Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Semanario Béjar en Madrid, nº 4.746 (5/02/2016), p. 4.
De altercados
graves, con ofensa hacia la autoridad pública o hacia la eclesiástica, se
consideraban en épocas pretéritas asuntos que hoy calificaríamos de jocosos,
dignos de risa. Cualquier acontecimiento podía suscitar la controversia entre
las autoridades y no existía procesión, romería o misa solemne que no se
saldara con una trifulca entre los miembros del clero y del Consistorio, dos
estamentos enfrentados durante siglos que no veían la hora de manifestar sus
diferencias públicamente. El Corpus[1]
era el escaparate en que los bejaranos se miraban, en el que mostraban su poder
el duque, el Cabildo y el Consistorio, por lo que año tras año se sucedían en
él altercados por la colocación de sus integrantes o la precedencia de las crucesparroquiales de la Villa y Tierra[2].
Quizá fuese esta la ocasión más habitual para mostrar las diferencias en cuanto
a poderío se refería, pero menudeaban otras como los Te Deums en acción de
gracias por el nacimiento de un nuevo vástago en la familia ducal, la muerte de un rey[3] o
la Semana Santa[4].
Las disputas se generaban por cualquier motivo, por trivial que fuese, por
ejemplo a cuenta de la colocación en un acto público, bien sea en una columna
en movimiento o en la distribución de asientos, para lo cual se seguía una
estricta jerarquía que no era del agrado de todos, como se desprende de las
continuas discusiones provocadas por una mala praxis en cuanto a este
particular se refería. Poder y posición debían manifestarse claramente ante los
ojos de los plebeyos, sin dudas ni rompimientos unilaterales.
Julian Fałat, Miércoles de Ceniza (1881)
Durante la Edad Moderna, como digo,
los conflictos fueron frecuentes y no cejaron al legar el siglo XIX. Un buen
ejemplo lo encontramos en las Actas del Consistorio de 1828, en pleno
corregimiento de don Vicente Sanahuja y Mey, a cuyo mandato dedicamos un
artículo en este mismo espacio[5].
Corría el mes de febrero y, tras unos Carnavales deslucidos por las duras
prohibiciones de llevar máscara y disfraz, y la supresión del derecho de
reunión por el temor a altercados, siguió el día solemne del Miércoles de
Ceniza.
Era costumbre que el clero invitara a los miembros del Consistorio y al
Corregidor, esto es, los representantes de los ciudadanos, a los actos
religiosos de tan solemne jornada que ese año iba a tener lugar en la iglesia
de El Salvador. Cuando se iba a proceder a la imposición de la ceniza, y los
miembros del ayuntamiento aguardaban pacientes su turno según las disposiciones
establecidas en el protocolo no escrito de hacerlo después del clero, dos
“mozuelos, sin representación y vestidos con capas como unos simples
particulares” irrumpieron “corriendo al intento exalados con una precipitación
y descaro inconcebibles desde el coro bajo hasta las gradas del altar mayor” colándose
por delante de los consistoriales. El escándalo no se hizo esperar. Las voces
de indignación resonaron en el templo. La acción se consideró un desprecio
insultante a la “autoridad temporal, que en todas partes y en todos tiempos
deben hacer valer sus prerrogativas, su grandeza y su dignidad”.
Iglesia de El Salvador de Béjar
El Pleito de la Ceniza, como fue
rápidamente bautizado, confirmaba la pervivencia en el tiempo del conflicto
secular entre Clero y Consistorio, aunque también presagiaba los vientos de
confrontación auspiciados por el surgimiento del nuevo pensamiento liberal. La
consecuencia inmediata fue la celebración de un pleno extraordinario en el que
se decidió de común acuerdo ponerlo en conocimiento del Vicario Eclesiástico y
el párroco de El Salvador amenazando de que, si no se obtenía “una entera
satisfacción”, el Consistorio “tomará, aunque con sentimiento indeseable, las
medidas más serias y más enérgicas”.
Al día siguiente llegó carta del
párroco Vicente López Samaniego dirigida al corregidor Vicente Sanahuja y Mey,
quien la trasladó al Consistorio. En ella el sacerdote se quejaba amargamente
de que “se le atribuye al párroco la falta de los monaguillos de su Yglesia a
virtud de haberse anticipado irrespetuosamente estos a Usted y demás miembros
de la Corporación”. Asimismo añadió que la “anticipación” fue “desaprovada y
reprendida por mi en el acto mismo de la execución, despidiéndoles sin la
imposición”. Y “concluido el Santo Oficio de la Misa Parroquial les hice en la
sacristía serie reconveniencia, reencargandoles evitaren en lo sucesivo este
procedimiento poco decoroso respeto a la Autoridad local”.
Ayuntamiento de Béjar
Tras la lectura pública de la misiva
se aceptaron las disculpas del párroco por unanimidad y se le encargó al
corregidor, por su buena diligencia y tacto, la contestación oficial. Vicente
Sanahuja declaró “lejos de mi, ni de esta Corporación el penar que Usted
tuviese parte en dicho acontecimiento. Lejos de ella una idea tan ajena de su
buen modo de proceder. No fue otro su intento que el de manifestarle lo
sucedido para que corrompiere a los culpables, no para ostentar una vanidad
orgullosa, no para hacer valer su amor propio, ni menos para aterrar con un
orgullo impotente y si hablé a Usted con enérgico candor y con estilo vehemente
[…] lo hize solo por conservar los derechos, las prerrogativas y los honores de
dicha corporación”.
Y añadió “no dice que Usted sea el autor del suceso, ni
menos le atribuye la culpabilidad; sin embargo, de que en el acto de dar la
ceniza pudo muy bien y debió haber separado a los dos jóvenes, pues no debía
Usted dudar […] y pudo ver muy bien en una de las muchas veces que miraría
hacia atrás, o a los lados, mediante a que se halla en el sitio que la
compete”. El buen hacer de los dos interlocutores, quizá también “la nieve
copiosa, el excesivo ayre y el riguroso frío” de que habla el corregidor hacía
por aquellos días, descendió la temperatura de la confrontación y favoreció que
la afrenta quedase en nada.
[1] De tales discrepancias nos
ofrece datos jugosos Alejandro López Álvarez en Ideología, control social y
conflicto en el Antiguo Régimen: El derecho de patronato de la Casa ducal sobre
la procesión del Corpus Christi de Béjar. Premio Ciudad de Béjar 1994. Ed.
CEB y Exmo Ayuntamiento de Béjar, 1996, así como nos cuenta un caso particular
Óscar Rivadeneyra Prieto en “Sangre y fervor en los Corpus de otro tiempo”.
Béjar en Madrid, 4.730 (5/06/2015).
[2] “Personajes bejaranos de la Edad Moderna: el
Licenciado Castañares y la lucha por la preeminencia”, 4.451
(06/VII/2007) y 4.452 (13/VII/ 2007).
[3] “Discrepancias
entre el Cabildo Eclesiástico y el Consistorio en los funerales por Felipe V”, 4.586 (05/II/2010).
[4] “La celebración de la Semana Santa en el
Béjar de 1733”,
4.549 (29/V/2009) y 4.550 (05/VI/2009).
[5] “El corregidor de Béjar, Vicente Sanahuja y Mey: el
embellecimiento de Béjar y la amenaza latente del liberalismo (1825-1831)”,
4.724 y 4.725 (6/03/2015 y 20/03/2015).
Menos mal que no paso a mayores.-Nunca mejor dicho; que dos no riñen, si uno no quiere...
ResponderEliminarLa mala praxis, por ver las cosas con distintos prismas, siempre son motivo de confrontación.
-Béjar : cada vez más cercana gracias a tus aportes estimada Carmen.
Un fuerte abrazo.
Me imagino la que le cayó a esos chicos.
ResponderEliminarBesos
Con aquellas mentalidades, eso sería motivo de escándalo. Difícil de entenderlo hoy, aunque no resulte conveniente juzgar hechos pasados con la mentalidad actual. Cada época tiene su peculiar forma de evaluar las conductas consideradas de agravio, aunque a veces sea más producto de la inmadurez, de la mala educación o de un equivocado sentido del humor que de la intención verdadera de hacer daño. En todo caso, estos tiempos que vivimos tampoco son proclives a pasar por alto hechos o declaraciones que hace treinta años pasarían casi desapercibidos. Creo que, desde un tiempo a esta parte, nos hemos vuelto algo más mojigatos, mucho más de lo que lo éramos en los años 80 y 90.
ResponderEliminarUn saludo, Carmen.
Fue una suerte que el frío reinante atemperara los ánimos.
ResponderEliminarBesos, Carmen
Coincido con Cayetano. Hoy hay actos que en el siglo pasado se consideraban aceptables y hoy se persiguen usando para ello la autoridad judicial. Estamos lejos de aquella época, pero en algunas actitudes de nuestros gobernantes se aprecia cierta similitud.
ResponderEliminarUn saludo.
Formas de percibir los conflictos que reinaban entre ellos, afortunadamente que no fue más allá y que el mal tiempo calmó la furia.
ResponderEliminarUn feliz fin de semana.
Después de lo leído es de agradecer que la sangre no llegara al río. Un saludo y buena semana Carmen.
ResponderEliminarQue las autoridades serían quien irían a celebrar actos litúrgicos eran normales aún cuando era pequeño.
ResponderEliminarCon el actual obispo palentino el día de San Antolín comenzó la ceremonia a la hora estipulada y sin las autoridades presentes que realizaron un paseillo.
Saludos.
Bueno, parece que la travesura quedó en agua de borrajas, como corresponde a caso tan insignificante. Tampoco era cuestión que el Pleito de la Ceniza fuera causa de un cisma.
ResponderEliminarSaludos.
Es un placer pasar por su blog, Saludos
ResponderEliminarEl protocolo no es cosa baladí. Lamentablemente hoy en día para acceder a cualquier nivel de autoridad o cargo público no parece que sea exigible, no ya un mínimo conocimiento de protocolo, sino las más elementales reglas de educación y urbanidad; y así nos luce el pelo.
ResponderEliminarUn abrazo,
Un abrazo,
Menos mal que al final se calmó todo. Gracias por la historia Carmen, haces un excelente trabajo.
ResponderEliminarHola Carmen, me encanta pasar a leerte ya que la historia de Béjar es muy interesante, no es extraño un altercado entre iglesia y consistorio.
ResponderEliminarBesos de Espíritu sin Nombre.
·.
ResponderEliminarPues la vida sigue igual. Todo el mundo quiere hacer sus derechos cuando no privilegios, sin saberse de cuando los mismos hayan sido adquiridos.
Como siempre, un buen trabajo.
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Un abrazo
La Mirada Ausente · & · Cristal Rasgado