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11 de septiembre de 2021

Diego Antonio de Viga, un bejarano conspirando en Manila

Autora: Carmen Cascón Matas

Publicado: Béjar en Madrid, 2020.

            De vez en cuando un apellido sonoro emerge en el pozo del olvido para ser rescatado por azares del destino. Sonábame el de Rodríguez de Viga por haber sido difundido tiempo ha en un artículo por don Juan Muñoz García en este mismo periódico, entonces semanario, en 1936[1]. Venía a cuento de que el arcediano de Béjar y canónigo de Plasencia, Francisco de Viga, o Rodríguez de Viga, tanto da, había edificado a su costa una casa contigua a la entonces ermita del Castañar con el fin de que sirviese como hospedería al mismo tiempo que como casa para un sacerdote y confesor que atendiese las necesidades del culto a la Virgen, pues existía desde antiguo un casero o ermitaño que velaba por la decencia y limpieza del recinto. Corría entonces el año 1691 y la postura del edificio se remató en once mil reales que pagaría de su costa. Los terrenos, a la par que el permiso de construcción, los solicitó el arcediano al obispo de Plasencia, el cual tuvo a bien aprobar tan piadoso proyecto. Don Juan Muñoz añadía en su escrito que Rodríguez de Viga había nacido en Béjar y que sus bienes eran ingentes, tanto es así que entre sus títulos de propiedad figuraban los terrenos de Los Picozos. La idea de asentar una comunidad religiosa adyacente a la entonces ermita del Castañar no era nueva porque el canónigo Bartolomé López Dávila había intentado lo propio a principios de ese mismo siglo XVII con los carmelitas descalzos, pero el proyecto no cuajó[2]

Primera imagen de Manila, Sacada de aquí