Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, 04/07/2014, nº 4.706, p. 12.
Tras el final de
la Segunda Guerra Mundial concluye la labor que como embajador encargado de
negocios y ministro consejero ocupó a Juan Teixidor en el Vaticano. Con más de
cincuenta años el diplomático bejarano continuaba su carrera en puestos de
responsabilidad dentro de los gobiernos españoles de la posguerra. La labor de
establecer relaciones entre nuestro país y las naciones europeas en tiempos de
descrédito, recelos, desengaños y sospechas, no fue fácil para los
representantes del régimen de Franco que durante los años cuarenta permanecía
sumido en la autarquía y el aislamiento. Teixidor pudo sufrir en sus propias
carnes la animadversión que los sectores más radicales sentían hacia la España
del momento, como veremos a continuación. Sucedió en Génova en 1949, la ciudad
italiana donde había sido destinado como cónsul tres años antes. Según nos
relata Antonio Téllez Solá en la revista Polémica los dos años previos
habían sido especialmente virulentos en España en lo que respecta a la lucha
contra los guerrilleros y el maquis, con un gran número de bajas.
Tiroteos, detenciones y consejos de guerra se sucedieron hasta sofocar casi por
completo a un movimiento que aún albergaba esperanzas tras la victoria aliada
en la guerra mundial.
Foto antigua de la Estación de Tren de Génova.
Imagen extraída de aquí
La muerte de guerrilleros españoles habría de tener una
considerable repercusión en Europa, especialmente entre el ambiente anarquista
italiano donde se produjeron numerosas muestras de protesta. Sin duda la más
sonora se llevó a cabo en Génova y tuvo como objetivo atentar contra el cónsul
español que, como hemos dicho, no era otro que nuestro protagonista Juan
Teixidor. Según sigue relatando Téllez Solá, el 8 de noviembre de 1949 los
anarquistas italianos De Lucci, Mancuso y Busico se presentaron en el consulado
de España, en el número 3 de la Via Brigata Liguria. Los tres iban armados con
pistolas y portaban una bomba alemana Sipel. Armas en mano tranquilizaron a los
empleados del edificio diciéndoles que sólo les interesaba el cónsul y tras
cortar las líneas telefónicas entraron en su despacho. Este estaba vacío. Luego
se supo que Juan Teixidor no se encontraba allí porque acababa de desplazarse a
una lujosa recepción de la naviera italiana en el bote Cante Biancamano. Ante esta situación los anarquistas se
desahogaron con un retrato del Jefe de Estado español, que hicieron trizas, y
sustituyeron la bandera nacional y la falangista por una de la federación
anarquista de Génova con el lema “Ni dios(sic) ni amo”. Finalmente
prendieron fuego a los documentos del despacho, que acabaría destrozado tras
arrojarle una granada. Los anarquistas huyeron entre el desconcierto de la
situación; alguno de ellos llegó a pasar la frontera francesa, pero acabarían
detenidos y juzgados[1].