Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez
Eran otros
tiempos, y la verdad es que Álvaro de Estúñiga
y Guzmán, como se llamaba entonces, no era aún duque de Béjar sino sólo conde
de Plasencia y Justicia Mayor del reino, pero de esos polvos salieron estos lodos. Era de la clase de nobleza levantisca, como muy bien apunta
el escritor placentino Jesús Vicente Cano Montero en su novela histórica La Duquesa y el Deán, 2011, y no aguantaba pelos en el lomo. También
es cierto que los hechos no se volvieron a repetir hasta mucho después, pero
con otros resultados, cuando a dos de su linaje se les acusó de querer levantar Andalucía para convertirla enreino independiente... con uno de ellos como rey. El otro perdió la
cabeza.
Detalle del
retrato de Álvaro de Luna
en la catedral de Toledo, 1488
La serie comenzó
con el condestable Álvaro de Luna, valido de Juan II, a quien Álvaro y su padre
-en realidad toda la familia- llevaron a su eclipse
total para librar al rey de su
influencia, lo que debe entenderse como librarse
ellos mismos de un obstáculo para manejar al rey. De nada le valió a Luna -eso
sí post mortem- que un hijo suyo se
casara con una hija de Álvaro. Del valido escribió Jorge Manrique, sobrino de
Álvaro, en sus Coplas por la muerte
de su padre: Pues aquel gran condestable,
-maestre que conocimos –tan privado, -no cumple que dél se fable, -sino sólo
que lo vimos –degollado.