Autora: Mª del Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid. Nº 4482, Febrero de 2008.
*A petición de "Retablo de la vida antigua" retomo una entrada perdida en los anales de este blog (concretamente vió la luz como tercera entrada) para que tengais la oportunidad de leerla.
Desde la distancia los bejaranos de hoy solo disponemos de algunos vagos retazos sueltos, lamentablemente escasos, de las experiencias cotidianas de los hombres y mujeres que ocuparon nuestro espacio en el pasado. Ellos vieron la misma sierra que contemplan nuestros ojos, pasearon por algunos edificios que todavía permanecen en pie, pronunciaron nombres de lugares y calles fácilmente reconocibles por nosotros,... pero nos cuesta imaginar, “ponernos en el lugar de”, reconstruir aunque sea una hora de sus existencias. El pasado desdibuja vivencias, recuerdos, nombres... y es labor de todos intentar (aunque sea sólo eso, intentar) que no se pierda para siempre, que el tiempo no borre del todo a otros seres que nos precedieron.
Vamos a intentarlo con los bejaranos del siglo XVIII. En este caso poseemos testimonios curiosos insertos en los libros de fábrica de la iglesia de El Salvador. En ellos cada mayordomo, elegido cada dos años por votación, anotaba los gastos e ingresos bianuales de la parroquia (por ejemplo, cuentas y contratos de obras, ingresos procedentes de las rentas de la tierra, los diezmos y capellanías, ...), pero también las crónicas de las visitas que los obispos placentinos, o en su defecto, sus representantes, solían realizar a cada una de ellas. La función de estas visitas consistía en vigilar el correcto funcionamiento de las parroquias, desde la trasparencia en la gestión de los bienes y en la anotación de las partidas sacramentales, hasta la limpieza de las iglesias, el orden y la decencia en los ornamentos y la correcta administración de los sacramentos. Todo ello se traducía en mandatos, es decir, órdenes de obligado cumplimiento por el Cura Rector, quien debía remediar la falta antes de la siguiente visita.
Dejando al margen los mandatos que se refieren a la arquitectura y el adorno de la iglesia vamos a fijarnos en los que hacen alusión a prácticas habituales de los bejaranos de la época, actitudes que son reprobadas por las autoridades placentinas. En 1712 se anota: (...) las mujeres se asientan en el coro bajo entre los hombres que alli se suelen sentar, lo cual es indeçente y mas cuando la entra alli la clereçía a cantar y ofiçiar las misas, en cuyo caso ni aún los hombres deven estar en dicho coro (...) como tambien el sentarse como se sientan dichas mujeres en las tarimas de los altares (...) (fol. 21.). Los coros y coros bajos de las iglesias bejaranas son especialmente espaciosos, pues en ellos solían sentarse los miembros del Cabildo Eclesiástico en las ceremonias establecidas en su regla, en sillerías de madera labrada (hoy perdidas), lugar cómodo elegido por algunas mujeres de entonces para escuchar la misa. Hay que tener en cuenta que en aquel entonces se establecía una estricta separación entre hombres y mujeres, aplicable a diversos ámbitos, en este caso el religioso.
La visita continúa: algunas mujeres estando en la yglesia en misa y otros officios divinos se descubren las cabezas manifestando las tocaduras profanas, causando mal ejemplo. Por tanto, mandó Su Merced que ninguna mujer de cualquier estado, calidad y condición que sean, no se sienten en dicho coro bajo, ni tarimas que estan a los pies de los altares, ni se descubran las cabeças, ni tocaduras de ellas, pena de excomunión mayor (...).
Interior de la iglesia de El Salvador
Era habitual en la Edad Moderna que en las misas y celebraciones religiosas los personajes principales se situasen en los lugares mas adelantados, preferentemente en los presbiterios, separados del resto de la población mediante la reja que diferenciaba el espacio más sagrado del resto de la nave. No sería descabellado pensar que éste sería el lugar reservado al Duque, a su familia y séquito en las iglesias bejaranas. La familias nobles e hidalgos se posicionarían en los lugares más próximos al presbiterio dentro ya de la nave, dejando el resto para el pueblo llano, exceptuando el coro bajo donde se sentaría en su sillería el Cabildo Eclesiástico.
En aquélla época no era habitual la disposición de bancos en la iglesia, ya que los caballeros y damas de calidad llevaban sirvientes portando sillas para sentarse y cojines para arrodillarse, mientras que el pueblo llano permanecía en pie o arrodillado sobre las losas del pavimento. Creo que no es necesario explicar que hasta hace bien poco las mujeres debían cubrirse la cabeza para acudir a la iglesia, mientras que los hombres debían destocarse, ambos actos como señal de respeto y penado con la excomunión en caso de incumplimiento.
Más curiosas resultan aún las anotaciones referentes a la visita de 1742 (fol. 54): (...) por quanto se halla informado su Merced por perssonas de toda integridad, q con el motivo de haber siempre brasero en la sachristia de esta yglesia (la del Salvador) se juntan en ella personas de poco seso y con menospreçio del lugar sagrado toman çigarros de tabaco de oja; y para evitar tanta irreverencia mando su Merced que ninguna persona de ningun estado ni calidad sea dado a tomar dicho tabaco de oja en çigarro, ni pipa, ni en otro genero, pena de 6 reales de bellón por cada vez aplicados para la luminaria del Smo Sacramento (...). La sacristía tomaba la apariencia, según nos muestra la fuente, más de espacio de reunión y esparcimiento, que de lugar preparatorio para los oficios divinos. Para entenderlo debemos ponernos en el lugar de aquellas gentes que vivían en pequeñas casas hechas de adobe y madera, expuestas al duro frío del invierno, quedando reservados los edificios fabricados enteramente de piedra para los estamentos adinerados, con recursos para poder sufragar su construcción. Las iglesias, lugares de uso público, ejercían a veces la función de lugar de refugio, de seguridad espiritual y física.
Las medidas en contra de ciertas costumbres populares mantenidas en lugares sagrados afectaron incluso a vestimentas de hombres y mujeres Así se demuestra en la visita realizada en 1759 a la iglesia de El Salvador: (...) muchas personas de toda clase entran en la yglesia a oyr el Santo Sacrificio de la misa y demas ofiçios de animas, con gorros, redezillas y pelo atado, comen y se desayunan en la sachristia sin neçesidad, causando grave scandalo e irreverencia (...). El uso de las redecillas al pelo era algo habitual entre la gente llana del siglo XVIII, como se puede observar en los cuadros de Goya, por ejemplo, una costumbre a la moda en aquel momento, al igual que las coletas y pelucas.
La vigilancia y control en actitudes y costumbres de los bejaranos, dentro y fuera de la iglesia, se extiende a los clérigos, en este caso al vestir: (...) que ningun economo dentro del pueblo que transita, salga de casa sin cuello blanco de tela, asi de dia como de noche, ni hagan transito de un lugar a otro sin alçacuello y los de orden sacro usen en todo tiempo sombrero de copa cortado, y que tanto estos como los menores, no usen redeçillas de cualquier color que ssean, de gorros blancos de lino, lana, ni seda, y si alguno presentasse neçesidad de ahigarse la cabeça, sí se permiten usen negros y no de otro color, y así lo cumplan todos bajo pena de excomunion mayor y de 6 ducados (...) (fol. 210)
En 1767 la visita hace mención a la prohibición de algo habitual, parece, entre los feligreses: introducir perros en medio de la misa, lo que conlleva irreverencias y distracciones. Además se apunta la costumbre de los clérigos forasteros, de paso por Béjar, de alojarse en las casas parroquiales y se demorasen más de lo previsto.... El Obispo se ve obligado a regular esta situación, manifestando que sólo se podrán permanecer durante más de tres días (...) los q vengan a buscar limosna, de pan, vino, açeite y toçino y demas especies para sus conventos (...); los q hallandosse enfermos pasassen por rezeta de medicos a tomar los ayres nativos o baños, deteniendose solo lo preciso para su recuperacion; de aquellos que fuesen a predicar o confesar en alguna festividad pues estos podran detenerse por el tiempo de cuatro días y de aquellos que ejerciessen el empleo de curas, pues los demás no podrán permaneçer mas de tres días (...) (fol. 211).
BIBLIOGRAFÍA:
Archivo Parroquial de la iglesia de El Salvador de Béjar: Libro de fábrica nº 4 (1708- 1735), f. 21 y Libro de fábrica nº 5 (1736- 1768) , ff. 54, 210 y 211.
Buena cosa esta de rescatar o recuperar antiguas entradas poco conocidas por los seguidores habituales. Sobre todo cuando aparecen curiosidades acerca de otro tiempo como pasa con el presente post. Con frecuencia caemos en el error de juzgar ciertas costumbres de otros países, cuando un simple vistazo a nuestro pasado nos dice que hasta hace poco tiempo nuestras costumbres dejaban mucho que desear.
ResponderEliminarun saludo.
Eso de cubrirse la cabeza, ay qué ahora que ya no se la cubren los feligreses actuales,ya no se acuerdan y se fijan en otros que ahora forman parte de nuestro paisaje cotidiano.
ResponderEliminarLo de los perros es muy gracioso,quizás muchos de los que te leean y con las mascotas de hoy en día..no me extrañaría que tuvieran que implantar esta "prohibición" de nuevo..je,je.
Hoy que todos hemos madrugado, hemos votado, hemos tomado el vermut e incluso ya hemos comido...
Estoy escuchando a Enrique Morente (comprado junto con El País) y viniendo a tu ventana recién abierta...
Muchos besicos tocaya.
Cuanta razon tiene don cayetano. Eso de criticar costumbres y luego vemos que nosotroa ibamos a la zaga en cosas parecidas. Y lo recuperar entradas antiguas es algo muy a tener en cuenta. Ya sabe, si no tiene tiempo para las novedades, buenas seran estas antiguedades que algunos no habiamos leido.
ResponderEliminarQue tenga buen domingo.
Caramba, madame, las antiguas sacristías casi parecían pubs escoceses, no?
ResponderEliminarEn cuanto a la costumbre de cubrirse con mantilla y no mezclarse ambos sexos en las iglesias, ahora nos parece cosa de tiempos muy remotos, pero en realidad así era hasta hace relativamente poco.
Feliz domingo
Bisous
Que cantidad de normas a seguir podía dar la iglesia en ese tiempo al contar con la fuerza y el poder, hoy todo esto nos parece anacrónico, aunque seguramente en otros países católicos todavía estén muy cerca a esta iglesia ya remota para nosotros.
ResponderEliminarUn saludo.
No recordaba yo esta entrada y la verdad que es muy buena porque nos hace conocer cosas que pasarían desapercibidas si personas como tú no las sacaran a la luz.
ResponderEliminarUn abrazo.
Carmen, una magnífica entrada la de hoy. Nos acer a aquellas costumbres, malas costumbres mejor dicho, que vuestros antepasados usaban en las iglesias. Sin duda en todas las iglesias de la península o era igual o peor. Relajación de costumbres. !Y es que con la iglesia hemos topado!
ResponderEliminarUn placer leerte.
Me ha gustado mucho tu entrada, no la conocía.
ResponderEliminarEs bueno siempre echar un vistazo hacia atrás, y así comparar y poder ver donde hemos mejorado y donde no, normalmente hemos mejorado.
Bueno la iglesias oficial quizás diga lo contrario.
Un beso.
Querida Carmen, me gusta mucho cómo te explicas y la entrada de hoy está llena de curiosidades. La discriminación sexista dentro de la iglesia, por ejemplo. O que no hubiese bancos dentro del recinto sagrado, como es normal la nobleza tenía sus privilegios y ellos podían sentarse en sillas o arrodillarse en el suelo con cojines mientras que el pueblo llano de pie o sobre las duras losas de piedra.
ResponderEliminarBesitos guapa y feliz domingo
Es un artículo excelente. Un verdadero estudio sobre antropologían histórica. La descripción de la tertulia alrededor del brasero, con tabaco y todo, es de sainete costumbrista.
ResponderEliminarMuchas gracias por su amabilidad.
La verdad es que lo de comer y fumar en la Iglesía está feo, en cuanto a la separación entre hombres y mujeres y la obligatoriedad de estas últmas a cubrire la cabeza es algo que tuve oportunidad de ver cuando era pequeña, en la Iglesía del pueblo donde veraneabamos.
ResponderEliminarUn beso, Carmen.
Fantástico retrato de la sociedad de entonces y de las normas que se suponía debían regir. La separación de hombres y mujeres, te trastoca, y más sabiéndolo, pero como decía mi abuela, eran otros tiempos.
ResponderEliminarSaludos Carmen¡¡
Carmen, qué relato tan bien documentado y la iglesia es una preciosidad... no dejas nada al azar, así que me referiré para apostillar tu estupenda entrada que el cuadro que ha elegido, sé que lo has hecho a conciencia pues es La Boda de Goya, y está en el Museo del Prado, asistí a una charla sobre él, y me encantó... es uno de los últimos cartones para tapices que hizo Goya y representa la boda entre una casterllana y un indiano feo pero con dinero, la familia de ella que ven la boda provechosa, las amigas de ella que se ríen de la buena y mala suerte que tiene la amiga que declara que va obligada al altar porque tiene los zapatos cambiados... y además... hay un círculo de la vida con los niños delante, la gente madura en el medio y los ancianos detrás... y no recuerdo más significados... posiblemente haya más... es que Goya era un genio!!!
ResponderEliminarBss... amiga...
Lo de cubrirse las mujeres y destocarse los hombres lo conocí cuando era niño. Muy interesante tu entrada.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Carmen, super interesante esta entrada, me encanto repasar estos topicos, recuerdo haber protagonizado algunos de ellos, por ejemplo: las mujeres en manga larga y pollera. Sí, manga larga hasta con 40° de calor! :P XD
ResponderEliminarFue una buena idea volver a publicarla. Besos.
Buenos días Carmen,
ResponderEliminarHaces un precioso trabajo, recuperando el pasado y trayendo a la memoria imágenes y formas de hacer de antaño.
Actualmente estoy leyendo un libro de Cess Noteboom, autor que me fascina, libro que relata el viaje del autor por España y su amor por este país, recuperando y visitando viejas costumbres. Su título es "El desvío de Santiago".
Gracias por tus entradas,
Antonio
Ir a misa en aquella época era un acto social y para los jóvenes me atrevería a decir que sería a los jóvenes de hoy como ir a la discoteca, pues era el lugar donde podían encontrarse los mozos y las mozas que andarían con las hormonas revoucionadas. Los jóvenes imagino que estarían más atentos a algún descuido de las féminas en el vestir que al sermón en latín del señor cura...estas cosas no cambian nunca jeje.
ResponderEliminarMuy interesante esta entrada recuperada de los anales del blog.
Un beso.
Despiertas recuerdos en nuestras mentes algo escondidos...hasta no hace mucho tiempo la cabeza se seguia cubriendo.
ResponderEliminarUna entrada como siempre genial.
Besos
Muy buena entrada Carmen.
ResponderEliminarAnda que no tenían normas para ir a la iglesia... Yo recuerdo haber llevado velo para ir a misa los domingos :) sin él no se nos ocurría entrar...Igual que ahora!
Un beso.
En mi pueblo (en el mio no, que no hay iglesia, creo que seremos de los pocos, pero en el pueblo donde está la iglesia parroquial a la que pertenece el mío) sobrevive esa tradición, las mujeres ocupan los bancos delanteros hasta más o menos la mitad de la iglesia y los hombres los traseros, está más visto que ellas suban al coro y mi madre recuerda perfectamente tener que llevar velo para entrar, un velo de encaje negro...Me alegro de que reflotes post antiguos, yo este no lo conocía. Un beso, Carmen
ResponderEliminarY seguramente culparian a las mujeres de todas las actitudes peligrosas u ofensivas, las causantes de todos los pecados de los hombres; en esos tiempos imperaba la férrea moral de la inquisición, pero por debajo de cuerda se hacía lo que se quería.
ResponderEliminarMuy interesante esta entrada sobre costumbres, tan típicas de todas las historias locales. Saludos, Carmen.
Me gusta leer tus historias bejaranas. Me llama la atención la necesidad de regularlo todo y la preocupación de la iglesia por las vestiduras o las apariencias.
ResponderEliminarEn una cosa eran contemporáneos, el uso de la "q" al igual que se hace ahora en los SMS.
Muy intersante tu entrada.
Saludos.
Cayetano: me parecía una entrada simpática que había caído en el olvido. De hecho este texto es el culpable del título de este blog, pues su título original es "Pinceladas costumbristas del Béjar del siglo XVIII". Me pareció curioso y decidí, con matices, utilizarlo para este espacio que ya conoceis.
ResponderEliminarSaludos
Cabopá: nunca se sabe en este tiempo en el que se conjugan por igual libertades y prohibiciones. Unas veces los políticos tienden la mano y otras la retiran para no volver a darla más.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que ayer te lo pasaras bien. Al menos fue una jornada de descanso y tranquilidad para ti. Imagino que luego irías a contemplar el mar...
Besos
Lorenzo: pues la recuperación de esta entrada no tiene nada que ver con falta de material; todo lo contrario, estoy saturada y hay cola para publicar. Lo que pasa es que me gusta atender vuestras peticiones y ésta no iba a caer en saco roto.
ResponderEliminarSaludos
Dame Masquee: ¡cuánta razón tiene, madame! Lo que pasa es que a los jóvenes cosas que han ocurrido hace poco tiempo, nos parecen lejanas y propias de la prehistoria por no haberlas experimentado.
ResponderEliminarBesos
Eduardo: sí, y son medidas propias de la Iglesia católica, pero le iban a la zaga protestantes, ortodoxos, por poner algunos ejemplos que nos caen más cercanos. Ahora a nadie se le ocurre meter perros en una igleisa, o comerciar, o comer, o fumar. Pero en el siglo XVIII esto se hacía de espaldas a la autoridad.
ResponderEliminarSaludos
Juan Carlos: me gusta recuperar la historia social de Béjar, que parece que es la más olvidada de todas, y preferentemente la de la Edad Moderna. Este es un ejemplo que nos puede resultar curioso y cercano.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por dejar tu comentario
Dissortat: fumar, jugar a las cartas, comer, meter perros, de todo parecían aquellos centros religiosos y a la vez sociales. No había otros lugares de reunión si exceptuamos la calle o las tabernas. Lo curioso es que los clérigos de la época parecían sumarse al festejo, al margen de toda autoridad.
ResponderEliminarSaludos y gracias
Iglesiasoviedo: creo que, en general, hemos mejorado. Dice un amigo mío que tenemos un suerte inmensa de vivir en el siglo XXI, con sus avances, si lo comparamos con otros siglos, y es cierto. No podemos establecer comparaciones con el futuro porque no sabemos lo que va a pasar, pero desde luego este es el mejor siglo de todos cuantos han transcurrido.
ResponderEliminarSaludos
Magnolia: los datos curiosos que se van quedando atrás, eclipsados por otros de mayor interés, siempre acaban encerrados entre mis apuntes o en el disco duro del ordenador y con ellos configuro este tipo de entradas curiosas y muy ilustrativas del día a día de nuestros antepasados.
ResponderEliminarMe alegro mucho de que te haya gustado.
Besos
Retablo de la vida antigua: primero pensé en ponerte un enlace a esta entrada y poco más, pero luego me dí cuenta de que, en realidad, era un texto olvidado años atrás, cuando comencé a confeccionar este blog, especie de cajón de sastre sobre la Historia de Béjar. Compartirás conmigo que en la búsqueda de datos de hechos históricos de relevancia siempre se van quedando atrás narraciones y datos curiosos de otras épocas. Pero, como tu, no me olvido de ellos. Los anoto y con ellos configuro entradas menores, pero de gran poder divulgativo, como ésta de hoy.
ResponderEliminarUn placer y saludos
Wendy: pues lo de cubrise la cabeza no lo he conocido..., pero me consta que se exigía. Y es curioso, o no, observar que sólo era preciso en caso de las mujeres...¿por qué será y de qué me sorprendo?
ResponderEliminarBesitos
Javier: sí, menos mal que eso pertenece al pasado, ufff.
ResponderEliminarSaludos
Mari Cari: me encanta ese cuadro, me pasa como a tí. Es un antecedente, una inspiración del relato que dió lugar a la obra de teatro del gran Leandro Fernández de Moratín (muy amigo del pintor de Fuendetodos, por cierto)"El si de la sniñas". Me encanta la fealdad con que pinta al marido, la complacencia de la madre y del padre de la novia, la permisividad del clérigo y el regocijo de todos los vecinos, excepción hecha de la novia, que aparece en la escena pasiva y meditabunda, mentalizada del enlace horrible y del giro que dará a partir de ese momento su vida. Pone los pelos de punta.
ResponderEliminarBesitos
Antorelo: qué joven soy, puffff.
ResponderEliminarBesos
Carolina: ¡qué calor! No imagino en Andalucía en verano con semejantes atavíos... ¡Qué bien estamos ahora, sin tanto trapo, jejej!
ResponderEliminarBesos
Markosy: no conzco el libro ni a su autor, pero me lo apuntaré porque tiene muy buena pinta. Preguntaré a ver si lo tienen en la biblioteca.
ResponderEliminarSaludos y gracias por la recomendación
Carolus: no te falta razón, porque era muy difícil que los jóvenes pudieran hablarse y aun verse. Por lo menos la iglesia era un edificio al que todo el mundo acudía y, aunque separados, los muchachos podrían cruzarse las miradas.
ResponderEliminarBesos
Mª Ángeles y Jose: y, ¿por qué será que esa medida se imponía sólo a las mujeres? Sí, ya sé quer éramos las culpables del pecado original, las excitadoras de los hombres, las pecaminosas y voluptuosas... Vamos, que si me apuras poco menos que no podiamos salir de casa. Y de eso no ha hecho tanto tiempo...
ResponderEliminarSaludos
Laura M.: sí, jejej. Menos mal que eso ha pasado a la historia y a los recuerdos de mucha gente.
ResponderEliminarBesos
Alma: el mundo rural es precioso de conocer porque en él perviven costumbres perdidas que sólo conocemos a través de los libros y transmisiones orales. Por ejemplo, aún me asombro que en Béjar, en los entierros, hombre y mujeres ocupen bancos distintos, unos a la izquiera (hombres), otros a la derecha (muejres). Por cierto, que el lugar destinado a los hombra, la izquierda, es el lado del Evangelio y por lo tanto de mayor preeemiencia.
ResponderEliminarBesitos
Paco Hidalgo: como decía por ahí arriba, en otro comentario, por ser la mujer la culpable del pecado original, la lujuriosa, debía llevar el cabello tapado, para no distraer a los hombres, para presentarse de manera adeucada ante Dios. ¡Qué cosas! Menos mal que estamos en el siglo XXI.
ResponderEliminarSaludos
Valverde: la Iglesia era de uno de los grandes poderes del entonces y su manía de organizarlo todo no era más que una muestra de su poder sobre la sociedad. Ahora por un oído nos entra y por otro nos sale, porque ese poder ha caído a lo largo de los siglos.
ResponderEliminarEn cuanto a la ortografía, desde luego que era diferente que la actual en algunos casos y similar en otros.
Saludos
Carmen interesante entrada sobre las costumbres que nos cuenta hoy, ya estoy de vuelta por aquí gracias por sus visitas.
ResponderEliminarUn cordial saludo de…
Abstracción textos y Reflexión.
Hasta no hace mucho, la gente mayor aún lo ha conocido, las iglesias no tenían bancos, cada cual se llevaba su silla. Debía dar gusto verlas, diáfanas y libres de impedimentos, aunque más incómodas, eso sí.
ResponderEliminarY lo de los perros no lo sabía. Menos mal que ahora los únicos canes que se pueden ver en las iglesias son los que acompañan a San Roque. Un saludo, Carmen.
En el pueblo donde trabajo, la gente mayor tiene los bancos de la iglesia reservados...También donde vivo.
ResponderEliminarAlgunos dicen que vienen de 3 o 4 siglos atrás y no veas la que se montan cuando los ocupan queines no deben ;D
He disfrutado mucho de esta entrada.
Saludos Carmen
José Ramón: encantada de tenerte por aquí.
ResponderEliminarSaludos
Desde la terraza: claro, tienes razón...el perro de San Roque. Aquí en Béjar se celebraba tiempo atrás, pero la tradición ha desaparecido.
ResponderEliminarSaludos
Manuel: ¡ah!, pues eso sí que es curioso... Una cosa parecida pasaba aquí con los palcos del Teatro Cervantes, que pertenecían cada uno de ellos a ciertas familias textiles, y tal privilegio pasaba de generación en generación. Menos mal que esta costumbre ya ha desaparecido y cada cual se sienta en el sitio que le toca.
ResponderEliminarSaludos
Cuánto he disfrutado de su entrada Carmen, pero todo aquello que nos suena tan lejano no se ha perdido del todo.
ResponderEliminarEn mi pueblo se siguen sentando las mujeres a un lado y los hombres a otro y ninguna mujer sube a la parte del coro. Lo de cubrirse ya no lo he conocido nunca, pero si viaja usted a un país musulmán, todas las mujeres deben entrar cubiertas al lugar del culto y si eres extranjera, una mujer en la puerta se apresurará a cubrirte cabeza y hombros con un paño antes de flanquear la entrada...
Fabulosa entrada como siempre Carmen.
Pedro de Mingo: pues tienes toda la razón. Nos habíamos quedado en meros paralelismos dentro de nuestro mundo cristiano y no habíamos mirado más allá, hacia otras religiones que en tiempos fueron parte de nuestras propias vivencias culturales e históricas.
ResponderEliminarSaludos y me alegro que te haya gustado
Las anotaciones de los visitadores episcopales suelen ser una fuente muy interesante para captar el costumbrismo religioso de la época. Algunas son francamente divertidas.
ResponderEliminarY lo de los perros en misa... bueno, hará un par de veranos que Harry se le escapó a un amigo, y entró a buscarme dentro de la iglesia de San Juan para mosqueo de don Agustín.
Saludos.
Roberto: jajaj, ya me acuerdo... Sí, a ese amigo tuyo habría que darle un buen tirón de orejas por dejarse escapar a Harry... menosmla que el peludo es un pedazo de pan y no se movió, el pobre. Creo que hasta fue a saludar a don Agustín y todo.
ResponderEliminarSaludetes
Hola Carmen!! Qué post interesante!! Expones tan bien la historia que atrapa y uno quiere saber más de estas curiosidades que todo lugar guarda en un rincón de su historia. Me encantó volver y encontrarme con tus palabras y posts magníficos, amiga.
ResponderEliminarBesosssssss
Estupendas las líneas que nos has dejado. Un placer haberme pasado de nuevo por tu espacio.
ResponderEliminarSaludos y feliz sábado.
Gabriela: no sabes la alegría que me has dado cuando he visto nuevos posts en tu blog. Sabes que me tienes ahí, de seguidora incondicional, simepre.
ResponderEliminarSaludos
Hiperión: ya sabes que este espacio está abierto para todo el mundo y más si se es cordobés, jejeje
ResponderEliminarSaludos
Muy interesante y divertida la entrada.
ResponderEliminarYo había encontrado algunas advertencias del visitador episcopal en libros de las parroquias de pueblos de Ávila, en cosas como que no se abriera la taberna en domingo (pues los feligreses cambiaban el lugar de concurrencia) o mirando de excomulgar a aquellos que vivían amancebados, pero estas son más graciosas.
En Piedrahíta el estupendo coro bajo de su parroquia con reja de Duperier servía hasta hace bien poco para albergar a los que se consideraban autoridades, que no eclesiásticas.
Espero que este segundo comentario entre porque el que hice ayer en esta entrada no se grabó.
Un abrazo
Agev: y lo curioso es que todas las visitas graciosas las he encontrado en los libros de fábrica de la iglesia de El Salvador. En el resto hay alguna anécdota, pero no tan divertida. Algún día comentaremos las cosas curiosas que pasaron en Navacarros... A ver si hacemos algún articulillo más...
ResponderEliminarEn las iglesias de Béjar es interesante observar que existen grandes coros y sotocoros. La razón es que en estos últimos se sentaban los miembros del Cabildo Eclesiástico (ya sabes que en Béjar lo había a pesar de no ser sede episcopal) tras una verja. Allí ejercían sus habilidades corales durante la misa...
Besos
No conozco Béjar pero me parece una buenísima idea la que has tenido con el blog.
ResponderEliminarLlego hasta aquí gracias a Mari Cari y Wendy, te felicito por el trabajo que haces.
Noe: muchas gracias por pasearte por este blog y dejar un comentario de tu opinión sobre él.
ResponderEliminarSaludos
CARMEN que me ha gustado esta entrada.
ResponderEliminarLo detallado y documentado de tus escritos, los hace aparte de recrearse uno con ellos, sean didácticos que aumentan nuestros conocimientos.
El llevar velo ha sido hasta hace poco. Lo que nunca aprendí fue el ayudar a Misa en Latín.Una de tus frases, coincide con mis pensamientos de no dejar que se pierdan los recuerdos de nuestros antepasados.
Como siempre, lo detallado y documentado de tus escritos, además de amenos, los hace didácticos que aumentan nuestros conocimientos.
Un Saludo. ¡Jo! 62 comentarios.
¡Ah! estoy terminando una entrada, que ESTA DEDICADA A TI, por ser la inductora de la idea.