Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, 20/06/2014, 4.705, p. 4.
Publicado: Béjar en Madrid, 20/06/2014, 4.705, p. 4.
Juan Teixidor
Sánchez, hijo de José Teixidor y Jugo, nació en Béjar en 1893. Siguiendo la tradición de su padre inició la
carrera diplomática con veintidós años tras haber ejercido de secretario de
segunda clase en Berna (Suiza) como primer destino[1].
En aquel mismo país, en 1920, comenzaría una larga etapa de dieciséis años en
la que ejercería puestos de responsabilidad en la Oficina de Naciones de
Ginebra como representante de los distintos gobiernos españoles de la época,
labor que alternaría con la de cónsul en la ciudad de Tampa en Estados Unidos
desde 1929.
En el año 1921
Juan Teixidor se había casado con Joaquina Pons i Bofill, joven de la alta
burguesía barcelonesa, con la que concebiría tres hijos: Alejandro (muerto y
enterrado en Béjar junto con sus abuelos), Juan y Margarita.
Juan Teixidor Sánchez
Fotografía gentileza de los hermanos González de la Huebra
La diplomacia, en
efervescente actividad durante los años treinta, se tendría que enfrentar a los
retos de establecer relaciones entre países al filo del enfrentamiento bélico
o, como en el caso de España, a punto de confrontación civil. Así, embajadores,
cónsules y ministros sopesaban sus intereses para salvaguardar su propio
prestigio en un mundo de incierto futuro. En el caso de nuestro protagonista no
queda claro si en 1936, tras el levantamiento de Franco, es cesado por el
gobierno de la República de su puesto de cónsul en Ginebra, o si más bien
presenta su dimisión huyendo a Francia para adherirse al levantamiento. Esta
adhesión se haría efectiva de inmediato, pues en plena Guerra Civil ya le vemos
aupado a cargos de gran responsabilidad en el bando y gobierno de los
nacionales. Así en 1938 formaría parte del tribunal para la supresión de
diplomáticos de la República; y aún antes del final del conflicto sería
nombrado ministro plenipotenciario[2] y secretario de la Junta de Relaciones
Culturales dependiente del ministerio de Asuntos Exteriores para el que, en
palabras del propio Teixidor, aconsejó “no desatender el intercambio
cultural preferentemente con los países
que vienen prestando una ayuda a España, esto es, Italia y Alemania”[3].
Justo a la finalización de la guerra el papel de nuestro diplomático en dicho
puesto adquiriría una renovada trascendencia al ser elegido para gestionar el
regreso de las obras del Museo del Prado (evacuadas en Valencia y Ginebra)
junto con dos de las figuras más importantes de la cultura oficial, el filósofo
Eugenio d’Ors y el pintor José María Sert[4].
Este fue uno de los logros, no fáciles, del Real Patronato que regía la
pinacoteca madrileña.
Fotografía del traslado de los cuadros del Museo del Prado
En la nueva época
que se abría, dentro de las renovadas dimensiones del papel de la Iglesia en el
Estado, las relaciones del gobierno español con el Vaticano recuperarían la
fluidez. Entre las personalidades que iban a protagonizar esa nueva etapa
estaría nuestro diplomático, que desde 1939 iba a ser destinado al Vaticano
como Ministro encargado de negocios ante la Santa Sede, labor que ejerció
durante cinco años. Esta etapa coincide con el momento de reconocimiento por
Roma del Opus Dei y de su expansión europea. Teixidor, al igual que el resto de
diplomáticos españoles en Italia, tendría un trato asiduo con José María
Escrivá de Balaguer, en especial durante el año 1946 en el que despacha
oficialmente con el fundador de la Obra[5].
Durante esos años
cuarenta Teixidor frecuentaría el selecto ambiente aristocrático de la Roma
bélica y post bélica que era un contrapunto al neorrealismo cinematográfico de
aquel país decadente y moralmente derrotado. En ese entorno de fastos, oropel y
vanidades, iba a conocer la hija del diplomático bejarano, Margarita Teixidor
Pons, al conde de Pasquini, también embajador de San Marino en España y miembro
de una de las noblezas más antiguas del país transalpino. Óscar Pasquini y
Margarita Teixidor contraerían
matrimonio en 1946, justo el año en el que su padre sería destinado como cónsul
en Génova e iniciaría una de las etapas más agitadas de su vida profesional.
(Continuará)
[1] Su tío, Juan Teixidor Jugo, había tenido un negocio de ultramarinos
en la calle Pardiñas alrededor de 1890, y fundado, varias décadas después, un
fábrica de mantas.
[2] Boletín Oficial del Estado: 24 de febrero de 1938, nº 491, pp. 5923 y
5931
[3] DE LA HERA MARTÍNEZ, Jesús: La política cultural de Alemania en el
periodo de entreguerras. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Madrid, 2002.
[4] Al comienzo de la guerra las obras del Museo del Prado habían sido
trasladadas a Valencia debido a los bombardeos, y después a la Oficina de
Naciones de Ginebra. En la salvaguarda del patrimonio artístico de Madrid había
tenido también un papel importante otro miembro de aquella familia bejarana, el
primo hermano de Teixidor, Manuel Sánchez Arcas, pero en este caso desde el
contrario bando republicano.
[5] CANO, Luis: San Josemaría ante el Vaticano. Relaciones y trabajos
durante el primer viaje a Roma: del 23 de junio al 31 de agosto de 1946.
La evacuación de los cuadros del Museo del Prado y la recuperación posterior de los mismos fueron dos capítulos tremendos donde parte de nuestro patrimonio anduvo por vericuetos complicados donde el riesgo de daño o pérdida estuvo siempre presente.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy joven era para empezar una carrera diplomática, sin duda ya lo llevaba en su familia.
ResponderEliminarSu carrera contribuiría a la implicación de la guerra ejerciendo un buen cargo.
Un abrazo.
Muy bien ilustrado tu post como siempre. Y las preguntas surgen una detrás de otra. No eran buenos momentos para lírica. Creo que estas personas vivían bien, tenían talento pero siempre su vida estaba en riesgo por una cosa u otra.
ResponderEliminarBss
Una familia conservadora y burgués-aristocrática como denotan sus relaciones con la Santa Sede, el Opus y hasta la más rancia aristocracia italiana. De Béjar al mundo y parece que el papel de la familia en el mundo diplomático se iba consolidando cada vez más, no sé si esta familia seguirá existiendo actualmente (supongo que si) y, de hacerlo, cuál será su relación con Béjar.
ResponderEliminarUn beso
Me ha llamado la atención esa fotografía del traslado de los cuadros del Museo del Prado y se me abren las carnes sólo de pensar en que deplorables condiciones en que se hacía.
ResponderEliminarUn abrazo,
Momento crítico el de la diplomacia de mediados de los 30 hasta mediados de los 40. nacionalismos, intereses creados y una guerra devastadora que impresionó que nadie quiso evitar...
ResponderEliminarBesos Carmen
Un ambiente muy glamouroso, pero dentro de unos años ciertamente agitados. Seguro que la narración dará mucho de sí.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
Se lo pasaban bien.No creo que sus descendientes sigan viviendo en Béjar. Ya nos contaras. Con el mimo que se trasladan ahora los cuadros, nada que ver como entonces.
ResponderEliminarUn beso.
Dadas las condiciones del traslado, llegarían de milagro. Excelente entrada. Saludos
ResponderEliminarme ha impresionado también mucho el traslado de los cuadros del Prado, interesante historia. un saludo y buena semana.
ResponderEliminarEl personaje de hoy, Juan Teixidor, supo jugar sus bazas. Apostó por el bando que luego resultó ganador.
ResponderEliminarEs lógico que, a partir de ese momento, su ya prometedora carrera diplomática no hiciese más que mejorar.
Abrazos, Carmen!!
Difícil el papel del diplomático en aquellos años tan convulsos. Mucho tino había que tener para" estar en el lugar adecuado en el momento oportuno". Parece ser que Juan Teixedor lo tenía.
ResponderEliminarUn beso
Caray, todo un carrerón el de nuestro Juan Teixidor. Me ha gustado mucho la frase que contrapone los fastos de la aristocracia con el neorrealismo de la Italia de posguerra. No tardaría en llegar Fellini.
ResponderEliminarSaludos, Carmen
Haya sido primero la gallina o el huevo (osea si fue cesado por la república o se autocesó saliendo para Francia con la intención de unirse a los sublevados) el caso es que apostó al caballo ganador. Génova promete, esperaremos :)
ResponderEliminarUn beso, Carmen
He estado apartado de los blog algunos días y seguiré algún tiempo mas. Ya contaré.
ResponderEliminarSaludos, manolo
No sé si el camión de la foto marcharía rumbo a Valencia. En esta ciudad, procedentes de Madrid, estuvieron durante un tiempo en las muy sólidas Torres de Serranos, que sufrieron modificaciones y fueron forradas sus terrazas con sacos terreros para proteger nuestros fondos pictóricos. Luego, el gobierno fuera de Valencia, otras torres las del castillo de Perelada también las guardaron, antes de salir de España, Fuese del signo que fuese era obligación de cualquier gobierno reclamar su retorno.
ResponderEliminarUn saludo.
Siempre que leo sobre cuidados culturales o sanitarios en tiempos de cualquier guerra, pienso en esa gente que ajena a los bombardeos sigue con su labor cívica. El maestro dando clase entre sacos terreros o en las estaciones del metro. O en los que, mejor o peor, hacían lo que podían para salvar el Patrimonio, como nos cuentas hoy.
ResponderEliminarSaludos.
ResponderEliminarBuen trabajo de documentación, com siempre.
· Saludos
· LMA · & · CR ·