Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº 4.841 (17/01/2020), p. 4
Ingente fue la tarea que Pascual Madoz[1] emprendió en la década de los años 30 del siglo XIX. Consistía en escribir un diccionario geográfico que abarcara las poblaciones del territorio español y sus colonias, incluyendo una descripción histórica, económica y topográfica de cada una de ellas. El pamplonés, vinculado al partido progresista, había estudiado derecho en la Universidad de Zaragoza y, tras verse inmiscuido en asuntos políticos en defensa de la libertad, se vio obligado a exiliarse en Francia. El motivo no fue otro que la persecución desatada por Fernando VII durante los últimos compases de su reinado, una etapa que los historiadores hemos venido a denominar la Década Ominosa. Su alejamiento del terruño no le resultó baldío, pues en París estudiaría geografía y estadística. A su vuelta a España, propiciada por la amnistía política firmada por la reina regente Mª Cristina de Borbón a la muerte de Fernando VII, comenzaría su obsesión por alumbrar un Diccionario Geográfico de España, más completo que el de su antecesor Sebastián Miñano[2].
Mientras ejercía su labor como
diputado en varias legislaturas de aquella España vapuleada por vaivenes y
golpes de estado, no cejaba en su empeño de recopilar datos sobre el territorio
y sus colonias, en tan gran número que llegó a publicar con tal información un
total de 16 volúmenes bajo el título común de Diccionario geográfico-estadístico-histórico
de España y sus posesiones de Ultramar. El avispado lector se dará cuenta de
que a un político de tan dilatada vida pública le hubiera sido imposible
alumbrar tan magna obra sin contar con el trabajo de un gabinete de estudiosos y
colaboradores preparados para la ocasión hasta alcanzar un número de 1484,
además de los organismos oficiales, claro.