2 de mayo de 2016

Don Quixote en Bexar (3ª Parte)

Relato ganador del Concurso Literario del Casino Obrero de Béjar 2015.

      Tras la audiencia y notándose todos en las tripas que era ya la hora de yantar, llevaron a don Quijote a un comedor donde Sancho esperaba y donde habrían de comer con el bufón y otros allegados, puesto que el duque comía con mujer e hijos aparte. Sirviéronle lo que dicen en esta tierra que es el mejor manjar, no solo para el estómago, sino también para el espíritu de los propios bexaranos, que lo comen con placer y lo presumen y defienden allí donde vayan como lo mejor entre todo lo posible. Al fin y al cabo carne con patatas en caldero, pero bien matizado y hecho con la concentración del amor por lo que se hace, la exacta especia e incluso la leña precisa para alimentar el fuego, produce todo en el alma un regocijo que solo se remata con buena siesta en cama blanda y sin chinches que molesten. Probola don Quijote, que nunca fue tipo de buen comer y animándose, pidió incluso más, para sorpresa de Sancho, que le hacía siempre similar en el comer a un pajarillo. Sancho sin embargo gozó de cuatro platos, con su pan de hogaza y un buen trozo de chorizo, que le llevaron directamente a reposar al pajar donde rumiaban Rocinante y el bueno de Rucio.


 Don Quijote comiendo en la venta, grabado de José Rivelles

        Dispuso el duque que llevaran por la tarde y hospedaran al hidalgo a una villa que ostenta a más o menos una legua, donde sofoca los calores y el ahogo del verano con la tranquilidad del agua y la paz que proporciona el bosque. Allí, por esos días, recomponía su figura don Albín de Valdesangil bajo la custodia de un sanador hasta que estuviera apto para volver a sus tareas. Ningún sitio mejor para don Quijote, que viajó majestuoso en su caballo y recibió reverencias de las mujeres que lavaban a esa hora en el río, al anunciar don Francés que tenían la suerte de ver pasar tan cerca a uno de los más insignes caballeros andantes que ha conocido la existencia toda. Sancho viajó tendido en un carro, pues no hubo forma de despejarlo de la siesta.


 Don Quijote en la venta. Grabado de Edoardo Perino

        Puntualmente fue avisado don Albín de Valdesangil de la llegada del hidalgo de la Mancha. ¡Gran momento el del encuentro! Don Albín, hombre algo más joven que el Quijote, igual de enjuto, menos alto, también con barba apuntada, nada cana, apareció vendado en parte, algo cojo todavía, brazo en cabestrillo, con armadura a medias por los vendajes, lanza en mano y espada al cinto, montado para la ocasión y pero siempre caballero, apareció, como digo, con la mirada firme y el rostro severo, cual solo podía tener un hombre de aquella dignidad. Don Quijote, por su parte, en su planta conocida. A la entrada de la villa de recreo, tuvo lugar el encuentro, avanzando frente a frente ambos hidalgos con la pompa propia de unos tales. Desmontaron a la par y tras dejar sus lanzas a los escuderos, abrazaron mutuamente sus cuerpos enjutos sin dificultad, oyéndose el choque metálico de las armaduras. No será exagerar si se dice que nunca tuvo este sitio, se diga lo que se diga, escena de tanta majestad. Nunca. Nunca tampoco, en muchas leguas, estuvieron tan de acuerdo, tan cercanos, tan amigos y tan cómplices dos seres destinados al bien que creen, ni tan contentos de asociarse. Solo Dios esto lo sabe.

 Villa renacentista de El Bosque. Béjar

      Se les vio pasear al caer la tarde en torno al lucido estanque, exaltado y febril todo por la primavera y adornado por el trino de miles de pajarillos que viven allí haciendo del sitio más maravilla. Dos cuerpos parecidos, en animada conversación, deteniéndose a exclamar, brazos en alto, ¡quién sabe por qué y por cuánto de las peripecias vividas!

 Fuente de los Ocho Caños, villa de El Bosque. Béjar

      Con la emoción del encuentro en lo dicho no hemos descrito al singular Gasparín de Campopardo, fiel escudero, como Sancho a don Quijote, de don Albín de Valdesangil. Era Gasparín ser pequeño, de cara afilada y ojos puntiagudos en la tarea de mirar; barba poco poblada, pero suficiente para hacer bigote y perilla, que le daban oportuna majestad. Tenía todo el aire que le faltaba a Sancho Panza en la vivacería y el nervio, en la decisiódecisión y en el proyecto de todo, aunque quizá no en la filosofía profunda y en el vértigo. Dos maneras, en suma, de vivir tan respetables y complementarias la una como la otra.


       Gasparín y Sancho fueron autorizados a vivir al margen de sus señores hasta que les hicieran falta, que de momento no sería. No dejaremos de decir que Gasparín de Campopardo era un perspicaz vividor en todo aquello que hace de la vida emoción y novedad, por eso y porque aún era joven, seguía soltero y apartado por completo de la idea de una esposa, pero dado como nadie a la mujer en todas sus maravillas y precipicios, para el hombre en consecuencia. Por esto precisamente al caer la noche propuso a Sancho una escapada furtiva a una venta no lejana por el alto de Vallejera administrada por una mujer bien conocida, de nombre Repa de Picozos, que se hacía llamar por otro sobrenombre no al caso, dando con ello más carácter populoso al lugar. No sin peros por miedos aceptó Sancho, animado sobre todo por la buena comida que prometía Gasparín y por pagarlo todo de su bolsa. Así, en cuanto supieron del sosiego y la vigilia de sus señores, fatigados de la jornada y del uso apasionado del verbo, que también cansa, partieron en secreto Sancho Panza y Gasparín de Campopardo a lomos del mismo burro, animoso y de buen trote, propiedad de un criado del palacio, para que no se echaran en falta las bestias propias en los corrales.

      En la venta, alzada al lado del camino que lleva a los de Béxar al norte, conocían bien de sobra a Gasparín, tratándole con honores para lo que es un sitio de estos. La mejor mesa y la sonrisa de mejor tino de doña Repa de Picozos, una mujer que tenía más leguas en el cuerpo y las espiritualidades que el camino más largo que se conozca, la cual estaba enseñando el oficio a una hija y a su sobrina, ésta última moza esplendorosa que por aquel tiempo y a saber por qué, se hallaba enfadada con Gasparín, centrándose éste en los arrumacos y pendencias de dulce tacto, más con la hija de la Repa. 

 Sancho Panza en la venta

           Hízole una seña Gasparín a doña Repa y tuvieron un aparte en el mostrador. Las miradas de la doña a Sancho mientras escuchaba, decían quién era el objeto de la conversación. “Has de desfogar, Sancho. Lo precisa el espíritu y las carnes, si quieres seguir metiendo más en la andorga y despejar todo lo demás”, le dijo Gasparín a la vuelta, indicando a la sobrina de la Repa, que movía las carnes delanteras y avanzadas por el mostrador incitando a todas las perdiciones posibles y a alguna imposible. No fue fácil convencer a Sancho del dispendio que se le proponía, por temor a contraer bubas perniciosas y llevarlas de recuerdo a su casa. Pero cuando Gasparin se dedicó por minutos a describirle con adornos lo que también Sancho veía e incluso lo que no, levantose el de La Mancha con energía inusitada y tomando un pedazo de pan para el camino, desapareció tras una cortina que daba acceso a la escalera y de ella a los cuartos altos de aquel casón. 

        Lavaron a Sancho de tantos sudores y roñas entre la tía y la sobrina y cuando estuvo seco y a solas, desnudose Alonsa de Sangusín, que así se llamaba la moza. Fue ante la visión de aquella carne tan prieta, tan rotunda, tan magra y apetitosa, que volcose Sancho sobre ella con denuedo y fornicola toda en gran ánimo y no sin alguna burrería de bufido y aspaviento, mostrando claro el tiempo que hacía de demora en tales acciones celestiales. Desfogado ya, cenó tranquilo y abundante, como le era propio y sintiose feliz para el resto de la noche (y de la vida), ya que es conocido que tales goces, cuando son intensos, provocan en las gentes una grata exaltación del espíritu más personal, por más que pudieran ser pecado. Son misterio y no tienen remedio las cosas de la entrepierna, cosa que Dios bien sabe y tendrá que perdonar.

 Sancho dormido, grabado de Gustave Doré

      Regresaron avanzada ya la noche, casi a punto de la luz del alba, justo cuando los caballeros ya parecían despertar, madrugadores siempre, como hombres responsables que viven de luz a luz aprovechando el día y para descanso la noche. Debe saberse que a Sancho, el recuerdo y el sabor de Alonsa le había transformado el rostro y el gracejo, tornándole en una paz y a la vez en un fulgor y bien ver la vida que solo las artes del amor son capaces en las personas todas, lo callen o lo digan. Iniciaron el sueño pues cuando el alba despuntaba y en una cuadra que no era el aposento dispuesto, entre los henos y las pajas para el ganado, de manera que no fueran localizados y se les dejara bien descansar.

Continuará

18 comentarios:

  1. Este episodio apócrifo no es apto para versiones infantiles ni juveniles, salvo que omitamos el asunto principal. En todo caso, a más de un prudente lector, dejará sorprendido este comportamiento tan poco usual del escudero.
    Saludos.

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  2. ¡jaja! me he divertido con esas impropias correrías de Sancho y su amigo.
    Gracias Carmen
    Un abrazo

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  3. Un episodio con dos rombos, bastante innovador, que para eso corren los tiempos.

    Feliz tarde

    Bisous

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  4. Esas inusuales andanzas del buen Sancho son francamente divertidas.
    Besos Carmen

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  5. Una buena tarea tuvieron con Sancho para dejarlo apuesto para un buen tiempo.
    Esos episodios que nos vas dejando es como recrearse un buen rato.
    Un abrazo.

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  6. ¡Francamente genial! ¿Sigue? Desde Chile, JZR.

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    1. Sigue al menos dos capítulos más, para deleite de propios y extraños.
      Un abrazo

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  7. D Carmen me ha divertido muchos las correría de Sancho, que siempre me lo imagine casto :D

    Besos

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  8. Sancho , Sancho : no sabes controlar tus apetitos...

    Por lo que leo aun quedan como dos capítulos, deseando saber el final de estos relatos acerca de tal singulares personajes.

    Feliz semana Carmen.

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  9. Buena continuación del episodio anterior en el que Sancho toma un especial protagonismo, estaré pendiente de la continuación aunque últimamente dispongo de poco tiempo.

    Besos

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  10. Creo que Cervantes hubiese incluido gustoso una aventura parecida de Sancho; es una faceta que se intuye pero no se cuenta.
    Saludos, Carmen

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  11. Siempre es un placer releer una y otra vez las letras de Cervantes, nunca cansan siempre enseñan gozandolas.
    Un beso.

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  12. Quizás estos deslices de nuestro buen amigo Sancho dejaron en olvido estos textos del Quijote.

    Saludos.

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  13. El bueno de Sancho, tenia sus necesidades y se le presentó una buena ocasión, muy divertido y con mucha picardia el episodio de hoy Carmen. Precioso el estanque y fuente de la villa El Bosque. Me quedo esperando la continuación.

    Un abrazo.

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  14. Saludos al autor y muy bien por la defensa de ese caldero y su sobremesa en la venta, actividades ambas que dejan los entresijos en paz, amando a la Humanidad. Nunca se supo de nadie que después de una buena mesa con su vino, risas y etcéteras, le diera por salir y hacer el mal…
    Sigo la crónica.

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  15. Si quedan todavía dos entregas mas me quedo esperando con la miel en los labios. Buen fin de semana. Un saludo.

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  16. Tengo para mi que somos pocos los habitantes de estas tierras que, con ánimo de leerlo, nos hemos enfrentado al glorioso libro que narra las aventuras y desventuras del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha y, aún siendo pocos, somos menos aún los que han pasado de la famosa frase de: «En un lugar de la Mancha...» pues, en sabiéndola de memoria y soltándola en el momento oportuno, tal pareciera que conocemos la obra entera en toda su extensión y podemos pasar así por expertos cervantinos.

    Es por eso que yo, que suelo nadar contracorriente, siempre he recomendado encarecidamente comenzar la lectura de la sublime obra del historiador Cide Hamete Benengeli justamente por el final, por esos párrafos previos a su punto y final en los que Cide Hamete, prudentisimo él, se dirige a su pluma con no menos prudentes palabras.

    Dicho esto y hecha la recomendación, no puedo por menos que sentirme orgulloso de que Sancho Panza o «Zancas» como aparece en algunos escritos optase para su deleite por el Ventorro, famoso en otros tiempos, situado en el zigzagueante camino que desciende desde el puerto de Vallejera por la ladera que da a Fresnedoso. Así pues, mi pueblo, resulta ser ahora un pueblo cervantino.

    Un abrazo,

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  17. Nunca imaginara a Sancho en semejantes lides. Me han gustado las fotos del Bosuqe. Un lugar muy propicio para el descanso.
    Un saludo.

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.