Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto
Pensemos en un Madrid casi galdosiano, fervoroso de convulsiones políticas y anhelos sociales, antesala de revoluciones pendientes y muestrario de provincianos y cortesanos. Imaginemos una capital castiza poblada de pensiones, palacios sin dueño, pedigüeños a la hora de misa, y organilleros poniendo sintonía a la turbamulta de linajes perdidos.
Grabado de la época del Ateneo de Madrid
Paseemos por las calles de mediados del siglo XIX capitalino, todavía laberinto de los Austrias, para tropezarnos con la representación política y comercial que Béjar enviaba a la Corte en esos años, emisarios industriales desarrollando su influencia en un Madrid deseado, siempre difícil de seducir. Se trataba de un grupo blindado, con fuertes nexos familiares e intereses comunes, que desarrollaba su carrera política al amparo de la poderosa personalidad de José Sánchez Ocaña, Ministro de Hacienda[1]. Los miembros de este grupo frecuentaban la corte o vivían en ella en representación de las razones sociales más lucrativas del textil bejarano. Entre ellos hay rostros, o al menos nombres, conocidos: Juan y Jerónimo Gómez Rodulfo, Cipriano Arias, Agero, Rodríguez y Hermanos, Francisco Campo, Asensio, un ya anciano Julián Yagüe[2], o José Díaz-Agero.