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10/10/2025

El convento de la Piedad de Béjar. De maitines a vísperas (1ª parte)

Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto

Publicado: Semanario Béjar en Madrid

        El recorrido vital del convento de la Piedad o de las dominicas de Béjar, con casi tres siglos de fundación pía, ha sido convenientemente ilustrado por diversos investigadores que de alguna manera han ordenado los conocimientos y el material existente sobre el tema[1]. Por eso en esta ocasión nosotros nos centraremos más en el antes y el después del establecimiento religioso, y en algunos datos que creemos inéditos sobre su desarrollo.


         Ni fue fácil el establecimiento de la institución dominica, empezando por la adquisición rocambolesca del inmueble que lo alojaría, ni sencillo su desmantelamiento en medio de un ambiente anticlerical y desamortizador. Sus años de vigencia, desde los estertores del siglo XVI hasta mediados del XIX estuvieron llenos de dificultades, incluso se puede llegar a pensar en algún momento, vencidos por el pesimismo, que se trató de un proyecto fallido. El convento de la Piedad nunca logró competir, si es que este término puede caber entre hermanas, con el de la Anunciación, el popular monasterio de las Isabeles, mucho más antiguo, mucho más cercano a la sociedad bejarana y, sobre todo, mucho menos elitista. Arrastró desde sus inicios el lastre del patrocinio ducal; y aquella cerrazón electiva de solo admitir entre sus monjas a las hijas de los criados más selectos de los duques (esos que no se descubrían ante su señor), junto con las elevadas dotes que se exigían para el ingreso de las novicias, terminaron por dificultar su perduración y condenarlo prematuramente a la decadencia. 

         Por otra parte la sucesión de obras y rehabilitaciones en el claustro, en la iglesia y en su estructura en general nos muestra un edificio que pareciera nunca terminado del todo y adelantó su ruina también desde el punto de vista físico. Es muy probable que las deficiencias en la construcción original del inmueble en el siglo XV, así como los continuos traspasos y vaivenes de su propiedad en la centuria posterior, fueran detonantes de los posteriores problemas. Intentemos poner un poco de luz a esa primera época (la del siglo XV) de tan difícil documentación.

La fortaleza medieval acabó siendo transformada en el Palacio Ducal, abandonando así el Palacio Nuevo. 

 

       La hoy llamada plaza de la Piedad (que lo fue de Calvo Sotelo en intervalo nominal de posguerra) recibía en la época de vigencia de su convento el sencillo nombre de «la Plazuela», por diminutivo contraste con la plaza Mayor que era llamada, también sencillamente, «la Plaza» o «la Plaza pública». Tanto su frontal norte como el del sur fueron espacios cotizados por su nobleza, espacialidad y situación dentro del casco urbano. No es casualidad que en esta plazuela hayan estado localizados edificios singulares y de prestancia, casas solariegas, jardines, viviendas de adinerados judíos, palacios ducales, casinos, etc. 

       También la casa ducal, o mejor dicho la casa de los Zúñiga antes del ducado, deseó y acaparó este espacio: hacia mediados del siglo XV el conde don Pedro, segundo señor de Béjar, contaba entre sus propiedades inmuebles con tres edificios en el espacio que luego fue convento, se denominaban «las casas nuevas de la puerta de la Solana[2]», «las casas de la despensa de las casas nuevas» y «la cocina de las casas nuevas»[3].  Tres construcciones contiguas que, según se recordaría tiempo después, fueron construidas por judíos para su señor, el mencionado conde, en una fecha indeterminada entre 1407 y 1453[4]. Dato relevante pues supone un testimonio más sobre el desarrollo en esta zona de la villa de un núcleo de neto carácter hebreo.

 

 Con la desamortización, el antiguo Palacio Nuevo y después convento dominico, desapareció en su mayor parte.

 

      El primer duque, Álvaro de Zúñiga, tomó posesión de  Béjar «estando en los palacios de las casas nuevas que son a la plazuela» donde los representantes del concejo, caballeros y oficiales le rindieron pleitesía[5]. Era el 10 de junio de 1488 y mientras duró su gobierno don Álvaro habría de usar en más ocasiones este edificio que, por costumbre, seguía denominándose Palacio Nuevo incluso cuando por el paso del tiempo dejó de serlo. Es muy posible que en la visita a Béjar del rey Enrique IV, en 1467, con objeto de visitar al mencionado duque enfermo de gota, el monarca se alojara en este palacio nuevo y que en él se desplegaran los agasajos y servidumbres que cuentan las crónicas[6].  Y que algo parecido sucediera en la estancia fugaz de los Reyes Católicos en la villa en el año 1486 cuando hicieron parecida visita al mismo duque, aunque la enfermedad que en esta ocasión le aquejaba no era ya otra que la vejez[7]

         Su nieto y sucesor Álvaro II también tomaría posesión del estado de Béjar en este «palacio de las casas nuevas» de la plaza de la Piedad en junio de 1488 «donde posa y tiene su habitación y morada»[8]. Pero durante su gobierno, que duraría más de cuarenta  años, la dilatada administración que allí se desarrollaba así como la vivienda habitual de la familia se trasladarían paulatinamente a la vieja fortaleza de la plaza Mayor.

         Además de analizar el posible aspecto que pudieron tener estas casas nuevas, en la próxima entrega de nuestro artículo trataremos sobre los sorprendentes cambios de propiedad que en estas se sucedieron  avanzado el siglo XVI, hasta regresar a manos de los duques con la expresa intención de erigir allí un convento de monjas dominicas. 

Continuará 



[1] Arcador Fabián, J. «El convento de la Piedad», en Béjar en Madrid, especial 2005, pp.38-46. Se trata de una recopilación del trabajo que en este mismo periódico publicó en su momento el historiador Antonio Martín Lázaro.

[2] Estas casas estaban erigidas por su parte sur sobre la muralla lindando con la puerta de Solana por donde una calleja (hoy llamada de Ferrer) tenía salida.

[3] Archivo Histórico de la Nobleza, OSUNA, C.215, D.87-92: «Inventario de bienes, cuentas, rentas y documentos de las heredades y villas de Pedro [López] de Zúñiga, conde de Plasencia y [II señor de Béjar]», f. 49v.

[4] Ibídem, OSUNA, C.220, D.2-7: «Documentación relativa al pleito mantenido por el Colegio de San Guillermo de Salamanca con la casa de Béjar a causa de la propiedad de ciertos bienes, comenzado en tiempos de Teresa [López] de Zúñiga y concluido con sus hijos Pedro y Manrique de Zúñiga», ff. 93v. y 228.

[5] Martín Lázaro, A. «Posesión de la villa de Béjar, tomada por Álvaro por Álvaro de Zúñiga y Guzmán, OSUNA, leg. 218, nº 1», en Revista de ciencias jurídicas y sociales, nº 22, año 1922, p. 183.

[6] Ibídem, OSUNA, C.268, D.67-72, f. 1, introducción de fray Liciniano Sáenz.

[7] Béjar en Madrid, 75 aniversario, Béjar 1992, p. 306. Con ochenta y tres años recibió el duque a los Reyes Católicos en Béjar.

[8] Ibídem, OSUNA, C.218, D.2-4: «Toma de posesión del estado de Béjar por parte de Álvaro de Zúñiga, II duque de Béjar y Plasencia», f.3.

4 comentarios:

  1. Ciertas ordenes religiosas siempre fueron agasajadas por la nobleza dependiendo si recibían a sus retoños que proponían para servir a la iglesia y no para alianzas con otros nobles.

    Saludos.

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  2. José Muñoz Domínguezviernes, 10 octubre, 2025

    Desconocía que el Palacio Nuevo de los Zúñiga en Béjar tuviera su origen en tres propiedades facilitadas por judíos. Según expone Óscar, parece tratarse de una donación voluntaria, quizá a cambio de favores o negocios, pero el caso se parece sospechosamente al origen de otro palacio de los Estúñiga o Zúñiga en Sevilla, justamente sus "casas principales" en aquella ciudad desde finales del siglo XIV y principios del XV (ca. 1397-1417), promovidas por el fundador de la Casa de Béjar, Diego López de Estúñiga. Este edificio se encontraba en la judería sevillana, de la que se apropió Diego López tras los conflictos antijudíos previos, y fue conocido desde finales del siglo XVI como Palacio de Altamira, hoy sede de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. El palacio sevillano fue el resultado de fusionar y renovar varias propiedades urbanas de importantes judíos y conversos: el "quarto" con jardín y patio de Yuçaf Pichón (contador mayor del rey Enrique II de Castilla) y una casa del converso Juan Sánchez de Sevilla (Samuel Abravanel antes de su conversión al cristianismo, contador mayor de Enrique III), junto con otras dos casas y casillas menores del mismo Juan Sánchez, aunque ocupadas entonces por Garci Fernández Melgarejo y Fernán Álvarez de Chequilla o de Chillas, y una amplia huerta urbana aneja. Recordemos la importancia del linaje Abravanel, dos de cuyos integrantes ejercieron como recaudadores de tributos de los Estúñiga en Plasencia en la segunda mitad del siglo XV y que el converso Juan Sánchez de Sevilla, casado con Juana Rodríguez Maldonado, fue el promotor y propietario de una vivienda en Salamanca capital que Juana, ya viuda, donó en 1419 para edificar el convento de las Dueñas; sus restos, una bella portada mudéjar y algunos muros, permanecen integrados en el claustro dominico. Por otra parte, también hubo un "Palacio Nuevo" de los Estúñiga en Plasencia, algo anterior al de Béjar, promovido por el conde Pedro de Estúñiga (hijo de Diego López de Estúñiga), localizado igualmente en la judería y sitio de la Mota placentina, coincidente con las casas principales del linaje Almaraz, que después fue renovado en el siglo XVI para ser conocido como palacio de Mirabel. Parece que el trinomio Judería-Zúñiga-Palacio Nuevo fue una constante de este linaje. Cuando Óscar publique las entregas sobre el Palacio Nuevo de Béjar espero poder aportar algo más de mi cosecha.
    José Muñoz Domínguez

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  3. AGUSTÍN B GARCÍA GÓMEZsábado, 11 octubre, 2025

    Otra curiosidad a resaltar es como eran llamados por lo bejaranos los dos Conventos de Monjas existentes en Béjar en el siglo XVIII. ¿alguien lo sabe?
    Pues muy sencillo el Convento de las Dominicas o de la Piedad del que nos escribe Oscar, era llamado por la poblacion "el Convento de las Monjas de Abajo" y el Convento de la las Franciscanas o la Anunciación, situado en el actual solar de nuestro Casino Obrero, era llamado "el Convento de la Monjas de Arriba". Sencillo, como no podia ser de otra manera, ¿no?
    Gracias Oscar por tu interesante informacion. Agustin B.

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  4. Espero la continuación, es muy interesante.

    Un abrazo.

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.