Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid nº4.722 (6/02/2015), p. 6.
Por segunda vez, trescientos años después de
que la corona de Castilla ciñese las sienes de la gran Isabel, la llamada
Católica, otra Isabel regía los destinos de la ya no imperial España. Aquella
reina, segunda de su nombre, se hacía querer a nivel popular por su gracejo y
humor llano, además de por haber ocupado el trono a tierna edad, tres añitos,
tras la muerte de su padre Fernando VII. Depositada la Regencia en su madre, la Reina Gobernadora
Mª Cristina de Borbón, la grave situación política le obligó a nadar en las
aguas turbulentas de la Primera Guerra
Carlista apoyándose por vez primera en los personajes que otrora fueran
calificados de traidores, los liberales, para que la niña siguiera aferrando el
cetro.
Isabel II niña por Vicente López
Mimada
por la corte, aduladora y falsa, Isabel creció acostumbrada a que sus deseos
fueran satisfechos casi antes de ser pronunciados[1].
La que un día debía regir los destinos de España vivía confiada en su infancia
dorada, divididas las horas entre las lecciones aprendidas con dificultad y los
incesantes bailes y saraos. Inseparables compañeras de juegos, su hermana Luisa
Fernanda y ella soñaban con príncipes azules mientras las crisis políticas se
sucedían una tras otra y la guerra carlista, protagonizada por su tío Carlos Mª
Isidro, deseoso de arrebatarle el trono por aquello de que una mujer no podía
ocuparlo, sangraba el país. Es posible que el motín de los sargentos de La Granja , en el que varios
militares progresistas entraron en palacio y obligaron a la reina niña y a su
augusta madre a punta de pistola a implantar la constitución de 1812, quedara grabado
en su mente como advertencia de que más allá de su mundo de juegos y agasajos
había una amenaza que ella no llegaba a comprender. Golpe duro fue el hecho de
que a las niñas le quitaran a su madre por componendas políticas. En 1830 Mª
Cristina fue apartada de las tareas de gobierno debido a su pérdida de
popularidad tanto por encastillarse en los liberales moderados como por su
matrimonio morganático con su escolta Fernando Muñoz, con quien procreó una
larga lista de vástagos. El general Espartero, el vencedor de la Primera Guerra
Carlista, tomó las riendas de la regencia, mientras la reina madre hacía las
maletas para emprender su exilio en Francia.