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19 de enero de 2015

Juan Eduardo Zúñiga, "maestro de la literatura" (1ª Parte)



Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Béjar en Madrid, 1/08/2014, nº 4.709, p. 14.

Permítanme que defina al personaje que nos ocupa con el contundente calificativo con el que lo suele saludar el novelista Antonio Muñoz Molina: el de “maestro”. Y es que la veteranía en las letras y la intensidad literaria, unidas a la honestidad de su obra, hacen a nuestro protagonista acreedor de tan incontestable sobrenombre. ¿Por qué dedicar una  entrada en este blog a la figura enjuta, casi quijotesca, de un octogenario escritor madrileño que redacta sus textos a mano frente a la frondosidad del Retiro, llamado Juan Eduardo Zúñiga? Quizá su apellido, de tantas reminiscencias aristocráticas y tan unido atávicamente a la historia de Béjar, pueda darnos pistas. Incluso a través de él logremos vislumbrar las razones genéticas de una vieja tradición familiar alrededor de la literatura que ha fraguado en Juan Eduardo Zúñiga como su último vástago.

 Toribio Zúñiga Sánchez- Cerrudo, según Antonio Solís Ávila

 Hablemos, antes que nada, de su progenitor. El padre de nuestro protagonista no era otro que Toribio Zúñiga Sánchez-Cerrudo, creador de la moderna farmacología española; y a mi juicio el más ilustre de los bejaranos del siglo XX, sobre todo si tal honor se definiera por méritos académicos[1]. No habría espacio suficiente en estas páginas para relacionar de modo completo los valores profesionales, títulos, honores y condecoraciones que jalonan la biografía de don Toribio. Como doctor en farmacia ayudó  en la fundación de su Real Academia, de la que fue presidente y secretario perpetuo, ejerciendo de farmacéutico del Rey Alfonso XIII desde 1925 hasta la renuncia de este último como Jefe de Estado en 1931. Al mismo tiempo son innumerables los trabajos de corte científico que publicó, destacando su póstuma “Historia de la Real Academia de Farmacia”[2]