Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez
La relación causa-efecto se expresa muy bien en la frase popular esos polvos trajeron estos lodos, que en términos actuales ilustra, por ejemplo, las consecuencias del colonialismo europeo de siglos anteriores. Así también, la política expansionista de los Reyes Católicos (toma de Granada, 1492) y del Imperio Otomano (toma de Argel, 1525), dio origen a los corsarios o piratas berberiscos, que desde el norte de África saqueaban la costa mediterránea y atlántica. Para defenderse, se construyeron torres de vigilancia en la playa, desde las que los vigías daban la voz de alarma a la población con la frase: ¡Hay moros en la costa!
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Carlos I de España –y V de Alemania por cierto-, inició las fortificaciones que fueron implementadas por su hijo, Felipe II, y terminadas por su nieto, Felipe III. Las torres en general debían extenderse desde Almería a Huelva, y en cuanto a las onubenses, estas cubrían el litoral desde la desembocadura del Guadalquivir hasta la del Guadiana. Si bien se tiene conocimiento de las catorce originales, en la actualidad se conservan sólo once torres almenaras en el sector, tema que genera mucho interés dada su importancia histórica, sin olvidar que se han convertido en todo un símbolo de algunos de los lugares en que se insertan. Abierto al público en general, existe un programa denominado Descubre tus fortalezas, patrocinado por el Colegio de Arquitectos de Huelva, que propone descubrir los sistemas defensivos de la provincia a través de visitas culturales gratuitas guiadas por arquitectos, historiadores y arqueólogos.
Ruta de las Almenaras en la costa de Huelva. Estefanialfonso.wordpress.com
Las obras ordenadas por Felipe II en Huelva sufrieron el estancamiento inicial del proyecto. Las razones de tal situación hay que buscarlas fundamentalmente en los desacuerdos sobre quiénes debían sufragar la construcción y mantenimiento de un costoso sistema defensivo, del que tanto los concejos como sus señores esperaban escasos beneficios. En estos primeros años de la década de 1580, los duques de Medina Sidonia (Alonso Pérez de Guzmán y Zúñiga) y de Béjar (Francisco de Zúñiga), el marqués de Ayamonte (Antonio de Zúñiga) y el conde de Miranda (Juan de Zúñiga), muestran una fuerte oposición al proyecto.
Alonso Pérez de Guzmán y Zúñiga, VII duque de Medina Sidonia, X conde de Niebla y nieto de doña Teresa de Zúñiga, III duquesa de Béjar. Bonaresdigital.es
Argumentaban que si se pretendía la defensa general del reino, el gasto de las torres debía corresponder al rey, y si no, tendrían que contribuir todas las poblaciones que pudieran beneficiarse de su existencia, por lejanas que estuvieran de la costa. Tales alegaciones derivarán en un pleito que constituirá una traba muy importante para el avance de las obras.
Juan de Zúñiga, conde consorte de Miranda y I duque de Peñaranda de Duero.
Grabado en la Biblioteca Nacional de España
En 1584 tiene lugar la emisión de una serie de provisiones "dirigidas al señor conde de Miranda, y demás señores que litigan, y contra Sevilla, y Sanlúcar de Barrameda, y contra los navíos vizcaínos, asturianos y gallegos que iban a los puertos de Sanlúcar y Cádiz y contra otros consortes, para que con mucha diligencia y cuidado hiciesen edificar las torres atalayas del Andalucía en las partes que estaban señaladas''. Estas órdenes persiguen el relanzamiento del programa defensivo, pues, a pesar de que aún seguía abierto el litigio, corrían los años, seguían sucediéndose los ataques y gran parte del litoral continuaba indefenso.
A todo ello hay que añadir que desde 1580 la costa occidental andaluza no era ya el confín peninsular del imperio hispano, sino que toda la costa sur de Portugal, zona especialmente vulnerable a los piratas, que formaba parte del mismo y necesitaba de una vigilancia y defensa verdaderamente eficaces. En estas provisiones se establecía ya un primer criterio de repartimiento: la cuarta parte del montante de las torres sería satisfecha por los dueños y maestres de navíos vizcaínos, asturianos y gallegos, y corresponderían las otras tres cuartas partes a los señores de las tierras, a las villas del litoral y a la ciudad de Sevilla.
Restos de la torre almenara del Río del Oro, Huelva. Mazagonbeach.com
Este criterio habrá de ser modificado más adelante. En el curso del pleito antes citado y poco después de diciembre de 1584, se emitía un auto que venía a establecer que tocaba al rey "la costa de !as torres que hacían en su tierra y al dichos condes y duques la costa de las que hacían en sus lugares”. En virtud de dicho auto, se ordenaba que la construcción de la torre prevista en el Río del Oro la pagaran a medias el duque de Medina Sidonia y el conde de Miranda, por estar entre los términos de Almonte y Palos. Las de Morla y Puente del Arenilla (se denomina así en el documento), situadas en término de Palos, serían costeadas por el conde de Miranda.
Torre almenara de La Arenilla, Huelva. Estefanialonso.wordpress.com
No consta documentalmente la obligación de otros señores del litoral onubense, pero siguiendo este criterio hay que pensar que al marqués de Ayamonte se habrían encargado las torres previstas entre el Guadiana y El Terrón, al duque de Béjar las proyectadas entre el río Piedras y Punta Umbría, y al de Medina Sidonia, como señor de Almonte, las situadas al oriente de la torre del Río del Oro. Con todo, aún quedaban por dilucidar las responsabilidades definitivas de pago en el Consejo de Justicia, donde los nobles seguían sosteniendo que "de la misma manera que se hace cada día en una puente o en una calzada, que aunque se haga en tierra o lugar de señorío, contribuyesen en ello todos lo que reciben utilidad y aprovechamiento''. Así, “no se debía cargar únicamente sobre sus haciendas el desembolso de las torres”.
Torre almenara de Punta Umbría, Huelva. Estefanialonso.wordpress.com
No es la única historia curiosa que encierra este conjunto de estructuras. La construcción de la torre Zalabar – hoy completamente derruida-, se vio envuelta en un caso de corrupción como los que hoy copan la actualidad informativa. Diez años después de la orden de construcción de las almenaras, la Corona se vio obligada a enviar al juez Gilberto Bedoya por el retraso de las obras. Bedoya descubrió que el responsable del proyecto de la torre Zalabar, el maestro mayor de obras del duque de Medina Sidonia, había cometido “falsedades en la edificación”, por lo que lo condenó “en vergüenza pública”, obligándolo a derribar lo edificado y a rehacerlo a su costa.
Torre almenara de Zalabar, Huelva. Flickr.com
Otro miembro del linaje de los duques de Béjar que tuvo que ver con las torres almenaras onubenses, fue Álvaro Manrique de Zúñiga -quinto hijo de doña Teresa de Zúñiga, III duquesa de Béjar- que fue marqués de Villamanrique y virrey de Nueva España: Hubo de ocuparse de los dominios de su hermano Antonio, marqués de Ayamonte, quien se hallaba en Milán desempeñando el cargo de gobernador… Dado que Ayamonte era un enclave estratégico y que don Álvaro tenía encomendados tales negocios, fue el encargado de estudiar las propuestas para la mejora de las torres almenaras, gestionar la financiación y llevar a cabo las modificaciones.
Álvaro Manrique de Zúñiga. Salón de Virreyes de México. Dominio público
Más antiguo que las torres almenaras es el Castillo de los Zúñiga en Cartaya, Huelva, que destinado también para defender las costas de enemigos, es una gran fortaleza que permitía refugio a toda la población. El nombre se debe a que su construcción se atribuye a Pedro de Zúñiga, primogénito de Álvaro de Zúñiga, I duque de Béjar.
Sobre las rentas de los señores que se resistían a “cargar sobre sus haciendas el desembolso de las torres”, dice un autor: Fueron cuantiosas las rentas de casas como la de Medinaceli, Medina Sidonia o Béjar, en tanto que los ingresos de la nobleza inferior, de caballeros e hidalgos, dejó mucho que desear. Lo que marcaba realmente la diferencia entre la gran nobleza y la inferior, eran sus rentas. Los grandes títulos solían tener rentas muy cuantiosas, como el duque de Béjar, al que se le calculan 80.000 ducados anuales, el duque de Medinaceli, 60.000, y el duque de Medina Sidonia, el más rico de toda Castilla, que obtenía alrededor de 170.000 ducados. (Para hacernos una idea de la capacidad adquisitiva debemos saber que un ducado era una moneda de oro de 440 maravedís, que un obrero de la construcción podía ganar unos 5 maravedíes por día y que un cabrito podía costar más de 15 maravedíes)
Aparte de las armas de la Casa y del marquesado de Ayamonte, algunos municipios de la provincia de Huelva conservan aún el escudo de los Zúñiga, duques de Béjar, en su armorial.
Lecturas:
Campos Carrasco, Juan M.: El patrimonio histórico y cultural en el paraje natural Marismas del Odiel. 2016
Carriazo R., Juan L. y otros: Nuevas aportaciones para la historia de las torres de almenara onubenses. 2004
Morales G. Juan A.: Las torres almenara de la costa onubense. 2013
Los nobles se defendían como gato de espaldas, y le colgaban los gastos hasta a Dios. Sigue pasando.
ResponderEliminarSi que podían ejercer una defensa a toda la corona esas torres pero lo que si parece defendían en primer lugar eran sus posesiones, por lo que pienso debían aportar en su construcción.
ResponderEliminarSaludos.