Autor: José Muñoz Domínguez
En pleno otoño bejarano vale la pena volver la vista al monte y
disfrutar del color cambiante de sus árboles: ¿cuántas veces en la vida
podremos contemplar este espectáculo de la Naturaleza?, ¿cuántas
calvotadas nos quedan todavía? Más allá de la estética o de los placeres
del gusto, también merece este monte nuestro algunas reflexiones que me
apetece compartir.
Dibujo del autor
En el siglo XVI nuestra ciudad era conocida como «Béjar del Castañar», el mismo apelativo que todavía conservan dos localidades serranas nada distantes: Miranda del Castañar y San Martín del Castañar. Varios testimonios históricos nos dan idea del vigor de aquellos montes a finales del siglo XV o ya en el siglo siguiente. Antes de 1496, el humanista italiano Lucio Marineo Sículo tuvo ocasión de pasearse por los montes de Béjar y Montemayor del Río durante su etapa como profesor en la Universidad de Salamanca, cuando publicó su obra De Hispaniae laudibus (Burgos, Fadrique de Basilea, 1496). Esa obra tuvo su edición ampliada en De rebus Hispaniae memorabilibus, con traducción al castellano como De las cosas memorables de España (ambas ediciones en Alcalá de Henares, Miguel de Eguía, 1530), entre las que no faltaban referencias a los montes de Béjar y alrededores: