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29 de agosto de 2021

Breve inventario de regocijos y jolgorios bejaranos civiles de la Edad Moderna y siglo XIX (1ª Parte)

Autora: Carmen Cascón Matas

Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de Béjar, 2019, pp. 14-18.

     Adéntrate lector en este artículo en el que te ofrezco unas breves pinceladas sobre las festividades civiles, o más o menos civiles, con las que los bejaranos de otro tiempo rompían la monotonía de sus rutinarias vidas. Te adelanto que, si bien algunas se han mantenido a lo largo de la Historia, otras han sido engullidas por el loco devenir de los siglos. Y aunque la mayor parte disponía de un lugar fijo en el calendario y el componente religioso era el que primaba, las menos surgían de manera improvisada por obra y gracia de la familia ducal o del monarca que rigiera sus destinos. Las celebraciones plenamente civiles comienzan su andadura en el siglo XIX, a menudo vinculadas a hechos de armas. 

 

Gigantes y cabezudos en La Corredera.
Archivo Fotográfico y Documental de Béjar

       En todas, querido lector, bien sean fijas o puntuales, encontrarás unos denominadores festivos comunes: repique de campanas, aderezo de calles, ventanas y balcones, estallido de cohetes y fuegos artificiales, luminarias, encamisadas y mascaradas por la noche, construcción de arcos de follaje, contratación de compañías de comediantes y grupos de danzantes, sueltas de toros y corridas de novillos en las plazas del Castañar o de la plaza Mayor (salvo cuando se prohibían), al margen de las consabidas procesiones y romerías, misas, bendiciones y Te Deum[1].

 

7 de marzo de 2016

El corregidor de Béjar, Vicente Sanahuja y Mey: el embellecimiento de Béjar y la amenaza latente del liberalismo (1825-1831) (2ª parte y final)

Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid,  nº 4.725 (20/03/2015), p. 6.


    Como queda dicho, don Vicente Sanahuja y Mey, por nombramiento del rey Fernando VII, se trasladó a Béjar en 1825 para desempeñar el cargo de corregidor, en un momento en el que el estado se había enrocado en el Antiguo Régimen y escaso margen existía para que cualquier cambio a favor de las libertades pudiera producirse tras los excesos del Trienio Liberal (1820- 1823). De hecho los liberales perseguidos bautizaron a este periodo con el oprobioso nombre de Década Ominosa

 Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, de José Gisbert. 
Museo del Prado

         En Béjar la mayor preocupación de don Vicente basculó entre la decencia y saneo de la población y la obsesión por evitar cualquier conato de levantamiento liberal. En este sentido publicó bandos en pro del aseo de las calles y de la limpieza del monte y restituyó la batida de lobos, que parecían poner en jaque a los pastores de la zona. 

        Por otro lado, en 1824 se había confeccionado una lista de liberales a los que era preciso vigilar por defender  ideas subversivas tales como la defensa del sufragio universal, la libertad de reunión, prensa u opinión o la supresión de los señoríos o la Inquisición, restituida por Fernando VII durante aquellos años luctuosos. Don Vicente mantuvo una férrea vigilancia de los personajes cuyos nombres figuraban en la lista de 1824, evitando la formación de sociedades secretas, células a través de las cuales los liberales pasaban a la acción.