Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez
No se nombra al duque
de Béjar entre los nobles a quienes el cardenal Cisneros tuvo que mostrar los
cañones para sosegarles, pero la verdad es que la alta nobleza castellana estaba
inquieta por el vacío de poder a la muerte de Fernando el Católico, situación
de la que esperaba aprovecharse. Álvaro II de Zúñiga se había acercado a la
reina legítima Juana la Loca, pero una parte importante de su familia de la que
era pariente mayor, los Zúñiga de
Miranda del Castañar, se había adherido abiertamente a quien sería Carlos I de
España y V del Sacro Imperio Romano Germánico (Íñigo de Zúñiga
Avellaneda y Velasco, futuro cardenal, y su hermano Juan, futuro jefe de la
casa imperial, le fueron a buscar a Flandes)
Los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo, de Antonio Gisbert Pérez. 1860
La rebelión de
los comuneros, que también habían recurrido a doña Juana en primera instancia,
representó una oportunidad a los nobles de poner coto a los poderes del nuevo
monarca, para su propia conveniencia por cierto, pero los desmanes que
empezaron a afectarles les convenció rápidamente de plegarse al partido
imperial. Carlos los había atraído, por lo demás, con títulos, prebendas y
honores considerables, muchos de los cuales recayeron en el propio duque de
Béjar y sus familiares.