Autor: Ramón Martín Rodrigo
“Amaneció por fin el gran día y todos estaban de pie muy de mañana. La marcha a las Batuecas fue solemne. A una media legua de La Alberca, desde la Cruz del Portillo puede ya la vista medir la profundidad inmensa que oculta todavía el convento, que hace más sombrío el circulo de montañas, cubiertas unas de rica vegetación, otras enteramente peladas, iluminadas ya las unas por el rayo de sol, dormidas las otras en la sombra”.
Las Batuecas. Foto sacada de aquí
En la crónica se denomina “el gran día” porque por fin se alcanzaba el destino final del viaje y se llegaba a la propiedad de la condesa de las Navas, un lugar que además tenía sobre sí mucha fabulación y leyenda. Por ejemplo, se decía que en las Batuecas, según algunos crédulos, estuvo el paraíso terrenal. La ocasión se presentaba para explorar y descubrir personalmente qué había de verdad en aquel valle. Y “la marcha fue solemne”, cargada de emoción, como si la condesa de las Navas fuera bajo palio majestuosa, peregrina y gozosa, y ritualmente seguida por una expectante caravana con esperanza de esparcimiento, de exploración y descubrimientos. La narración recoge algunas de sus impresiones: la profundidad del valle, el círculo de montañas, la vegetación de madroños, matorrales, enormes encinas, corpulentos cedros y altos cipreses.