A. García, el editor e
introductor de este libro no venal de 145 páginas que ve la luz gracias a la
colaboración de los ayuntamientos de Fuentes de Béjar, La Cabeza de Béjar, Nava de
Béjar y la Asociación
de Vecinos “Los Hermanitos” de Nava de Béjar, me lo puso en las manos no tenía
idea de quién era su autor, Ángel Menoyo Portalés, ni si estaba vivo o muerto,
ni qué significaba el título de la obra. El
carril de paja, leí e imaginé que tenía que ver con las faenas del campo.
Qué lejos estaban mis suposiciones de la realidad.

Jesús
me describió entusiasmado cómo fue adentrándose en la búsqueda de un libro del
cual se había perdido memoria o del que quizá pocos habían tenido constancia en
su momento, más allá de los familiares y amigos del autor. La labor de
investigación dio el fruto apetecido y, una vez hallado El carril de paja, fue hora de
adentrarse en él, en las tradiciones y lugares que en él tenían lugar y en
la vida y obra de Ángel Menoyo Portalés. A todo ello dedica Jesús una
introducción sabrosa y necesaria antes de que el lector haga un viaje en el
tiempo trasladándose a Nava de Béjar, La Cabeza de Béjar y Fuentes de Béjar allá por
principios del pasado siglo. Pero antes de nada Rafael Sánchez desgrana con
cariño y desde el corazón los recuerdos de un mundo que se fue, aquel en que
los tres pueblos cercanos presumían de industrias (textil, Fuentes; La Cabeza, chocolates y
curtidos; Nava, chacinería) y que contaban con la ventaja de un tren que les
podría llevar de Sur a Norte, de Cádiz a Gijón, con sólo asomarse a la cercana estación
de Fuentes. Dice Rafael que Nunca debemos
olvidar quiénes somos y de dónde venimos. La vida es una rueda y podemos regresar
siempre al principio. Y para ello qué mejor que rescatar los recuerdos,
hacer revivir los lugares y las gentes, ponerles voz, aunque resulte duro y la
melancolía y las lágrimas acaben por asomarse a los ojos. A Rafael se le nota
que la emoción le sobrepasa en las pinceladas que nos proporciona de su
infancia, aquella en la que el mundo que nos rodea se percibe con un halo
mágico, los segundos duran minutos, los minutos horas y las horas días, y los
sucesos se graban a fuego en la memoria.