Autor: Manuel Antonio Marcos Casquero
Publicado: Semanario Béjar en Madrid, Julio de 2011
Para el caso de Cantalapiedra Llorente Maldonado recuerda[1] que en un documento de la catedral de Salamanca del año 1267, estudiado por Federico de Onís en su tesis doctoral[2] y registrado luego por el medievalista José Luis Martín[3], el nombre no es Cantalapiedra, sino Cam de la piedra (o Can de la piedra): lo considera una ultracorrección o “quizá un error del escriba”, y añade que “no menos probable parece la opinión de Gerhard Rohlfs[4], que piensa en una composición de verbo y sustantivo, con valor original de apodo”. En consecuencia, sospecha que en Cantalapiedra podríamos tener una tautología (repetición del mismo concepto con dos palabras distintas) del tipo Calle de la Rúa (Rúa, ‘calle’) o Puente de Alcántara (en árabe Alcántara significa ‘puente’). No olvidemos, sin embargo, que para el segoviano Cantimpalos un texto medieval ofrecía la forma Cam de Palos.
Iglesia de Cantagallo
La forma Cam (o Can) de la piedra invita al citado Llorente Maldonado[5] a ponerla en relación con Candelario. En otro momento[6] entre los topónimos cuyo origen, por motivos exclusivamente lingüísticos, piensa que pueden relacionarse con la época de la romanización, menciona Candelario, “cuyo nombre es en principio muy sorprendente, porque parece extraño encontrarse en un apartado paraje serrano con un tan flagrante cultismo como aparenta ser. Por eso no creo que el nombre sea romance, inclinándome por el carácter latino; dada la posición eminente de esta villa desde el punto de vista orográfico, es muy probable que allí se rindiera culto a alguna divinidad indígena o romana encendiendo unas grandes hogueras, unas grandes candelas o luminarias que se verían en gran parte de la actual provincia de Salamanca, como todavía hasta hace poco se veían en las noches de verano las lumbres de las carboneras de brezo que se hacían en las sierras de Béjar, de Francia y de Gata. Claro que para Candelario no se puede excluir un origen tardío, culto artificial de carácter eclesiástico o administrativo, ni tampoco se puede descartar el origen prerromano, pues sabemos que canta, canda, ganda, etc., en el substrato mediterráneo occidental significa ‘piedra’, y es bastante sintomático que en uno de los documentos de la catedral de Salamanca, del s. XIII, estudiados por F. de Onis, el actual topónimo Cantalapiedra aparece en la forma Candelapiedra. Candelapiedra y Candelario podrían derivarse de la misma raíz prerromana”. Pero la discusión sobre el nombre de Candelario nos exigiría un artículo específico, que quizá abordemos algún día.
Y en este punto tornamos a nuestro Cantagallo, cuyo primer elemento componente resulta susceptible, como vemos, de ser el mismo que el de Candelario. Demos un paso más. Para ese cant- inicial ha querido buscarse incluso una explicación a partir del radical hebreo qwn, que significa ‘ponerse en pie’, ‘estar en pie’ y, secundariamente, ‘engreírse, crecerse, engallarse’, y cuya forma qwmh / qwmth implica la idea de ‘elevación o altura’. Desde ese supuesto de la lengua hebrea, el segundo componente de Cantagallo quiere verse emparentado con el radical -gal-, esto es ‘montón’, particularmente de piedras. Así, en Josué 7,25, donde se narra que, a instancias de este rey, los israelitas apedrean a Akán, hijo de Zéraj, y a todos sus familiares, incineran sus cadáveres y sobre sus restos “levantaron un gran montón de piedras, que aún puede verse hoy día”, pasaje en que el giro empleado es -gl -abnym [-gal ebenim], es decir, ‘levantar un montón de piedras’. Partiendo de ello, el nombre de Cantagallo sería la forma hebrea qwmth-gly, lo mismo que, para Gallocanta, lo sería gly-qwmth: en ambos casos, los dos componentes (qwn + gal) aludirían a la arcaica costumbre de acumular en determinados lugares piedras en posición erguida, al modo de dólmenes o mojones. Es claro que tal etimología es harto forzada como para ser creíble, aparte de no haber testimonio alguno de que en este pueblo salmantino haya existido nunca un asentamiento judío. Así, a raíz del decreto de los Reyes Católicos que expulsaba a los judíos de España (su entrañable Sepharad), las fuentes documentales referidas al antiguo alfoz bejarano aluden a diferentes núcleos hebreos de la zona, pero jamás se menciona a Cantagallo. Sirva de ejemplo el documento[7], con data de 23 de enero de 1495, por el que se hace saber que pertenecerían a duque de Béjar todos los bienes que se hallaban en el ámbito de su jurisdicción y dejados por los judíos tras ser expulsados: “Sepan todos los vezinos desta villa de Béjar e de los logares de Heruás e Candelario e Beçedas e Gil Buena e Solana e Santiuañes e Sorihuela e La Cabeça e Fuentes e todos los otros lugares de la tierra de la dicha villa…”. Pero en la etimología hebrea propuesta obsérvese de nuevo la obsesiva alusión a la piedra, a la roca, que quiere verse en el nombre que nos ocupa.
También se ha pensado en una etimología árabe, ¡que así mismo hace referencia a las piedras!, aunque quien a ella alude (el excelente arabista que fue Álvaro Galmés de Fuentes) se apresuró a desechar de inmediato semejante idea. El profesor Galmés, en un trabajo póstumo publicado un año después de su muerte[8], analizando los topónimos Gallicant y Callicant (cuyas formas originales se desconocen por no aparecer registradas en el Libro del Repartimiento, en que los escribanos de Jaime I anotaron los lugares que el rey prometía entregar a los nobles aragoneses y catalanes que colaboraran en la conquista), considera que ambos nombres han sufrido una modificación por influjo de la etimología popular, pues “es obvio que, desde el punto de vista semántico, no existe ninguna relación entre el canto del gallo y el nombre de un lugar”. Piensa, no obstante, que ambos vocablos “podemos considerarlos como mozárabes, dado su origen prerrománico”. Al tratar de Gallicant, escribe: “En un primer análisis, pensé que nuestro topónimo podría estar en relación con el del Repartimiento, Gibilinquan o Gibilinquam, cuya primera parte corresponde al árabe [jabal] que, por influjo de la imela, se realizaba como [jibil] (cfr. Gibraltar, Gibralfaro, etc.). Pero su situación, en la Montaña de Mallorca, hace, sin duda, referencia a la cordillera, al pie de la cual se halla la villa de Inca, cuyo nombre corresponde a la segunda parte del topónimo del Repartimiento. Descartada la identificación entre Gallicant y Gibilinquan, quedaba la posibilidad de que, supuesta la independencia, la primera parte fuese también un árabe jibil, modificado, por influjo de la etimología popular, en Galli. Sin embargo, nuestro topónimo no puede analizarse al margen de la serie Cantagallo (Toledo, Badajoz), Canta-el-Gallo (Lugo), Gallocanta (Zaragoza), Gallicant (Barcelona y Tarragona), Gallipienzo (Navarra), e incluso Cantalapiedra (Salamanca), etc., en donde no cabe pensar, por muy diversas razones, en la etimología árabe, y en donde el elemento canta, que entra en la composición de casi todos ellos, es importante para la determinación de la etimología".
Continuará
[1] A. Llorente Maldonado, “Esquema toponímico de la provincia de Salamanca: Topónimos prerromanos”, Strenae. Estudios de filología y de historia, dedicados al Prof. Manuel García Blanco, Salamanca 1962, pp.12-13.
[2] F. de Onís, Contribución al estudio del dialecto leonés. (Examen filológico de algunos documentos de la Catedral de Salamanca), Salamanca 1909, p.67.
[3] J.L. Martín Martín y otros, Documentos de los archivos catedralicio y diocesano de Salamanca (siglos XII-XIII), Salamanca (Universidad de Salamanca) 1977.
[4] G. Rohlfs,“Aspectos de toponimia española”, en Studien zur romanischen Namenkunde, Munich (Bayerische Akademie der Wissenschaften) 1956, pp.1-36, aquí p.25.
[5] A. Llorente Maldonado, Toponimia salmantina, Salamanca (Diputación de Salamanca) 2003, p.115 cita como posiblemente prerromano, entre otros, Candelario, y en nota 219 escribe: “Podemos relacionarlo con la presunta forma medieval Candelapiedra”.
[6] A. Llorente Maldonado, Toponimia salmantina, Salamanca (Diputación de Salamanca) 2003, p.129-130.
[7] C. Carrete Parrondo, Fontes Iudaeorum Regni Castellae. I: Provincia de Salamanca, Salamanca (Universidad Pontificia de Salamanca y Universidad de Granada) 1981, p.51.
[8] Á. Galmés de Fuentes, “La toponimia mozárabe balear”, RFR (Homenaje a los profesores Álvaro Gamés de Fuentes y Jesús Moreno Bernal) 21, 2004, 9-79 (aquí pp.32-33).
Muy documentada y afinada la entrada (continuación de otras anteriores) de tu colaborador Manuel Antonio sobre curiosos topónimos locales.
ResponderEliminarUn saludo.
Trabajado estudio. Es un tema apasionante.
ResponderEliminarSaludos.
Complicado todo, espero que con todo el estudio se llegue aclarar el verdadero nombre.
ResponderEliminarBesos
Muy interesante apunte histórico, Carmen. Un trabajo elogiosamente realizado en pos de dudas toponímicas.
ResponderEliminarSaludos,
Luis.
Hola Carmen, habría que doctorarse en cantalapiedra, Candelario, Galicantú y estudiar unos cuantos alños dedicándonos a las etimologóias y posibles. Al margen de eso la Iglesia es una joyita.
ResponderEliminarLa foto sobre la arquitewctura local me recuerda a Hervás donde pasamos unos 1o día hace un par de años.
Te felicito por este difícil y riguroso trabajo.
Bss y buen finde
menuda documentacion mas completa que nos traes hoy....Muy interesante.
ResponderEliminarBesos
¡Qué interesante me ha resultado esta sucesión de "Cantagallo"!
ResponderEliminarComo siempre, muy interesante.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Buen trabajo y muy bien documentado.
ResponderEliminarYa sabemos algo más de este pueblo que tenemos tan cerca.
Un beso.
Pd. Pasa por el blog y llevate tu premio :))
O sea que al final aún queda la puerta abierta a nuevas propuestas. Y mire que ha repasado usted muchísimas! Un trabajo de lo más completo, desde luego.
ResponderEliminarBuenas noches
Bisous
Quizas sea la fusion de varias "oidas" y con el devenir de los tiempos tomo esta forma actual...
ResponderEliminarEs un tema siempre atrayente.
Las fotos me encantan tambien, el silencio de la iglesia me susurra en el oido..
Besos.
Después de todo nos quedaremos con las ganas....
ResponderEliminarNo había que esperar otra cosa en cuanto al origen de Cantagallo si es semítico. De allí que tanto si es judío o árabe (lenguas semíticas) signifique piedras o tenga relación con ellas.
Saludos Carmen
Todo esto es un alarde de erudición. Es admirable.
ResponderEliminarSaludos.
Tengo que leer con atención, Carmen, estas entradas sobre Cantalgallo (aquí en Dos Hermanas, hay un barrio que se llama así).
ResponderEliminarSe acabó la buena vida y el descanso en la playa. Ya estoy plenamente reincorporado a la vida normal y rutinaria. Seguirmenos en contacto. Un abrazo.
Es de esperar un pasado árabe, dada la influencia que en toda la Península Ibérica durante más de cuatrocientos años. Pensaría incluso, y ya que casi todas las poblaciones españolas disponen de sufijos y prefijos árabes, que es lógica la interpretación del autor, a pesar de d. Álvaro Galmés...
ResponderEliminarUn abrazo Carmen.
Jolín si que es complicado el mundo de los topónimos... nunca lo hubiera imaginado, que cantidad de giros, e hipótesis
ResponderEliminarPues parece que toda posibilidad (menos la hebrea) queda abierta para este topónimo...quien sabe cuáles fueron los laberintos de la historia y del lenguaje que acabaron por dar este nombre al pueblo.
ResponderEliminarUn beso.
Cayetano, Juan Carlos, Mari-Pi-R y Luis: me alegro de que os guste. Sólo queda una parte para que todo este embrollo se aclare definitivamente.
ResponderEliminarSaludos
Katy: claro que te puede recordar un poquito a Hervás porque sólo les distancian unso pocos kilómetros. Además no hay que olvidar que la localidad cacereña pertenecía también a los dominios del duque de Béjar.
ResponderEliminarBesazos
Mª Angeles y Jose, Francisco, Hiperión: veo que nos empieza a interesar la toponimia... y eso que es bastante complicada.
ResponderEliminarSaludos
Laura M.: muchas gracias de antemano. Ahora mismo me paso por ahí a recoger el regalo. ¡Qué ilusión!
ResponderEliminarBesos
Dame Masquée: sí, sí quedan más pero no so soy yo la autora, madame. Fíjese al principio de los artículo y verá el nombre de su verdadero artífice.
ResponderEliminarBesos
Carolina: como te comenté en el anterior artículo, el día estaba un poco pachucho y las calles dle pueblo estaban solitarias y un tanto tristonas, pero quizás aparentan un cierto misterio que no es habitual.
ResponderEliminarBesos
Manuel: parece que todo conduce al mismo camino, el de las piedras tan abundantes en esta sierra conformada por granito. Pero, ¿será ésta la conclusión definitiva?
ResponderEliminarSaludos
Retablo: un alarde de erudición como a la que nos tienes acostumbrados en tu blog.
ResponderEliminarSaludos
Paco Hidalgo: se te echaba de menos, en serio. Todo el mundo necesita un buen descanso y creo que tú te lo merecías más que cualquiera.
ResponderEliminarBesos
Javier Peralta: podría ser... Desde luego Manuel Marcos es un mago en mantener la incertidumbre hasta el final. Ya sólo nos queda una entrada para conocer el desenlace.
ResponderEliminarSaludos
Jose Luis: lo bueno de este artículo es que hace un recorrido por todas las interpretaciones que existen sobre el tema. Es un compendio toponímico aplicable a otras poblaciones, como hemos podido comprobar.
ResponderEliminarSaludos
Carolus: ya queda menos para conocer el final de la historia... o el posible final pues seguro que, aunque parezca imposible, todavía quedará mucho por decir en el futuro.
ResponderEliminarBesos
Estimada Carmen, regreso de vacaciones y veo que usted cada día va subiendo más el listón de sus entradas. Me voy a poner al día con todo lo que me he ido perdiendo durante este mes, que a juzgar por lo que acabo de leer, se presenta muy interesante.
ResponderEliminarEnhorabuena por su documentadísima entrada.
Un saludo :-)
Magnifico trabajo, es impresionante el trabajo realizado, te felicito.
ResponderEliminarUn beso.
Una exposición muy erudita. Recuerdo haber visitado Candelario hace unos años. Quedé fascinada con ese pueblo y su paisaje. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarComo en los anteriores, Carmen felicita al Autor (peaso de autó!!) je ,je... Bss... amiga y perdona el retraso... ando cuidando mi privacidad, je ,je... tú ya sabes!!!
ResponderEliminarBss...
Iglesias oviedo: a mí no, a Manuel Marcos, Yo soy sólo la mano que cuelga el texto, jejej
ResponderEliminarSaludos
Isabel Romana: faltan aquí entradas sobre Candelario, pero es que existen blogs (y muy buenos por cierto) sobre este pueblo serrano al que recomiendo hacer una visita.
ResponderEliminarBesos
MariCari: claro que sé a qué te refieres. Ahora mismo acabo de pasar a dejarte un comentario de los míos.
ResponderEliminarBesos mil
Carmen muy buena información cuanto trabajo para preparar esta entrada
ResponderEliminargracias por su felicitación
Un Cordial Saludo desde Creatividad e imaginación fotos de José Ramón
Hola Carmen:
ResponderEliminarRealmente la toponimia es un campo maravilloso de estudio y trabajo.
Gracias por darnos a conocer estos artículos tan interesantes.
Un beso.
Jose Ramón: ya sabes que siempre eres bien recibido.
ResponderEliminarUn saludo
Elena: procuro que el blog sirva para difundir buenos contenidos de Béjar y las localidades que tenemos cerca, y también de archivo permanente para que la gente pueda encontrar cosas sobre nuestra tierra.
ResponderEliminarMe alegro mucho de conocerte ahora físicamente. Parece mentira que vivamos en el mismo lugar y que no nos conozcamos.
Besos
No soy ni mucho menos un experto en toponímia, pero me encanta leer sobre el tema: ¡es casi como una investigación de Poirot, jejeje!
ResponderEliminarEl artículo que nos has presentado es erudito y ameno.
Gracias por compartirlo, Carmen
Xibelius: es que los historiadores hacemos la labor de un C.S.I. en un crimen. Y te diría más, tenemos muchísimas menos pistas pues estamos intentando reconstruir hechos que ocurrieron hace siglos.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste el tema. No squeda una parte para desvelar la solución del problema.
Saludos