Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez
Al entonces
príncipe Felipe no le gustó el retrato que le hizo Tiziano en Augsburgo -el
rostro pintado de prisa y mal acabado, dicen que dijo-, por lo que el pintor
le envió otro en el que el rostro era el mismo, pero había ciertos cambios como
la ausencia de la gran mesa cubierta de terciopelo rojo. No sucedió igual con
la composición Venus y Adonis, que Felipe aceptó de inmediato y con
agrado cuando ya era rey de Nápoles y Sicilia. La nueva obra de Tiziano, sin
embargo, no era más que copia de otra suya anterior, pintada cuando Felipe aún
no había nacido, en la que el artista reemplazó la cabeza de Adonis por la del
monarca y la de Venus por la de su amante, la burgalesa Isabel Osorio.
Venus y Adonis,
por Tiziano. Museo del Prado
Descendiente del
rabino Shlomóh Haleví -Pablo de Santamaría y obispo de Burgos después de convertirse-,
Isabel, algunos años mayor, fue dama de la madre de Felipe y luego de su
hermana Juana. Los amantes se habrían conocido en la corte de Juana en Toro,
donde se crio el primer hijo legítimo de Felipe, pero se dice también que la
relación venía de cuando el príncipe tenía quince años y estaba aún en manos de
su preceptor, Juan de Zúñiga, que la habría informado en sus cartas al
emperador. Otra línea de investigación conduce a que el vínculo se habría
consumado y hecho permanente en una finca cercana al palacio Magalia, Ávila, de
Pedro de Ávila y Zúñiga, I marqués de Las Navas, contador mayor de Castilla,
miembro del Consejo de Hacienda del emperador y nieto de Álvaro de Zúñiga, I
duque de Béjar (el II duque de Béjar, nieto homónimo del I, era padrino de
bautismo de Felipe).