Mostrando entradas con la etiqueta Palacio Ducal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Palacio Ducal. Mostrar todas las entradas

15 de octubre de 2022

El asunto del agua en la villa de Béjar en la Edad Moderna (2ª Parte). Suministro de agua para las fuentes y jardines del Palacio Ducal

  Autor: Agustín García Gómez

      Se comentó en la entrega anterior que la fragilidad de los arcaduces de cerámica de la cañería o conducción del agua para abastecimiento de la población de la villa de Béjar ocasionaba que sus rupturas accidentales o intencionadas para el robo del agua fueran frecuentes, y su reparación dio lugar a una numerosa documentación que facilita su estudio y conocimiento.

Palacio Ducal

          Con fecha 17 de mayo de 1688 el ayuntamiento de la villa aprueba “una petición (del Alcalde) diciendo la grande falta que hacia el agua de las cañerías para las fuentes y jardines del Palacio de su Excª haciendo(se) cargo de esta obligación…”. El 24 de julio de 1688 se ordena su ejecución inmediata. Esta obra debió de tratarse de una reparación de la conducción de agua [1]. En otro infolio de fecha 20 de agosto de 1768 se recogen 34 documentos sobre este asunto. Se ha preferido transcribir la hoja de catalogación del archivero ducal quien, como de costumbre, hace un resumen de distintos hechos con relación al suministro de agua al Palacio Ducal, en la Plaza Mayor y la colación de Santa María en la Villa Vieja [2]. Se ha dividido el texto continuo del archivero en párrafos para su mejor comprensión:

8 de octubre de 2022

El asunto del agua en la villa de Béjar en la Edad Moderna (1ª Parte). El acueducto bejarano (1597-1853)

Autor: Agustín García Gómez
Junio 2022


Tan reciente como que en mayo de 2022 se ha publicado en la red, tanto en la página de la Diputación de Salamanca como en los demás medios de comunicación salmantinos, la noticia que se llevará el agua del pantano de Navamuño en Candelario hasta la recóndita Sierra de Francia con el fin de abastecer de agua el turismo de la localidad de La Alberca, principalmente, y demás localidades de la bella comarca salmantina. Esta noticia ha removido en la memoria el abastecimiento de agua en la Edad Moderna a Béjar que en este escrito se pretende presentar.


Los investigadores bejaranos José Muñoz Domínguez y Juan Félix Sánchez Sancho son los autores de un más que interesante trabajo de investigación titulado “El acueducto de La Corredera. Abastecimiento de agua potable en Béjar entre los siglos XV y XIX” de 2015, cuya lectura de es de total recomendación. En este artículo sus autores nos relatan la historia del acueducto bejarano, detalladamente reflejado en el conocido cuadro Vista de Béjar del pintor Ventura de Lirios de 1726, que servía para abastecer de agua a la villa de Béjar desde su construcción sobre el año 1597 hasta su derribo hacia 1853.

Detalle del Acueducto en el cuadro Vista de Béjar de Ventura de Lirios en 1726. Fotografía: Juan Félix Sánchez Sancho.


5 de junio de 2020

La muerte barroca de Ruy Gómez de Silva, marqués de Alenquer (1680)


      Autora: Carmen Cascón Matas
      Publicado: Béjar en Madrid, 4.822 (05/04/2019), p. 6

         Las personas que más ascendiente alcanzaron en la educación del Buen Duque Manuel de Zúñiga y Guzmán y de su hermano Baltasar de Zúñiga y Guzmán, marqués de Valero, fueron sus dos tíos maternos Ruy Gómez de Silva y Diego Sarmiento de Silva[1], hermanos de su madre la duquesa Teresa Sarmiento de la Cerda. Los tres hermanos habían nacido en Madrid del matrimonio entre Rodrigo Sarmiento de Silva y de la Cerda e Isabel Margarita Fernández de Silva, IV duques de Híjar. Y se trasladarían a Béjar durante buena parte de sus vidas, una villa que se enlazará a sus destinos por obra y gracia del enlace matrimonial de Teresa con el duque Juan Manuel I. Sus existencias en el Palacio Ducal se han diluido con el paso de los siglos aunque ambos ejercieron el papel de padres al morir el duque de Béjar en 1660, heredando el ducado don Manuel con cuatro años y teniendo dos don Baltasar. La ausencia de la figura paterna otorgará a los tíos maternos solteros una influencia tal en los niños que la piedad de don Ruy y el gusto por las armas de don Diego moldearán las personalidades de los niños

 Grabado que representa el "ars moriendi". El moribundo es asistido por un ángel mientras los demonios acechan.

            Quiero detenerme en el postrero momento de la vida de don Ruy, marqués de Alenquer, tras grandes muestras de piedad, porque es un ejemplo del ars moriendi o arte del buen morir barroco en el que se mezclan la devoción, la fe, las muestras de entereza del moribundo ante la muerte, la dedicación de sus familiares para con el enfermo (en este caso de su sobrino el Duque) y el sentimiento de pesar sus allegados y súbditos. En definitiva un tránsito en la que se garantizaba la salvación del alma [2]. De estos momentos existe una carta anónima, enviada quizá a algún miembro de la Casa Ducal por un testigo directo, en la que se describe cada instante [3]

 Retrato del duque don Manuel de Zúñiga y Guzmán
Grabado de Romeyn de Hooghe

Un día de septiembre de 1680, tras haber acudido a la iglesia de Santiago a rezar ante la tabla de Nuestra Señora de la Antigua, como a las 8 de la tarde, don Ruy sintió frío y esa noche ni siquiera cenó. El lunes se quedó en cama a ruego de su sobrina la duquesa de Béjar, Mª Alberta de Castro y Portugal, porque sufría de calentura y sudaba copiosamente, sobre todo las manos y la frente. Ante el empeoramiento de su estado le ausculta su médico Joaquín Ginés, quien le intentó aliviar los síntomas de la fiebre administrándole algún remedio, mas don Ruy no era precisamente un paciente dócil y rechazó las medicinas alegando que se trataba de un simple resfriado y que se le pasaría en 24 o 48 horas. 

23 de febrero de 2015

Béjar: de villa a ciudad (1850) (1ª Parte)



Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2013, pp. 65-69.


        Mientras Béjar vive su puesta de sol, mientras el declive se muestra en su apogeo, mientras la industria textil cabecea en el duermevela de la agonía, mientras el comercio echa el cierre, mientras inclinamos la cabeza, no ante Salamanca, tocada y hundida, sino que rendimos pleitesía a Alemania, hubo un tiempo en que Béjar, sin necesidad de calles asfaltadas, autovías, luz eléctrica o altos edificios de ladrillo, solo gracias a su poderoso empuje fabril y por ser cuna de influyentes personajes, fue capaz de conseguir el título de Ciudad, una denominación que le venía grande por entonces pero a la que después se ajustó como un guante. 

 


           

     1850 fue un año marcado por grandes noticias. La villa, aún bajo la opresión señorial, se encontraba inmersa en la vorágine de la industrialización. Contaba con una población de 4.393 almas, se satisfacían impuestos al estado por valor de 170.000 reales[1], el negocio fabril marchaba a buen ritmo, las enhiestas chimeneas se alzaban hacia el cielo desafiantes, boqueando y vomitando el sudor de las máquinas, y el Manchester Castellano no daba abasto para alojar entre sus muros a inmigrantes deseosos de una vida mejor. La burguesía enriquecida, su dueña y señora, ansiaba dar un aire novedoso a la villa desprendiéndola de las características provincianas y rurales dominantes. Los esfuerzos no se debían limitar, empero, al quehacer diario del consistorio al contarse con la presencia perenne de un diputado en el Congreso de los Diputados, bien de carácter progresista, bien conservador, según los vaivenes caóticos de un gobierno que rolaba bien a los caprichos de una Isabel II siempre tendente al moderantismo o al progresismo gracias a presiones y golpes militares. La llave para que las voces de la burguesía bejarana se hiciesen oír se guardaba en el bolsillo de su representante en Madrid, siendo cierto también que otros personajes influyentes manejaban ocultos hilos para que los planes saliesen a pedir de boca.

29 de diciembre de 2014

Sobre los subterráneos secretos de Béjar

Autor: Gabriel Cusac Sánchez
Publicado en su web aquí
 
      El término bosquero, como cuidador de la villa ducal de El Bosque, ya aparece documentado en el  XVI. Algunos siglos más tarde, yo también tuve la obligación y el privilegio de ocupar este puesto, y pude comprobar entonces el profundo arraigo, en el imaginario popular bejarano, de dos ficciones undergrounds. Porque fueron muchos paisanos quienes, sin asomo de duda, me certificaban la existencia de sendos subterráneos con punto de partida en la misma pieza arquitectónica: el Cubo del Desaguadero. Uno conduciría a la isla central, la pequeña Citera del estanque, y, a modo de estribillo, siempre escuchaba el mismo argumento: los músicos que tocaban en el templete de la isla entraban y salían por aquí. El otro subterráneo, de más envergadura, comunicaría con la residencia urbana, el Palacio Ducal cuyos muros acogen hoy el Instituto Ramón Olleros y  la Cámara Oscura.
 
 Plano de El Bosque en un folleto informativo del Grupo Cultural San Gil
 
    Preciosas invenciones -pero invenciones, al fin y al cabo- superadas por aquélla que pretende un túnel secreto entre el propio Palacio Ducal y el Castillo de San Vicente, en Montemayor del Río, a 16 kilómetros de Béjar. Un castillo que, por meros intereses de explotación comercial, fue rebautizado como del Paraíso -nombre bastardo, artificial patraña de marketing que en ningún caso debemos aceptar- y un túnel quimérico que, como ya escribí en otro lugar, fue gótico soporte literario  de “El castillo de Montemayor”, folletín que Fernando Aguilar y Álvarez publicó capítulo a capítulo en su periódico La locomotora entre los años 1881 y 82, y que recientemente ha sido reeditado a cargo de Miguel Sánchez González. Es posible, también, que muchos lectores bejaranos hayan oído hablar de otra abracadabrante galería con salida en las proximidades de la ermita de Santa Ana. Ya vemos con qué ligereza, por los atajos de la fantasía, se sortean las vaguadas, la distancia, los cursos fluviales y la morfología granítica de estas tierras. No obstante, el río suena demasiado para que todo sea incierto. Porque tanto florilegio legendario debe tener su origen en un poso de verdad.

17 de abril de 2014

El castillo de Béjar y otras fortificaciones de su entorno: origen y arquitectura (3ª Parte)



Autor: Roberto Domínguez Blanca
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2013, pp. 71-76.

 Castillos del territorio castellano (III)

           Continuando hacia Béjar, en Sorihuela, el castillejo era una defensa altomedieval que cita Grande del Brío [1], tal vez poco más compleja que una torre y de la que nada más sabemos. Desde luego el emplazamiento actual de su iglesia parroquial parece el lugar idóneo para una atalaya vigilante. 

            Ya en Béjar, el castillo, transformado en palacio por los duques desde el siglo XVI (del cual se hizo una amplia entrada en este blog), se erigió en el punto que entonces era la entrada a la población, frente al descampado de lo que hoy es la Plaza Mayor. Cuando una población amurallada se eleva sobre un cerro escarpado, el castillo suele ubicarse o bien en el lugar más elevado, para aprovecharlo como atalaya y como último reducto defensivo (castillo de Montemayor del Río), o bien en el lugar más débil junto al acceso a la población (castillo de Miranda del Castañar). Este último caso es el de Béjar. Curiosamente, al ampliarse la muralla hacia poniente y el barrio de San Juan hasta la nueva puerta de la Villa, el castillo queda en una localización para nada adecuada. Quizás esto fue lo que obligó construir el demolido castillo de Campopardo, en la parte más alta de la villa como excepcional atalaya.

 Castillo-palacio de Béjar

22 de julio de 2013

El castillo- palacio de los Zúñiga en Béjar (5ª Parte y final)





Autores: Roberto Domínguez Blanca y Carmen Cascón
Publicado: Revista Cultural de Gibraleón, nº 11 (jun. 2011)


Los moradores del Palacio: la corte ducal, una trasposición de corte real




Según el escritor José Luis Majada Neila la Casa Ducal no era el palacio, ni la familia del Duque, ni su patrimonio, ni el escudo de sus armas, ni la historia de su apellido, sino todo ello más la sociedad doméstica de los múltiples criados reconocidos como tales por el señor, más el cuerpo de abogados y asesores jurídicos que defendían sus intereses [1]. Nos parece esta definición acertada de lo que de facto significaba ese concepto que se utiliza, a veces de manera voluble, para englobar en él todo aquello que hace referencia a los duques en su conjunto. En este apartado del artículo nos gustaría tratar de las personas que conformaban la Casa Ducal al margen de los duques mismos, es decir, de esa legión de criados que defendía los intereses ducales como si fuesen propios y que habitaban durante la mayor parte del año el Palacio Ducal bejarano unidos en una corte que asemejábase, en pequeño, a una corte real [2]. No en vano los señores actuaban como “reyes” en sus propios estados, administrando justicia y recaudando impuestos, prerrogativas adquiridas y fortalecidas a lo largo de la Edad Media, en una situación semejante a la de otros señoríos peninsulares. Las cortes nobiliarias adoptaron la etiqueta borgoñona implantada por la dinastía de los Habsburgo, caracterizada por la complejidad, solemnidad y fastuosidad. Rastreando los archivos de la iglesia de Santa María, parroquia a la que pertenecía el Palacio Ducal, hemos encontrado mencionados personajes aparejados a cargos de esa corte señorial durante los siglos XVI, XVII y XVIII [3]. La nobleza de la Edad Moderna hacían gala de sus riquezas, sus posesiones, mecenazgo, batallas ganadas, honores e insignias, y también  tanto como de los criados que les rodeaban. Así, el número de sirvientes y criados era proporcional a la acumulación de títulos políticos, militares y nobiliarios.




Podemos estructurar a la servidumbre en dos rangos claramente diferenciados. Por un lado, los oficiales con funciones administrativas y, por otro, el servicio doméstico, organizados ambos estratos en una estructura piramidal estricta, teniendo como eje vertebrador y en la cúspide a figura del duque y a su familia. 

15 de julio de 2013

El castillo- palacio de los Zúñiga en Béjar (4ª Parte)




Autores: Roberto Domínguez Blanca y Carmen Cascón
Publicado: Revista Cultural de Gibraleón, nº 11 (jun. 2011)


        Pedro de Marquina también ampliaría la fachada sur del Palacio elevando algún cuerpo sobre el que existía, aunque según Muñoz Domínguez no se terminará del todo en el siglo XVI[1]. Esta fachada muestra en la actualidad cuatro órdenes de vanos, correspondiendo los dos centrales a las plantas más nobles del edificio, por lo que los vanos son más amplios y la iconografía nobiliaria se agrupa a su alrededor. En el piso inferior, los vanos se cubren con cornisa y se alternan rítmicamente con escudos de los Zúñiga; en el superior se ve otra mano, al menos en la labra de los escudos, que ahora están sobre los vanos, alternando los de Zúñiga con los de Sotomayor. Otra diferencia en esta altura es que entre cada vano y su cornisa media una cartela con otra cartela central, grabándose en ésta las letras F, M y A en monograma y bajo corona. Harían mención al duque Francisco III y a su esposa María Andrea de Guzmán, por lo que este cuerpo se habría levantado en algún momento entre 1591 y 1601. Una inscripción más amplia y de difícil comprensión ocupa la cartela del vano más oriental. La fachada palaciega concluye en su lado oeste adosada a restos de la fábrica precedente que conservan algún blasón de los Zúñiga.
 Fachada sur del Palacio


            

8 de julio de 2013

El castillo- palacio de los Zúñiga en Béjar (3ª Parte)



 Autores: Roberto Domínguez Blanca y Carmen Cascón
Publicado: Revista Cultural de Gibraleón, nº 11 (jun. 2011)

El palacio ducal a partir del siglo XVI


            La conversión del castillo de los duques de Béjar en palacio transcurre durante el siglo XVI. Es entonces cuando comienza un programa constructivo sin precedentes que afectó a los edificios más significativos de la población. Generalmente importantes reformas y ampliaciones siguiendo los parámetros del estilo artístico entonces vigente, el renacentista. No sólo asistimos a la construcción de la casa madre de los Zúñiga, sino que también se materializa la villa de recreo de “El Bosque” con sus fuentes y jardines, cuya concepción sólo se puede explicar a través de un contacto directo con el humanismo italiano[1]. Además, las iglesias de la villa se amplían para acoger mayor cantidad de fieles, se crean conventos o se los dota de nuevas dependencias, se levanta el nuevo edificio del consistorio o la casa de Gonzálo Suárez[2], se abren puertas más monumentales en la muralla, se construye un acueducto como el de Plasencia o se acondiciona el nuevo hospital que ocuparía el lugar de la antigua iglesia parroquial de San Gil. Hasta bien entrado el siglo XVII continuaron algunas de las empresas iniciadas en la anterior centuria. Asistimos, por lo tanto, a la transformación del vetusto poblado medieval en una decorosa villa ducal. La investigadora Esther Alegre Carvajal[3] destacó la importancia de Béjar en el panorama español como villa ducal entendida desde un punto de vista urbanístico, si bien señaló como singular la ausencia de un poder clerical preponderante que se manifestara a través de edificios de envergadura (colegiata), tal vez por la proximidad de la catedral de Placentina y la buena relación de los Zúñiga con su curia[4].

Fotografía antigua de la fachada norte



            En este contexto se han de entender las obras del palacio ducal, y en ellas nos vamos a detener[5]. Es en época de Álvaro II, duque entre 1488 y 1531, cuando dan inicio. Llevadas a cabo entre 1503 y 1510[6], tuvieron como protagonistas fundamentalmente a las fachadas norte y sur. El ala sur es la más palaciega y la que menos acusa el origen defensivo del complejo. Sería de este momento la parte inferior de los muros, con los singulares seis contrafuertes en forma de torrecillas achaparradas que, con escudos de los Zúñiga y Sotomayor y de las iniciales F y G (en referencia al duque Francisco y su esposa Guiomar), se suceden en la zona más al este del zócalo. Alguna piedra ornada con las bolas típicas del arte de época de los Reyes Católicos reafirma la datación propuesta.

15 de junio de 2013

El castillo- palacio de los Zúñiga en Béjar (2ª Parte)




Autores: Roberto Domínguez Blanca y Carmen Cascón Matas

Publicado: Revista Cultural de Gibraleón nº 10 (dic. 2010)



       En 1396 don Diego López de Stúñiga (1396- 1417) trueca la villa de Frías por la de Béjar al rey Enrique III de Trastámara. Béjar deja de ser de realengo y se convierte en dominio señorial. A partir de ese momento, la villa sufre un proceso de conversión lento pero progresivo hasta alzarse en capital inexcusable de los variados y extensos estados de la Casa, aunque para ello tengan que pasar varias décadas, entre otras cosas porque sus dos primeros señores, don Diego y su hijo don Pedro (1417- 1453), apenas residieron en ella [1] prefiriendo Plasencia o Arévalo (también dentro de sus vastos dominios). Este protagonismo de Béjar como imagen de prestigio como linaje [2] se adquirirá a partir de su definitiva conversión en ducado en 1485, siendo ostentado este título por vez primera por Álvaro de Zúñiga (a la vez que los Zúñiga pierden Plasencia), hasta la muerte del duque don Joaquín en 1777. Así se comprende que el antiguo castillo- fortaleza sufra importantes y decisivas modificaciones destinadas tanto a hacer más habitable el edificio como a elevarle a la condición de Palacio a la vez que imagen capital del prestigio ducal. 


          De todas formas, la antigua alcazaba no era el único espacio utilizado como residencia ducal, pues en la actual Plaza de la Piedad se alzaba el Palacio Nuevo, propiedad de la Casa Ducal desde los tiempos del duque Álvaro de Zúñiga y Guzmán (1488- 1531), comunicado con la Plaza de Armas o Plaza Mayor a través de la estrecha calle de Las Armas, lugar de residencia de los hidalgos y caballeros. Tras distintos avatares, el Palacio Nuevo pasó a convertirse en cenobio destinado a monjas dominicas después de la reforma del edificio en 1582. 

7 de junio de 2013

El castillo- palacio de los Zúñiga en Béjar (1ª Parte)



Autores: Roberto Domínguez Blanca y Carmen Cascón Matas

Publicado: Revista Cultural de Gibraleón nº 10 (dic. 2010)

*Este año 2013 se celebra el Cincuentenario del Instituto "Ramón Olleros Gregorio", enclavado en el antiguo palacio de los duques de Béjar, en el corazón de la ciudad. Es por ello por lo que queremos compartir con todos vosotros dos artículos que publicamos hace un par de años en dos revistas consecutivas editadas por nuestros buenos amigos, y en otro tiempo vasallos de la misma Casa de los Zúñiga, de Gibraleón (Huelva).  




            Emplazado en la parte más elevada, el castillo-palacio de los Zúñiga o palacio ducal de Béjar, como mejor se le conoce, nos recibe enseñoreándose sobre la amplia Plaza Mayor de dicha ciudad[1], mostrándose arrogante y altanero, despejando dudas acerca del dominio de la Casa de Zúñiga sobre la villa. Cuando desembocamos en este espacio abierto desde la estrecha calle Mayor, despejado ex profeso como lugar comercial, festivo y simbólico, nos parece llegar, sin lugar a dudas, a ese espacio emblemático, lugar decisorio y representativo, del que ninguna ciudad carece. Los tres poderes de la Edad Moderna manifiestan en ella su poder, alzando edificios poderosos, llenos de significado. Al sur de la primitiva plaza de armas, el Consistorio convoca al pueblo en la toma de decisiones civiles, tanto en tiempos pretéritos como en la actualidad[2]. En el centro, la iglesia de El Salvador congrega a los fieles para alabar al Señor[3]. Al oeste, el Palacio Ducal, residencia de los duques y señores de la villa y su tierra, contenía ese poso militar y a la vez de posesión que no escapaba a ninguno de sus vasallos. En un pulso constante a lo largo de la Historia, los poderes civil, religioso y señorial dejan sentir su eco en el espacio vasto del casco antiguo de la villa

 Vista aérea del Palacio Ducal y Plaza Mayor