Autor: Jorge Zúñiga Rodríguez
Cuando Cervantes dedicó la primera parte del Quijote a Alonso de Zúñiga, VI duque de Béjar, VII marqués de Gibraleón y demás títulos, se cumplían ochenta años desde que el emperador Carlos V elevara el señorío olontense a marquesado para su compadre Álvaro de Zúñiga, II duque de Béjar, y casi doscientos desde que la zona pasara a dominio de los señores de Béjar por el matrimonio de Pedro de Estúñiga con Isabel de Guzmán, nieta en cuarta generación de Alfonso X el Sabio y heredera de Gibraleón.
Señorío de Gibraleón (arriba izquierda) en el reino de Sevilla, s. XIII. Wikiwand.com
De las huellas que el linaje y apellido dejaron en la zona durante cuatro siglos (hasta 1777 en que falleció sin descendencia Joaquín de Zúñiga, XII duque de Béjar y XIII marqués de Gibraleón), algunas han salido a la luz recientemente, como el espacio que Francisco de Zúñiga, V duque de Béjar y VI marqués de Gibraleón, mandó abrir en un muro de la iglesia de San Juan Bautista para panteón familiar, y que luego hizo tapiar.