Amigos de Béjar y sus historias

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6/13/2025

Las torres almenaras onubenses y el linaje de los duques de Béjar

 Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez

          La relación causa-efecto se expresa muy bien en la frase popular esos polvos trajeron estos lodos, que en términos actuales ilustra, por ejemplo, las consecuencias del colonialismo europeo de siglos anteriores. Así también, la política expansionista de los Reyes Católicos (toma de Granada, 1492) y del Imperio Otomano (toma de Argel, 1525), dio origen a los corsarios o piratas berberiscos, que desde el norte de África saqueaban la costa mediterránea y atlántica. Para defenderse, se construyeron torres de vigilancia en la playa, desde las que los vigías daban la voz de alarma a la población con la frase: ¡Hay moros en la costa!       

Cartagenadelevante.wordpress.com

        Carlos I de España –y V de Alemania por cierto-, inició las fortificaciones que fueron implementadas por su hijo, Felipe II, y terminadas por su nieto, Felipe III. Las torres en general debían extenderse desde Almería a Huelva, y en cuanto a las onubenses, estas cubrían el litoral desde la desembocadura del Guadalquivir hasta la del Guadiana. Si bien se tiene conocimiento de las catorce originales, en la actualidad se conservan sólo once torres almenaras en el sector, tema que genera mucho interés dada su importancia histórica, sin olvidar que se han convertido en todo un símbolo de algunos de los lugares en que se insertan. Abierto al público en general, existe un programa denominado Descubre tus fortalezas, patrocinado por el Colegio de Arquitectos de Huelva, que propone descubrir los sistemas defensivos de la provincia a través de visitas culturales gratuitas guiadas por arquitectos, historiadores y arqueólogos.

6/06/2025

Una ermita en la Peña de la Cruz para evitar tormentas

Autor: Agustín García Gómez

        El desorden histórico existente en el Archivo Histórico de la Nobleza, a pesar de los múltiples intentos realizados por los Zúñiga para su buena conservación y ordenamiento, hace que su investigación requiera de muchas horas de dedicación, a cambio de sorpresas como la que hoy se expone.

 Paraje de la Peña de la Cruz. Imagen extraída del blog https://grancalili.blogspot.com/2016/01/llano-alto-pena-de-la-cruz-pena-negra.html

 

        Buscando información para otro asunto, el que esto escribe se encontró con un legajo compuesto de ochenta y nueve folios con documentos de diversa correspondencia entre el XI duque de Béjar, don Juan Manuel II y su esposa, María Ana de Borja Centelles Fernández de Córdoba, con sus contadores en Béjar sobre la administración y gobierno de sus estados entre los años 1734 y 1735. Tiene hasta cinco hojas de catalogación de la inconfundible mano del contador archivero, el bejaranizado José de Tapia Osorio, quien nos explica, añade y resume, según su costumbre, el contenido de los documentos del legajo [1].

5/30/2025

Pueblos sin gente / 3 (3ª parte). Las Casas del Robledo junto a San Bartolomé (ca. 1479-1667)

Autor: José Muñoz Domínguez

2. Localización del despoblado y su término 

Los datos históricos y de tradición oral acerca de las Casas del Robledo y la permanencia de algunos topónimos asociados, junto con las propuestas de Martínez Díez y González Calle, permiten establecer con certeza su localización al noroeste de San Bartolomé de Béjar, como adelanté en la primera parte (vid. figs. 1, 4 y 5). Este último investigador propuso una ubicación mixta y dispersa para el pequeño conjunto urbano, que suponía repartido en tres o cuatro barrios entre la vega del arroyo de San Bartolomé y la ladera noreste del cerro inmediato:

[El despoblado] Se halla situado a una altitud de 1110-1145 m, en un terreno de cierta pendiente en la vega del pequeño arroyo de San Bartolomé, afluente del Becedillas, con posición de umbría (orientada hacia el noreste). (1)

La hipótesis de un poblamiento disperso es compartida por Ridruejo Cabezas, quien, en un comentario reciente (2), la consideraba de interés bajo la premisa de una economía ligada a la explotación forestal del robledo de su término, tan notorio como para incluirlo en el topónimo, y teniendo en cuenta que, a diferencia de las economías agro-ganaderas, las explotaciones forestales suelen generar hábitats diseminados. Dejando abierta esta cuestión hasta disponer de nuevos datos, cabe traer aquí ejemplos de nuestra zona o poco distantes en los que el distintivo forestal asociado al topónimo del asentamiento no impidió la generación de un núcleo concentrado: en la Sierra de Francia se encuentran los casos de Miranda del Castañar y San Martín del Castañar; en el alfoz de Béjar, Santibáñez del Castañar e incluso Béjar del Castañar (3), sus apelativos entre las décadas finales del siglo XV y las primeras del XVI, antes de que ambas localidades perdieran tal complemento toponímico, como igualmente sucedió con las Casas del Robledo. Las Ordenanzas de Béjar promulgadas en 1577, pero con antecedentes bajomedievales y reformas de 1562, ofrecen una posible explicación a este fenómeno: ni los castañares ni los rebollares de la zona se explotaban exclusivamente por su valor forestal o maderero, sino, de forma complementaria, por su importancia en la alimentación de los puercos en la montanera, a base de la «castaña y lande» (glande o bellota) de aquellos árboles, entre otras utilidades auxiliares de la agricultura, como el corte de varas o támbaras (4). Posiblemente es lo que ocurrió en las Casas del Robledo. 



Fig. 1. Hipótesis gráfica ideal sobre el aspecto del conjunto urbano de las Casas del Robledo en su etapa de mayor crecimiento (elaboración propia, 2025).

5/23/2025

Pueblos sin gente / 3 (2ª parte). Las Casas del Robledo junto a San Bartolomé (ca. 1479-1667)

Autor: José Muñoz Domínguez

1. Breve historia de las Casas del Robledo entre la Baja Edad Media y la crisis del siglo XVII

Como en la mayor parte de los casos de estudio de esta serie, el origen del despoblado se pierde en los tiempos de la repoblación medieval del territorio, y en este ni siquiera podemos ir más allá de 1479, cuando el topónimo se menciona indirectamente en el nombre de un tal Juan García de las Casas, representante concejil de Santibáñez de Béjar que quizá era oriundo del lugar de las Casas del Robledo (1), dos asentamientos con términos limítrofes y núcleos distantes apenas 9,5 km en línea recta. Así lo interpreta González Calle y lo mantiene Moreno Arribas, aunque sin tener en cuenta la existencia de las Casas del Fraile, el despoblado con el que iniciábamos este trabajo e igualmente cercano a Santibáñez (unos 12,5 km), en cuyo caso sería esta la primera referencia documental casafraileña. No obstante, me inclino por la primera posibilidad, no tanto por su relativa cercanía como por el hecho de que al despoblado navacarrense nunca se le retiró el apelativo frailuno, mientras que el que ahora nos ocupa perdió muy pronto la referencia al monte de roble original.

El siguiente dato sobre las Casas del Robledo ya es directo y fehaciente, pues consta de forma expresa en el Censo de pecheros de Carlos V, de 1527-1528 (2), como entidad local independiente y con un total de 43 vecinos registrados (ca. 172 almas o habitantes, repartidos en 44 casas), mientras que en San Bartolomé se contabilizaron 81 vecinos (ca. 324 almas y 83 casas habitadas), es decir, algo menos del doble que el futuro despoblado. En el Censo de 1534 (3) las cifras se mantienen invariables, pero la proporción comenzaría a cambiar en pocas décadas, a finales del siglo XVI y durante el primer tercio del siguiente. Así, en el Censo de población de 1591 (4) se anotan ya 50 vecinos para las Casas (200 almas y 51 viviendas) frente a los 89 vecinos de San Bartolomé (356 almas,  incluido un clérigo, y 91 viviendas), hasta superar la proporción de dos tercios de la entidad menor respecto de la mayor en el Padrón local de 1632 (fig. 1 y nota 5), con nada menos que 62 vecinos en la primera (248 almas y 63-64 casas) respecto de los 90 vecinos de la segunda (360 almas y 92 casas), cifras que marcan el máximo histórico que he podido documentar para ambas localidades antes de la crisis demográfica del siglo XVII. 


Fig. 1. Padrón de vecinos de las Casas del Robledo en 1632, fol. 1v (disponible en https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/5213155?nm).

 

Por su interés para conocer el nombre de los primeros «casarrobleños» documentados (excepción hecha de Juan García de las Casas), recojo el listado completo de los que constan en este padrón de vecinos, casi todos cabezas de familia, con no pocas dudas de transcripción debido a la pésima caligrafía del amanuense y su afán por las abreviaturas:

5/16/2025

Pueblos sin gente / 3 (1ª parte). Las Casas de Robledo junto a San Bartolomé (ca. 1479-1667)

Autor: José Muñoz Domínguez

El lugar de las Casas del Robledo, o sencillamente las Casas, se encontraba muy cerca de la aldea de San Bartolomé de Béjar, tanto que resultaría difícil mantener por mucho tiempo la entidad jurídica con la que se fundó. Según veremos, la atracción del núcleo mayor y un cúmulo de circunstancias adversas gravitaron sobre aquel precario sistema hasta que los habitantes de la población satélite acabaron fusionándose en la de mayor masa poblacional antes de su drástica desaparición durante la segunda mitad del siglo XVII. 

 

 Fig. 1. Esquema de localización del despoblado respecto de San Bartolomé: A) San Bartolomé de Béjar; B) arroyo de San Bartolomé; C) camino de las Casas hacia Neila de San Miguel; D) camino de San Bartolomé al que conduce de Neila a Béjar; E) localización del despoblado de las Casas del Robledo; 1) radio de 695 m; 2) radio de 834 m (elaboración propia sobre imagen satelital del PNOA, 2024).

 

Para localizar el despoblado disponemos de noticias bien acreditadas sobre la distancia entre ambos núcleos vecinos, aunque expresadas en tiros de arcabuz –dos concretamente–, un dato crucial que, a pesar de su aparente imprecisión, permite establecer el área de aquel asentamiento: basta con trazar una banda circular de entre 695 y 834 metros de radio en torno a San Bartolomé, con centro convencional en su iglesia, y determinar la intersección con el antiguo «Camino de las Casas» que mediaba entre el despoblado y la aldea de Neila de San Miguel (fig. 1).