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21 de junio de 2015

Festejos en Béjar por la boda de la reina Isabel II


Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid nº4.722 (6/02/2015), p. 6.

           Por segunda vez, trescientos años después de que la corona de Castilla ciñese las sienes de la gran Isabel, la llamada Católica, otra Isabel regía los destinos de la ya no imperial España. Aquella reina, segunda de su nombre, se hacía querer a nivel popular por su gracejo y humor llano, además de por haber ocupado el trono a tierna edad, tres añitos, tras la muerte de su padre Fernando VII. Depositada la Regencia en su madre, la Reina Gobernadora Mª Cristina de Borbón, la grave situación política le obligó a nadar en las aguas turbulentas de la Primera Guerra Carlista apoyándose por vez primera en los personajes que otrora fueran calificados de traidores, los liberales, para que la niña siguiera aferrando el cetro.

Isabel II niña por Vicente López

     Mimada por la corte, aduladora y falsa, Isabel creció acostumbrada a que sus deseos fueran satisfechos casi antes de ser pronunciados[1]. La que un día debía regir los destinos de España vivía confiada en su infancia dorada, divididas las horas entre las lecciones aprendidas con dificultad y los incesantes bailes y saraos. Inseparables compañeras de juegos, su hermana Luisa Fernanda y ella soñaban con príncipes azules mientras las crisis políticas se sucedían una tras otra y la guerra carlista, protagonizada por su tío Carlos Mª Isidro, deseoso de arrebatarle el trono por aquello de que una mujer no podía ocuparlo, sangraba el país. Es posible que el motín de los sargentos de La Granja, en el que varios militares progresistas entraron en palacio y obligaron a la reina niña y a su augusta madre a punta de pistola a implantar la constitución de 1812, quedara grabado en su mente como advertencia de que más allá de su mundo de juegos y agasajos había una amenaza que ella no llegaba a comprender. Golpe duro fue el hecho de que a las niñas le quitaran a su madre por componendas políticas. En 1830 Mª Cristina fue apartada de las tareas de gobierno debido a su pérdida de popularidad tanto por encastillarse en los liberales moderados como por su matrimonio morganático con su escolta Fernando Muñoz, con quien procreó una larga lista de vástagos. El general Espartero, el vencedor de la Primera Guerra Carlista, tomó las riendas de la regencia, mientras la reina madre hacía las maletas para emprender su exilio en Francia.