Desde la Edad Media, y
a pesar de que en Béjar no existía catedral alguna sino que dependía del
obispado placentino, sus curas rectores y beneficiados de sangre hidalga se
organizaban en un Cabildo Eclesiástico que siempre estuvo en pugna con sus
colegas de Plasencia a pesar de los intentos del obispo por suprimir una
institución que, con el paso del tiempo, fue quedando obsoleta y vacía. En la
Edad Moderna para poder entrar en tan selecta institución se exigían documentos
de limpieza de sangre que eximiesen a los sacerdotes entrantes de cualquier
tara judía o musulmana. Un abad nombrado cada dos años presidía el Cabildo y su
organización estaba minuciosamente establecida a través de una regla en la que
se especificaban las procesiones, misas y festividades a las cuales sus
miembros debían asistir, incluso el pago por la asistencia a ellas y las penas
impuestas a aquellos que no obedecían las órdenes de su abad, entre otras
muchas disposiciones.
Fotografía antigua de la romería.
Foto extraída de Documentos Béjar