Autora: Josefa Montero García
Publicado: Revista de Ferias y Fiestas de 2021, pp. 10-15
Cuando en este todavía atípico verano me he sentado ante mi electrónico “folio en blanco”, confieso que no me parecía fácil escoger un tema para este artículo, y estaba prácticamente bloqueada cuando unos paseos por nuestros bellos parajes me han trazado el camino. He visto la ciudad llena de bejaranos y forasteros, quizás porque la prudencia a nivel sanitario y económico nos lleva a quedarnos en casa o a restringir los viajes al territorio nacional. Aprovechemos, pues, para disfrutar de Béjar, que por algo se llenaba de forasteros cuando nuestros abuelos preferían el frescor veraniego al calor de las playas de moda. Este verano no tendremos eventos culturales masivos ni quizás fiestas y ferias en septiembre, pero aquí están los atractivos de Béjar, que tanto valoraron nuestros antepasados.
Colonia Madrileña. Fotografía sacada de aquí
Y ahora os propongo volver la vista atrás y viajar a aquellos “felices” años veinte en nos visitaban numerosos forasteros y no se conformaban con estar unos días, como en la época actual, pues muchos venían a finales de junio y se marchaban bien avanzado septiembre. Ante la alta ocupación de las viviendas veraniegas, algunos las reservaban ya en primavera[1] y otros compraron casa en El Castañar o sus alrededores. Los periódicos mostraban anuncios que ofrecían al turismo viviendas amplias y cómodas, en una época de familias numerosas que precisaban espacio y mobiliario adecuado. También se anunciaban pianos en alquiler para amenizar aquellas tardes de recreo[2].
El verano de 1926 estuvo especialmente concurrido, con todos los alojamientos llenos, por lo que hubo forasteros que tuvieron que marcharse al no encontrar acomodo. Por ello se estaban construyendo varios “hoteles” o chalets y casas con destino al alquiler o a ser ocupadas por sus propietarios; hubo incluso bejaranos que, en lugar de viajar fuera, decidieron combatir el calor en segundas residencias situadas en los parajes más frescos. Entre los centros de veraneo destacaban la Colonia Castrillón y la Colonia Madrileña, situadas respectivamente frente al “Regajo de los moros” y en la Carretera del Castañar. Ambas albergaban a numerosos veraneantes procedentes en gran parte de Extremadura, y favorecían verdaderas relaciones de amistad entre las familias, que compartían instalaciones y espacios exteriores como jardines. Además, muchos se asentaban en los “hoteles” situados en la carretera del Castañar a Candelario[3].
Reportaje sobre la Colonia Castrillón de 1933 publicado en Blanco y Negro
La música en verano
La prensa incidía en la importancia de ofrecer “distracciones” a los turistas, para atraerles a Béjar y que nos siguieran visitando en futuras temporadas. Era necesario proporcionarles actividades de ocio, centradas principalmente en la música, pues “las músicas son el alma del pueblo. Pueblo que no tiene música es pueblo muerto (…) no se concibe festejo público, acto de cualquier naturaleza sin que la música le preste el alma”[4]. Por parte del consistorio bejarano, la falta de medios reducía esta actividad a los conciertos de la banda de música en el parque. Sin embargo, otras entidades y particulares celebraban veladas y actuaciones musicales, como los propietarios de alojamientos turísticos y distintas asociaciones ciudadanas y culturales.
Hace justamente un siglo, el verano comenzó con la nueva instalación de luz eléctrica en el Parque de la Corredera, una actuación necesaria porque el bello jardín estaba prácticamente a oscuras. En este punto, La Victoria incidía en la necesidad de que la banda de música, que dirigía Gonzalo Martín, amenizase los jueves y domingos los paseos de los veraneantes, que estaban empezando a llegar a la ciudad, y quizás no volvieran “si no se les hace algo agradable la estancia en Béjar”[5]. Unos días después, el ayuntamiento proponía encabezar una suscripción para que hubiese música en el parque durante el verano y aportaba para ello 25 pesetas[6].
Foto antigua de la Colonia Castrillón sacada de aquí
Música en establecimientos turísticos
Jesús Fructuoso García Castrillón cuidaba estas actividades en 1919, cuando inauguró un restaurante “instalado en su deliciosa casa de veraneo”, situada como ya dijimos en la zona de “El Regajo de los moros”. Allí sirvió una cena “suculenta” para unas cincuenta personas, al precio de cinco pesetas. Pero además de ofrecer excelentes manjares, Castrillón organizó fuegos artificiales y todo ello fue amenizado por el “doble sexteto”, que tocaba todas las noches en el establecimiento y dirigían los músicos locales Salvador Valdés y Jesús Hernández. El complejo turístico contaba también con patines, columpios y el proyecto de construir un campo de tenis[7]. La prensa resaltaba la amplitud y comodidad de las habitaciones que ofrecía a los forasteros y la privilegiada situación del paraje donde se encontraba el establecimiento.
La colonia Castrillón tenía un salón de fiestas, donde se daban conciertos. Uno de ellos se celebró el 15 de agosto de 1927 y a él asistió un redactor de Béjar en Madrid, invitado por Agapito Fernández. El intérprete fue el entonces célebre guitarrista andaluz José Mora Romero, a quien se comparaba con los eminentes Andrés Segovia y Regino Sáinz de la Maza. El periodista lamentaba que alguien tan acreditado había pasado prácticamente desapercibido, pues solo había acudido un pequeño grupo de aficionados, junto con “un ramillete de lindísimas y simpáticas señoritas de Salamanca y Extremadura”, que seguramente se alojaban allí. Mora abordó a los germánicos Beethoven y Bach y a los españoles Albéniz y Granados, conquistando enseguida al público asistente. En el intermedio se improvisó un baile, para el disfrute de numerosos jóvenes y tuvo lugar una agradable reunión, animada por las viandas y licores que proporcionó Agapito Fernández a sus amigos[8].
Era habitual también la música en los cafés, especialmente en los días de feria, en los que se veían más concurridos. En 1927, el Trío Sampablo actuó en aquellas noches festivas en el Café Novelty. Constituían la agrupación Eugenio Sampablo (piano), José Sampablo (violín) y Enrique del Castillo (violonchelo); el primero había sido premiado por el Conservatorio de Madrid y los dos últimos formaban parte de orquestas madrileñas. Se anunciaba un programa de “música clásica, antigua y moderna”[9].
Continuará
[1] En abril de 1926, había ya reservas ante “la proximidad del verano”. La Victoria, 17/4/1926, p. 3.
[2] Eran frecuentes los anuncios en ese sentido, como el que aparece en la figura 1.
[3] La prensa proporciona incluso los nombres de muchos forasteros. La Victoria, 14/8/1926, p.1.
[4] Béjar en Madrid, 1/2/1922, p. 4.
[5] La Victoria, 26/6/1920, p. 3.
[6] La Victoria, 3/7/1920, p. 2.
[7] La Victoria 28/6/1919, p. 2.
[8] Béjar en Madrid, 20/8/1927, p. 7.
[9] La Victoria, 24/9/1927, p. 3.
Todo no va a ser la playa y la costa, también está el turismo interior y el conocimiento de la Naturaleza.
ResponderEliminarUn abrazo. Feliz fin de semana.
Era otro tipo de veraneo, pero no exento de buenos momentos, claro que los privilegios siempre para los más pudientes y una forma de mover la economía local,
ResponderEliminarDeseando saber más de estas costumbres, es necesario, saber un antes y después.
Un abrazo Carmen y un feliz verano ya comienzo las tan ansiadas vacaciones:))