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4 de diciembre de 2019

"Unos ojos extrañados con los que mirar el mundo"


Autor: Antonio Gutiérrez Turrión

Presentamos ayer mismo un nuevo volumen de la colección “Don Francés de Zúñiga”. Al fondo, el Centro de Estudios Bejaranos. Su título, este: “Unos ojos extrañados con los que mirar al mundo”. La autora de este nuevo volumen es Laura Pascual Matellán, doctora en Derecho y gran conocedora del personaje y de la obra que estudiaba, el penalista Pedro Dorado Montero. En la exposición, llena de conocimientos, de entusiasmo y de trabazón lógica, se entreveraron elementos biográficos con el esquema fundamental de ideas que están en la base del pensamiento del autor de Navacarros. Gracias le sean dadas por su extraordinaria exposición.

 Pedro Dorado Montero

Seguramente, los elementos biográficos de este filósofo del Derecho sean más conocidos; acaso, llamen más la atención a primera vista: origen muy humilde, desgracia física, estudios brillantes, becas, estancia en Salamanca e Italia, vuelta a Granada y Salamanca, enfrentamientos con la sociedad pacata de provincias y con el poder del clero, escarceos con sus colegas universitarios, amor por la naturaleza y por sus orígenes rurales… Todo un cúmulo de elementos que nos dan la pista para conocer aquello que realmente más nos interesa: su legado, su pensamiento, su visión del mundo, su manera de enfrentarse cara a cara con las cosas, “esos ojos extrañados con los que mirar al mundo”.

8 de diciembre de 2011

Algunas notas sobre el pensamiento de Dorado Montero



Autor: Javier R. Sánchez Martín 
Publicado: “Béjar en Madrid”, nº 4.414 (20/10/2006) 




"El Cristo de la sangre" de Ignacio Zuloaga
Un científico es una persona con preparación adecuada, que estudia cualquier rama de la ciencia para comprenderla y, si puede, hacerla progresar. A la vista de esto no cabe duda de que Dorado Montero fue un destacado científico que construyó una teoría del Derecho Penal completamente innovadora, casi revolucionaria, hasta el punto de ser calificada de utopía. Hoy día, cuando el tiempo ha demostrado que las teorías de Dorado eran correctas, estamos en condiciones de afirmar que, aparte de ser uno de nuestros juristas más prominentes y europeístas, se adelantó en muchos años a su tiempo.


Pero quizá sea más desconocida su obra filosófica, más irregular pero también muy interesante. Como muestra, hablaré de un artículo que publicó en 1912 en la revista “La España Moderna”, titulado Religión y Ciencia, Razón y Fe. Según se indica en la revista, el texto había sido escrito varios años antes y, cuando enviaron las pruebas a Dorado, ni siquiera recordaba haberlo escrito. Añade -y parece aquí que la revista refleja la opinión que les había transmitido el autor-, que “sólo en alguna parte coincide con lo que ahora se diría si hubiera de nuevo que redactar este escrito, pero traduce, al cabo, un estado mental”.

4 de diciembre de 2011

D. Pedro Dorado Montero, un penalista salmantino nacido en Navacarros (3ª Parte)


Autor: Javier R. Sánchez Martín
Publicado en  “Béjar en Madrid”, nº 4.413, 13/10/2006.


Desde principios del siglo XX, y poco a poco, Dorado Montero se irá replegando cada vez más sobre sí mismo, dedicándose a una agotadora actividad intelectual. Así, sólo el epistolario que posee el Archivo Histórico de la Universidad está compuesto por unas 2.300 cartas y tarjetas postales que le fueron escritas entre los años 1890 y 1918. Por ejemplo, se cartea con frecuencia con Giner de los Ríos, con Azorín, con el criminalista Rafael Salillas, con el político Joaquín Costa, y un largo etcétera. Además de contestar a su mucha correspondencia, se dedicaba a escribir artículos para revistas especializadas, que constituían una de sus fuentes de ingresos para complementar su precaria economía, aunque a veces se queja del poco rendimiento económico que obtenía de ellos en comparación con el gran esfuerzo que le costaba elaborarlos. Otro complemento económico lo consigue mediante la realización de  traducciones especializadas, pues domina el alemán y el italiano, cosa poco frecuente en la época.

Volvía a Navacarros en los veranos buscando la tranquilidad del campo, y gustaba de ir todos los días hasta un huerto que tenía al lado de la Casa del Concejo, que la familia donó al municipio para zona de recreo. Iba allí para su esparcimiento y distracción, pero también para pensar y, quizá, para hallar la paz de espíritu que no encontraba en Salamanca. Algunas veces le acompañaron hasta el pueblo amigos salmantinos, entre los que dicen que estaba Unamuno.

Aula "Pedro Dorado Montero" en las Escuelas Mayores

Su carácter, cada vez más retraído, y su apartamiento voluntario de la vida social durante un largo período de tiempo, harán que muera casi olvidado el 26 de febrero de 1919, a las ocho y media de la mañana. Pero fue precisamente su muerte la que le rescató del olvido social. En efecto, narra El Adelanto que a su entierro civil asistieron miles de personas, a pesar de la mañana lluviosa, con gran despliegue de banderas socialistas. Entre ellos, muchos estudiantes y obreros. La comitiva partió de su casa, cercana al río Tormes, atravesando la Plaza Mayor, camino del cementerio civil. Allí fue enterrado en una sencilla fosa, precisamente al lado de Mariano Arés, su antiguo profesor de Metafísica. Entre los asistentes estaba Unamuno, quien improvisó un corto pero sentido discurso, que comienza: «Enterramos hoy, los ciudadanos de Salamanca, a este hombre civil, amigo, maestro y consejero de todos; a este hombre que trabajó por la redención de los delincuentes, porque sabía entender, mejor que nadie, aquellos versículos de “no juzguéis para no ser juzgados, porque en la medida que juzgaréis seréis juzgados”. Y lo enterramos en esta tierra sagrada y bendita, tierra bendecida y sagrada por los que aquí reposan, bajo el mismo cielo que a todos cobija, bajo su luz, que a todos nos ilumina por igual.»


23 de noviembre de 2011

D. Pedro Dorado Montero, un penalista salmantino nacido en Navacarros (2ª Parte)



Autor: Javier R. Sánchez Martín
Publicado: “Béjar en Madrid”, nº 4.412 (06/10/2006) 


            El joven Dorado cursa simultáneamente las carreras de Derecho y de Filosofía y Letras, gracias a una beca del Colegio Mayor de San Bartolomé que consiguió por oposición. Ya en cuarto curso consigue, también por oposición, una nueva beca de las creadas por iniciativa del catedrático de Metafísica, Mariano Arés. Precisamente la muerte sin sacramentos de Arés y su posterior entierro en el cementerio civil (privado por decreto episcopal de sepultura eclesiástica), entierro al que asistió Dorado, conmovió a la conservadora Salamanca de finales del XIX, que por aquellas fechas veía llegar a un joven catedrático cuya intención inicial era permanecer poco tiempo allí, Miguel de Unamuno


Francisco Giner de los Ríos
En 1882 Dorado concluye Derecho y en 1883 Filosofía, ambas con la calificación de Sobresaliente en los ejercicios de grado, trasladándose entonces a Madrid, a la Universidad Central, para cursar el doctorado en Jurisprudencia. Allí entra en contacto con Francisco Giner de los Ríos y su "Institución Libre de Enseñanza", que comienza ya a despuntar y a atraer a los intelectuales más relevantes de la época. Giner fue amigo y consejero de Dorado durante toda su vida, hasta el punto de enviarle varias de sus obras más relevantes para que Giner las corrigiera antes de publicarlas.

            Una vez concluido el doctorado, Dorado, hombre inquieto y con expectativas de formación poco comunes en la época, ve conveniente trasladarse al extranjero para completar su formación. Para valorar este gesto que hoy parece tan corriente, hay que situarse en la España de finales del siglo XIX y pensar en la precariedad de medios de Dorado. Nuevamente por méritos consigue una pensión, que le otorga el rector de la Universidad Central, para ingresar en el Colegio Español de San Clemente, de Bolonia, en Italia, institución fundada por el cardenal Albornoz. Allí entró en contacto con los criterios doctrinales de la conocida como “Escuela Positiva”, que tanto influirían después en su concepción de lo que debía ser el derecho penal, basado más en la rehabilitación del delincuente que en los aspectos punitivos. Permaneció en Italia entre 1885 y 1887, período que coincidió con el florecimiento de la mencionada escuela positiva.

20 de noviembre de 2011

D. Pedro Dorado Montero, un penalista salmantino nacido en Navacarros (1ª Parte)


Autor: Javier R. Sánchez Martín
Publicado: “Béjar en Madrid”, nº 4.411, 29/12/2006.

       Mis padres son de Navacarros y, aunque vivíamos en Béjar, cuando yo era pequeño subíamos con cierta frecuencia a este pueblo a ver a mis abuelos. De aquel tiempo recuerdo con nostalgia la campiña, que configuraba un entorno natural privilegiado. Entonces no había comenzado aún la desordenada construcción de chalés en prados y huertas de los alrededores que, en mi opinión, ha estropeado en parte la belleza serrana de este pueblo. Recuerdo también las fiestas de la Magdalena, en julio, en las que bailábamos hasta agotarnos. Y, cómo no, la figura de un sacerdote extremeño recién llegado, don Manuel García Tovar, que por sus cualidades humanas y religiosas pronto sería un personaje popular en toda la zona. Don Manuel ofició el funeral por mi padre, me casó y, sobre todo, me honró con su amistad mientras vivió. 

            Y, entre otras muchas cosas, hay una que me llamó poderosamente la atención: en una pequeña plaza del pueblo había una casa con una placa que decía escuetamente: “Recuerdo de sus convecinos a don Pedro Dorado Montero”.

Pedro Dorado Montero