Autor: José Francisco Fabián García
Relato ganador del Concurso Literario del Casino Obrero de Béjar, 2015
Al poco de amanecer y sin probar aún bocado, como mandan los cánones de la caballería, los dos hidalgos fueron al bosque de castaños que sigue al estanque, aún con el gorro de dormir y el camisón blanco, armados de sus espadas, con el fin de profesar ejercicio de armas con el estómago vacío, ya que ha de estarse siempre entrenado, pues el ocio seca los miembros y las ideas que los dirigen.
Hombres de musgo
Llegada la hora pensada, pusiéronse en disposición de partir para Béxar, donde aquel día preciso se celebraba el Corpus Christi, festividad religiosa de la Eucaristía consagrada, de gran solemnidad y empaque, en la que el duque desfilaba a la vista de su pueblo con pompas y poderes. Llamaron gritando don Quijote y don Albín a sus escuderos sin respuesta cuando ya la mañana avanzaba. Movilizaron a criados y sirvientes del palacio creyéndoles raptados hasta que un criado los despertó, pinchándolos con la punta de una horca de madera, enterrados en el heno, cuando procedía a tomar un haz de tal con el que dar alimento a los caballos. Solo así bajaron ambos del sueño y entraron en el del malestar que acompaña a las noches de farra y abandono cuando se abre, después, de nuevo el ojo y la cabeza vuelve. Un caballero nunca golpea a su escudero, pero bien lo merecían ambos, aun así recibieron el reproche airado de sus señores, no solo como causantes de la demora, sino también por la facha que ambos sacaban, todavía extenuados por el sueño profundo interrumpido. Sin que fuera una venganza, sino a fe de despertarlos en verdad, les ataron de los pies y a través de una polea, fueron introducidos una y otra vez de cabeza en el estanque hasta que hubieron recobrado la normalidad y entonces, oportunamente secos, partieron para Béxar sabedores de que no llegarían a la pompa del todo a tiempo.