Autor: Javier R. Sánchez Martín
Artículo: ¿Quién fue Ramiro Arroyo?
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de la Cámara de Comercio de Béjar, 2011.
A
veces te encuentras que una calle lleva
el nombre de una persona que seguramente fue muy conocido en la época en
que vivió, pero que, andando el tiempo, poca
gente recuerda quién fue.
Eso
es lo que pienso que sucede con el personaje que da nombre a la calle Ramiro Arroyo. Por eso y porque
creo que debe hacerse justicia a tan
eminente y desinteresado médico, me he decidido a escribir sobre él. Si con
estas líneas contribuyo a rescatarlo del injusto olvido en que se halla, me daré
por bien pagado.
Foto de Ramiro Arroyo.
La Victoria, 28/11/1925
Ramiro Arroyo Samaniego nació en un pueblecito cacereño, llamado Valdehúncar. Su padre,
Emilio Arroyo, también médico, estaba destinado en esa localidad, aunque enseguida
se trasladaría al cercano Navalmoral de
la Mata (Cáceres), donde la familia fijaría su residencia. D. Emilio
falleció cuando Ramiro era muy pequeño, por lo que quedó bajo la tutela de su
madre, Felipa Samaniego.
Desde Navalmoral, Ramiro se traslada a
Madrid a estudiar el bachillerato, que cursaría entre 1886 y 1892 en el colegio de San Isidoro. De allí
pasó a la Universidad Central para
estudiar la carrera de Medicina. En
los últimos años de la carrera hizo prácticas como alumno interno en el Hospital Clínico, adscrito a la Facultad de Medicina,
plaza que ganó por oposición. Se
licenció en 1899 y se doctoró en el
año 1900, siendo nombrado médico
titular de la
Beneficencia Municipal de Béjar en agosto de ese mismo año,
elegido entre un gran número de aspirantes.
Valdehúncar (Cáceres)
Foto extraída de aquí
El
Dr. Arroyo se integró rápidamente en nuestra ciudad donde contrajo matrimonio con la bejarana María López Rubio, con la que
tuvo tres hijas y dos hijos: Felipa,
Ramiro, María, José y Elena. Los dos varones fueron también médicos.
Estiraba
su tiempo hasta tal punto que no sólo pasaba
consulta, visitaba enfermos y realizaba incluso operaciones quirúrgicas,
sino que impartía conferencias sobre
temas tan diversos como “Motores Eléctricos” (Colegio Salesiano, 1902), “El
deber, el trabajo y las razas humanas” (Círculo Católico, varias conferencias),
“El progreso” (Círculo Obrero, 1913), etc. También encontró tiempo para estudiar e investigar, fruto de lo cual
son varias comunicaciones a congresos de
su especialidad y artículos para revistas médicas, como la Revista de Medicina y
Cirugía Práctica, Revista Iberoamericana de Ciencias Médicas, Gaceta Médica del
Norte, Revista Valenciana de Ciencias Médicas, etc., de algunas de las cuales
era colaborador habitual.
En
aquel primer cuarto del siglo XX la
población obrera textil, sector mayoritario en la población bejarana
trabajadora, comenzaba a darse cuenta de
su fuerza cuando estaba bien organizada y coordinada. Eso dio lugar a
pulsos continuos con los patronos, que hicieron que la conflictividad laboral fuera la tónica habitual en ese primer
cuarto de siglo. Hubo numerosas huelgas,
aunque la más larga y dramática fue la
huelga general que se produjo entre diciembre de 1913 y julio de 1914, que trajo el hambre y la miseria a Béjar.
Con
unas condiciones económicas, sociales y sanitarias tan precarias no es extraño
que se diesen cada cierto tiempo epidemias
de distintas enfermedades, en gran parte debido a la mala alimentación, a la falta de higiene en personas, casas y calles
-que por aquel entonces era un problema endémico-, y también a que la medicina de
entonces presentaba numerosas carencias. Por ello, la labor de los médicos puede calificarse como mínimo de difícil y
a veces casi de heroica.
En octubre de 1916 se produjo una epidemia
de difteria, durante la que el Dr.
Arroyo se empleó tan a fondo que contrajo la enfermedad y a punto estuvo de perder la vida por no dejar de visitar a sus enfermos, a
pesar de su debilidad. A raíz de su actuación en esta epidemia, sus compañeros de profesión solicitaron para él
la Cruz de
Beneficencia y, a pesar de que las autoridades provinciales realizaron un
informe favorable, el Ministerio de la Gobernación dio
durante años la callada por respuesta.
"Fisiología humana"de José Gómez Ocaña
En ese mismo año de 1916, el Dr. Enrique Suñer pronuncia una conferencia en la Real Academia de Medicina, en Madrid. Fue presentado al público por el prestigioso académico, catedrático de Fisiología de la Universidad Central y senador Dr. José Gómez Ocaña, quien dijo: «Recuerdo a Suñer en mi cátedra el primer curso que expliqué en Madrid la asignatura de Fisiología, curso que fue de pocos matriculados y muchos sobresalientes; de entre todos aquellos alumnos destacan tres en mi memoria, y de ellos quiero hacer mención: Fue uno José Palancar (…). El otro es Ramiro Arroyo, de apariencia modesta, bueno, inteligentísimo y aplicado, su modestia era tan grande, que pudiendo haber ejercido su profesión en Madrid, pues tenía méritos suficientes para ello, su bondad le llevó a un pueblo a ejercer su profesión, en él casi un sacerdocio, como que por su caridad y su comportamiento le quieren hasta los médicos; su abnegación es tan grande que está propuesto para la cruz de Beneficencia; para lo cual yo, desde este momento, le doy mi voto y mi apoyo. El tercero es Suñer…».
Creo
que no hacen falta más palabras para describir el carácter y la valía
profesional de Ramiro Arroyo que las que desgranó su antiguo profesor en
aquella presentación. Más de veinte años
después de darle clase, y probablemente sin ningún contacto personal posterior,
recordaba perfectamente a su antiguo discípulo así como sus cualidades más
sobresalientes. Supongo que no hará falta decir cuál es el nombre del
“pueblo” en el que D. Ramiro ejerció su profesión… Se preocupó mucho por el
Hospital de la Beneficencia y, a fuerza de tesón, logró recaudar una cantidad
importante para dotarle de algunos aparatos imprescindibles.
(Continuará)
Me parece un homenaje muy justo y valioso a un medico que tambien es un heroe. Cuanta falta hacen personas asi, extraordinarias.
ResponderEliminarSaludos.
Y todavía nos falta la segunda parte de su vida, aún más impresionante.
EliminarUn beso
Hizo un sacerdocio de la medicina. dedico su saber para ayudar y disfrutó de su profesión.Es justo que se le reconozca por su buen hacer y que hermoso que un profesor te recuerde con estas bellas palabras:que aparte de inteligente; era un hombre modesto...
ResponderEliminarQue bien que continua: para saber mas de este científico.
Un abrazo feliz domingo Carmen.
Ojalá que todos nosotros tuviéramos la oportunidad de ejercer el trabajo de nuestra vida, el que nos gusta por vocación. De esa forma creo que el mundo iría mucho mejor de lo que va.
EliminarUn beso y espero que lo que queda de domingo lo disfrutes
Muy bueno este post querida Carmen, y es verdad casi siempre pasamos por una calle y no sabemos quién fué esa persona o lo que hizo, en tu caso un buen médico y has hecho muy bien en rendirle un homenaje se lo merece y su recuerdo de lo buena persona que fué.
ResponderEliminarEsto viene a colación con la calle de Torrijos, que me diste la explicación de quién fué y lo que hizo en su vida, te doy las gracias por la explicación de ayer, de hoy y de las que vendrán.
Un fuerte abrazo amiga historiadora por tu desinteresadas historias.
Un beso y buen domingo, muchas gracias.
La biografía del señor Ramiro Arroyo está escrita por un compañero y buen amigo, el profesor Javier R. Sánchez Martín quien, picado por la curiosidad de conocer la historia del personaje que daba el nombre a una de las calles de Béjar, decidió investigar sobre él para conocer su obra y milagros. No le defraudó su historia.
EliminarUn besazo y gracias por compartir esas historias tan interesantes sobre Barcelona
Sabía que fue médico, sabía lo de la epidemia, pero el detalle de otras cosas es lo que me ha gustado.
ResponderEliminarSaludos.
A mí también me gustó y me sorprendió que no fuese de Béjar y se identificase tanto con la ciudad en la que trabajaba y en el sufrimiento de la clase trabajadora.
EliminarUn saludo
Lo de ducharse o bañarse todos los días no se estilaba antiguamente......las epidemias son brotes de salubridad.
ResponderEliminarUn abrazo Carmen y gracias por tus artículos harto interesantes.
Se decía que no era bueno lavarse demasiado. Pero, ¿sabes qué? También era difícil hacerlo porque no había agua corriente en las casas y menos todavía la posibilidad de poder calentarse ese agua. ¡Qué suerte tenemos de vivir en el siglo XXI!
EliminarUn besazo, guapa
Muchas veces nos sentimos tentados a ir más allá de la propia curiosidad. Gracias por romper esa barrera y compartilo con los demás. Estamos impacientes por ver cómo termina la historia del Doctor Arroyo.
ResponderEliminar¡Feliz domingo!
Creo que la segunda parte gustará aún más que la primera, sobre todo por la implicación del doctor en la lucha contra la terrible gripe española, como se la denominó en su día por el hecho de proceder de nuestro país, dato totalmente falso.
EliminarUn saludo
Un médico extraordinario, volcado no solo en la investigación y el estudio, sino en la atención personal a los enfermos, destacando por su valor en tiempos de epidemia. Es de esos dispuestos a sacrificar su vida.
ResponderEliminarFeliz fin de semana
Bisous
Y estuvo en riesgo de perderla. Imagino que no habrá sido el primero ni el último, pero, en todo caso, queremos traer hoy aquí la historia de uno en concreto, como ejemplo del sacrificio de muchos otros en pro de la medicina.
EliminarUn beso
El ejercicio de la medicina requiere dedicación, disciplina y muchas veces sacrificio. Este "sacerdocio" no lo entienden muchas personas, que sólo ven en el ejercicio de esa profesión un motivo de lucro. Afortunadamente siempre hay ejemplos que sirven de espejo al que poder mirarse.
ResponderEliminarUn saludo.
Hay personas que sólo piensan en el vil metal y por ello intentan corromper los buenos sentimientos de otras que opinan que los actos son movidos por el sentimiento altruista y las ganas de mejorar el mundo. Menos mal que los primeros no siempre ganan (aunque lo parezca).
EliminarSaludos
No sólo personas tan desinteresadas como esta deberían tener una calle, sino que toda la población tiene la obligación de conocer quien era y como se esforzó por ayudar a la población en esa situación tan conflictiva; haces muy bien, Carmen, en divulgarlo y que se sepa como hay personas que merecen tanto la pena conocer. Muy buen domingo. Abrazos.
ResponderEliminarEn concreto somos dos poblaciones las que tenemos que estar agradecidas y honrar la memoria de este eminente doctor: su lugar de nacimiento y Béjar, la ciudad de adopción y desarrollo profesional. Aquí nos limitamos a citar la calle que lleva su nombre, desconociendo, las más de las veces, la historia vital del personaje en cuestión; en cuanto a su lugar de nacimiento, desconozco si se acuerdan siquiera de este hijo ilustre. Esperemos que algún paisano nos visite en algún momento y nos lo confirme o desmienta.
EliminarUn saludo
Merecida entrada. Persona volcada en su vocación con la única recompensa del trabajo bien hecho. También hubo muchos maestros que dedicaron su vida a luchar contra la ignorancia en pueblos pérdidos movidos por su vocación.
ResponderEliminarsaludos
Pues ahora que lo dices por aquí ejercieron su labor docente muchos y buenos maestros. Traeremos aquí la memoria de alguno de ellos.
EliminarUn saludo
Durante muchos años fueron los médicos las únicas personas ilustradas,con estudios universitarios,que conocieron de primera mano las tremendas condiciones de vida en que vivían los pobres. Hubo muchos reformadores entre ellos y personas de mérito indudable. El doctor Arroyo es un buen ejemplo.
ResponderEliminarSaludos.
Es bien sabido que en los pueblos de entonces sólo el cura, el médico y el maestro tenían un nivel cultural elevado y que, en muchos caso, tenían que hacer frente a las miserias y las penurias de la población y actuar de apoyo ante el sufrimiento.
EliminarUn saludo
Querida Carmen, recuperar la memoria y el recuerdo de gente tan ilustre y merecedora de nuestra admiración y agradecimiento es una labor encomiable, máxime porque muchos de estos nombres, en todas las ciudades y pueblos,caen inevitablemente por la acción del tiempo en el anonimato. Mi enhorabuena a Javier por esta entrada que homenajea al insigne médico y hace visible su dedicada labor a toda su comunidad.
ResponderEliminarMil bicos.
Tu enhorabuena llegará al interesado, al igual que tu comentario y oportuna reflexión.
EliminarUn beso y gracias por tus palabras
Tendríamos que ser mas curiosos y saber por lo menos la historia de cada nombre que llevan nuestras calles vecinas.
ResponderEliminarPor las fechas citadas veo que fue de la generación de mi abuelo y como bien dices "la labor de los médicos puede calificarse como mínimo de difícil y a veces casi de heroica", sin tener limites de tiempo, ya que el respecto de su tiempo era poco considerado, pues acudía a cualquier hora del día que fuese llamado.
Besos
Sí, entonces los médicos no tenían casi vida privada. Acudían con un sol de justicia o nevando, a las 7 de la mañana o a las 12 de la noche allá donde hiciese falta para reconocer a un enfermo en su casa. La relación y el afecto que se establecía entre el facultativo y los pacientes y sus familiares era muy estrecha.
EliminarUn beso
Tienes mucha razón, Carmen, gran parte del callejero nos pasa desapercibido para la mayoría de los ciudadanos, y con frecuencia, como en este caso, se trata de alguien que debiera ser inolvidable para todos.
ResponderEliminarUn abrazo
Habrá que remeiarlo poco a poco, ¿no te parece?
EliminarUn abrazo también para ti
Seres humanos como Ramiro Arroyo son el espejo donde nos debemos mirar el resto de humanos para alcanzar conocimiento, modestia, inteligencia y paz. Este insigne representante del saber dedicó su vida a los demás en todos los sentidos: curando cuerpo y mente.
ResponderEliminarCarmen, este artículo es una reflexión espléndida sobre aquellos que han hecho posible convivencia con sociedad, amistad con justicia. Excelente homenaje.
Un fuerte abrazo, querida Carmen.
Creo firmemente que la sabiduría o por lo menos el acercamiento a ella nos hace más felices y al mismo tiempo más humildes, aunque en algunos casos parezca que es al contrario, ¿verdad? (conozco algunos buenos ejemplos de ello).
EliminarUn abrazo y gracias por tus amables comentarios
Gran ejemplo de una vocación profunda y perfectamente asumida. Es justo homenaje.
ResponderEliminarSaludos, Carmen
Sin duda. Un abrazo y recuerdos para tu hermosa comarca
EliminarHola Carmen:
ResponderEliminarMuy bueno y didáctico. Hace unos años dí una charla sobre la historia de la medicina en España y descubría a este insigne médico. Espero tu continuación, que será tan buena como esta entrada.
besos
Sabía que un colega del señor Ramiro Arroyo sabría valorar su sacrificio en su justa medida. Los parabienes son para Javier, su autor, yo sólo soy la encargada de compartir esta historia con todos vosotros.
EliminarUn beso, doc
Bien merecido lo tiene este pequeño y sentido homenaje que le haceís en el blog. Enhorabuena.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias por seguir la historia de este hombre que puso su granito de arena en pro de la sociedad.
EliminarUn saludo
Un hombre bueno.... Bss
ResponderEliminarNo le conocí en persona, jejeje, pero seguro que lo era.
EliminarUn beso
Muy bien recordar a personas olvidadas. No sé si habrá un registro de todas ellas, pero debería haberlo en los Ayuntamientos. Que no se olvide a las personas que hicieron algo por sus vecinos. Tanto tú, Carmen, como Javier, lo estais hacienso ahora y muy bien.
ResponderEliminarQuerido amigo y paisano, amante de las buenas historias, relatos y leyendas bejaranas, y bloggero de pro: te damos permiso para que compartas esta entrada y la siguiente en el tuyo y así que la memoria del doctor Ramiro Arroyo sea compartida en el mundo estelar de los blogs.
EliminarUn beso
Algunos homenajes no lo son sólo para quien los recibe, honran igual a quien los hace. Un beso
ResponderEliminarEn este caso Javier, cuya morada está precisamente en la calle que lleva el ilustre nombre del doctor.
EliminarUn besazo
Bien merecida se tiene la calle en Béjar el doctor Arroyo. Es reconfortante asomarse a este tipo de biografías para contrarrestar otras muchas que son de triste actualidad. Esperamos la segunda parte. Ebrazos!
ResponderEliminarParece que los hombres de entonces estaban hechos de otra pasta, ¿verdad? Creo firmemente que existen esas personas desprendidas y que trabajan en pro de la ciudadanía sin esperar nada a cambio, aunque su labor siempre es callada y fuera de publicidades y medios de comunicación. Lo creo.
EliminarUn abrazo
Generalmente el hombre de gran talento, suele ser humilde.Es un ejemplo más de los grandes hombres que pasaron a la historia por sus conocimientos y su gran servicio a la sociedad, personas como estas son las que se merecen un homenaje.
ResponderEliminarBesos.
http://ventanadefoto.blogspot.com.es/
Opino exactamente igual. La sabiduría debe aproximarnos a la humildad y a la creencia en el ser humano, no al contrario, aunque tristemente los ejemplos sean, me temo, justo lo contrario.
EliminarUn beso
Gracias a médicos y vocaciones como la él, la vida del hombre de aquella época pudo ser más liviana y cómoda.
ResponderEliminarMuy interesante el desvelar a la persona de carne y hueso que se esconde bajo el nombre de algunas calles de nuestra geografía, y a las cuales desconocemos.
Muy buen artículo el de Javier R. Sánchez.
Dan la vida por nosotros y nos devuelven a la vida. Luchan contra la muerte y, aunque fracasen, debemos rendirles un homenaje y más cuando las cosas están como están y los recortes pretenden llevarse por delante uno de nuestros bienes más preciados: la sanidad pública.
EliminarUn abrazo y gracias
Una vida muy meritoria y una vocación extraordinaria, de aquellas que dejan huella en el recuerdo de la población. Bien merece ser recordado con este artículo tan ameno. Enhorabuena al autor y besos para tí, carmenBéjar.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras y un abrazo
EliminarEstas historias son conmovedoras. Realmente cuando se tiene vocación y humanidad las personas tienen comportamientos heroicos.
ResponderEliminarMe alegro enorme,ente que se acuerden de estas personas que mérito y trabajpo propio destacaron de entre muchos.
Bss y buena semana
Un besazo y me alegro de que te haya gustado
EliminarCuantas veces ignoramos todo de las personas cuyos nombres dan nombre a nuestras calles. Es muy justo el homenaje a este hombre entregado a su profesión en cuerpo y alma.
ResponderEliminarUn abrazo Carmen.
Ojalá todos pudiéramos hacerlo con el mismo entusiasmo.
EliminarUn abrazo
La calle con el nombre de don Ramiro Arroyo está en Béjar pero podría estar en cualquier lugar de España, por mérito propio y representando a ese médico que nunca olvidaremos cada uno de nosotros. El autor ha sabido tirar del hilo de un nombre que no recordaba pero que siempre llevaré conmigo. Qué buen texto, Carmen
ResponderEliminarMe alegro de que te guste, Ana María. Felicitaré a su autor de tu parte si es que él no lee tu comentario de manera directa, lo cual me parece extraño, la verdad.
EliminarUn beso
Muchas gracias a todas y a todos. Agradezco vuestros comentarios a mi artículo y a Carmen por publicarlo en su Blog y por sus apostillas a los comentarios.
ResponderEliminarDetalles como éste me animan a seguir escribiendo.
Abrazos.
Javier R.
Javier, eres un buen amigo y colaborador, y además la gente aprecia tus investigaciones y tus trabajos. Anímate a escribir sobre lo que te gusta, sobre los temas que los bejaranos hemos olvidados para que los tengamos siempre presentes.
EliminarUn abrazo y gracias
Me parece un hermoso homenaje y reconocimiento a uno de los muchos personajes que han dedicado su vida al servicio de los demás desinteresadamente, valores tan en baja en nuestros actuales tiempos.
ResponderEliminarUn beso.
Buena forma de verlo, José Manuel. Toda medicina que tienda a subir los ánimos siempre es buena en estos tiempos oscuros que corren.
EliminarBesos
Muy interesante personaje y una historia que se debe a dar a conocer. Muchas gracias por tu aportaciòn.
ResponderEliminarun abrazo
fus
Muchas gracias por tu coemntario, Fus.
EliminarUn saludo
Es cierto que leemos nombres de calles y nos preguntamos qué habrán hecho esas personas para merecer una calle. Sin duda Arroyo se la merece.
ResponderEliminarSaludos Carmen.
Estoy contigo. El problema es que existen otros personajes de su talla que no han recibido este merecido homenaje.
EliminarUn saludo
Encomiable la labor del Dr Arroyo que con pocos medios se dedicó a su profesión con entrega admirable. Personas así merecerían mayores reconocimientos.
ResponderEliminarQue bonita la foto antigua de Bejar.
Gracias por tu visita.
Hago lo posible por recuperar mi actividad en la red.
Un beso.
Te echábamos de menos, amiga.
EliminarUn besote
Creo que la Historia le debe una calle a tantos y tantos médicos anónimos que dieron y siguen dando ejemplo de entrega que no habría calles suficientes para todos. Espero la segunda parte.
ResponderEliminarUn saludo.
Mejor expresado, imposible, querido amigo. Lo que no entiendo es cómo en algunas problaciones se ponen entonces nombres tontos a tantas calles...
EliminarUn saludo
Ha habido grandes hombres que han permanecido en el anonimato,por eso como bejarana que soy me llena de orgullo que en Bejar se le haya reconocido poniendole su nombre a una calle
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