Autor: Agustín García Gómez
Para la investigación histórica sobre la villa de Béjar, especialmente la del siglo XVIII con la implantación de la fábrica de paños finos promovida especialmente por sus dos últimos duques[1], existe una base de información formidable que todos los investigaciones e historiadores o simples aficionados domésticos, como el que esto escribe, tienen a su disposición en su domicilio sin necesidad de desplazamientos, que es el Portal de Archivos y Revistas Españoles, comúnmente llamado PARES, dependiente del Ministerio de Cultura y disponible a cualquier consulta en internet.
En su sección del Archivo Histórico de la Nobleza (AHNOB), se encuentra el Archivo de la Casa de Osuna, uno de los de mayor volumen de documentos, y dentro de él el Archivo Ducal de Béjar (ADBéjar) el cual, y pese a las múltiples vicisitudes históricas sufridas que merman su contenido, guarda la documentación relativa a los duques de Béjar, la familia Zúñiga, y también, y eso es lo importante para esta presentación, otra mucha relacionada con los habitantes de su Villa y Tierra, que resulta interesante para conocer su vida. Hemos de comprender que los Zúñiga eran los señores ducales, muchas veces en la distancia y hasta cierto punto ajenos comparados con el resto los bejaranos. Debido al desordenamiento y la dispersión de sus legajos resulta necesario el empleo de tiempo para su consulta, pero a la vez da la oportunidad de conocer el día a día de la vida villana y sus vecinos como el suceso que a continuación se expone.
Para entender su contenido hay que explicar que hasta el siglo XVIII Béjar estaba distribuida en diferentes barrios diseminados y arremolinados en torno a las tres iglesias principales: Santa María la Mayor, El Salvador y San Juan Bautista, después de la desaparición, en 1568[2], del resto de parroquias por orden del obispo de Plasencia don Pedro Ponce de León. Béjar se extendía desde la Puerta de San Lázaro al oeste, hasta el puente de la Corredera al este ya extramuros, como fue pintada por Ventura de Lirios en 1726 y 1727 por encargo del duque don Juan Manuel en el cuadro Villa Vijerrensis o Panorama de la villa Vijerrensis, como así fue titulado en la subasta de arte en la quiebra de la Casa de Osuna en 1896, y hoy conocido como Vista de Béjar.
Tan largo y estrecho caserío estaba dividido en la Villa Vieja -desde la Plaza Mayor hacia el oeste a través de la calle la Carrera, plaza de la Alcaicería, iglesia de Santa María la Mayor, calle Mayor de Santiago e iglesia del Señor Santiago-, y la Villa Media y Nueva -desde la plaza Mayor hacia el este hasta la Corredera más allá de la Puerta de la Villa o de Ávila y que llegaba hasta el puente de la Corredera sobre el río Cuerpo de Hombre (único puente que existía para acceder a los tintes y batanes en lo que es actualmente es el Parque Municipal de la Aliseda, lugar primigenio de la Fábrica de Paños Finos) y a la ermita de los Mártires San Fabián y San Sebastián, patronos de la villa, con su Alameda del Recreo, y más arriba a la finca de caza y recreo ducal de El Bosque-. Ya se ha señalado a la plaza Mayor como eje vertebrador de la vida villana con la representación de sus tres poderes, el señorial con su palacio Ducal, el eclesiástico con su iglesia del Salvador y el civil con su Ayuntamiento edificado hacia 1578.
Recreación de la Villa de Béjar, según Catastro de Ensenada de Oscar Rivadeneyra
Pero lo que aquí se quiere señalar es que la calle de la Carrera, la actual Rodríguez Vidal a la ladera sur del Palacio Ducal, era la única calle o vía de comunicación entre las dos villas, dado que su ladera norte estaba ocupada por la huerta del Aire con sus jardines y caballerizas y el barranco de las Guaridillas sobre el río Cuerpo de Hombre. Hay que considerar que no existía la actual Ronda de Viriato o carretera de Circunvalación, mucho más reciente, aunque sí existía el Cerradillo o actual Padre Roca, como lugar de acceso al Valle de las Huertas. El tráfico de personas, animales y carros transitaba necesariamente por La Carrera para salir o entrar en la Villa Vieja, lo que hoy llamamos genéricamente La Antigua.