5 de noviembre de 2022

Breve historia del primer conde de Malladas, el bejarano José Díaz-Agero (1ª Parte)

      Autor: Óscar Rivadeneyra Prieto

     Pensemos en un Madrid casi galdosiano, fervoroso de convulsiones políticas y anhelos sociales, antesala de revoluciones pendientes y muestrario de provincianos y cortesanos. Imaginemos una capital castiza poblada de pensiones, palacios sin dueño, pedigüeños a la hora de misa, y organilleros poniendo sintonía a la turbamulta de linajes perdidos.

Grabado de la época del Ateneo de Madrid

        Paseemos por las calles de mediados del siglo XIX capitalino, todavía laberinto de los Austrias, para tropezarnos con la representación política  y comercial que Béjar enviaba a la Corte en esos años, emisarios industriales desarrollando su influencia en un Madrid deseado, siempre difícil de seducir. Se trataba de un grupo blindado, con fuertes nexos familiares e intereses comunes, que desarrollaba su carrera política al amparo de la poderosa personalidad de José Sánchez Ocaña, Ministro de Hacienda[1]. Los miembros de este grupo frecuentaban la corte o vivían en ella en representación de las razones sociales más lucrativas del textil bejarano. Entre ellos hay rostros, o al menos nombres, conocidos: Juan y Jerónimo Gómez Rodulfo, Cipriano Arias, Agero, Rodríguez y Hermanos, Francisco Campo, Asensio, un ya anciano Julián Yagüe[2], o José Díaz-Agero.

         Detengámonos en este último, muy conocido entre la élite madrileña pero hoy casi ignorado por la historiografía bejarana a pesar de haber formado parte del distinguido y escasísimo elenco de la nobleza local en el siglo XIX. Es posible que nos cruzáramos con él por las calles más populosas, luciendo las armas de alguna orden de caballería y destocándose del sombrero de copa al paso de las elegantes damas de luto precursoras de Fortunata y Jacinta; nos lo encontraríamos no lejos de las tertulias y los mentideros exaltados de la villa en espera de que un Gutiérrez Solana o un Madrazo los pintara. Habitual sería el recorrido desde su vivienda en la calle Vergara número 4, a través del Arenal hasta la Puerta del Sol, descendiendo después por la Carrera de San Gerónimo para encontrarse, ya en las puertas del Congreso, a aquellos diputados, colegas de escaño, con los que habría de debatir en las prosopopéyicas sesiones de las Cortes españolas. 

Grabado de la época de una tertulia en Madrid

 

       Nuestro hombre había alcanzado el sueño de la nobleza en abril de 1885 cuando Alfonso XII le nombró primer Conde de Malladas, señorío de nuevo cuño con el que el monarca le recompensaba por su actividad política. Contaba ya con 66 años, patrimonio dilatado y holgada hacienda fruto de la explotación agraria de sus propiedades en Extremadura, que comprendían extensas dehesas en la Moraleja, Coria, El Mesegal, y el propio predio de Malladas que daría nombre a su condado. En 1868 Díaz-Agero daba trabajo en estos terrenos a cerca de 250 jornaleros afanados en el aprovechamiento de las viñas y de la saca del corcho. Suponemos que este patrimonio, junto con las notables influencias políticas y las relaciones familiares de las que hacía gala, no sería ajeno a la distinción aristocrática de la que se hizo acreedor.

        ¿Quién era este bejarano tan bien situado en la sociedad madrileña de la época y cómo logró acceder a las mayores distinciones del momento? Para saberlo volvamos a Béjar, allí donde José Díaz-Agero González-Correas había nacido el 9 de octubre de 1819, en el número 6 de la calle de las Armas, siendo bautizado dos días después en la parroquia de El Salvador[3]. La raigambre textil y comercial la había heredado de buena parte de sus antepasados dedicados a lo largo de varias generaciones a los quehaceres del ramo, artesanales primero e industriales después. 

 Finca de Malladas (Cáceres)

Foto de aquí

       Su padre, Prudencio Vidal Díaz, había tenido su propio obrador y desempeñado el cargo de teniente de alcalde en el consistorio, mientras su madre, Luisa Francisca Robustiana Hernández Agero, formaba parte de una estirpe que hundía sus raíces en lo más remoto de la actividad lanera bejarana. Ambos se habían casado en la mencionada iglesia de El Salvador en 1815 y tuvieron, contando con nuestro protagonista, un total de siete hijos

 Iglesia de El Salvador de Béjar

      Todos invirtieron desde su juventud en la gran oportunidad que para las pequeñas haciendas supuso la desamortización promovida por el Estado. De entre ellos destacamos a Florencio Díaz-Agero (casado con Teresa Olleros Gómez-Rodulfo[4] y abuelo del industrial Luis Díaz-Trías) que avanzado el siglo XIX se había hecho con distintas parcelas en la localidad cacereña de Moraleja, donde residía, y otras en el Regajo de los Moros en Béjar por 41 000 reales[5], dentro de la subasta de bienes comunes de la desamortización de Madoz. Otro de los hermanos de José, Ricardo Díaz-Agero, emprendió una brillante carrera como jurista alcanzando en distintas etapas los puestos de Magistrado de la Audiencia territorial de Madrid, Juez de primera instancia en La Habana y Presidente de la Audiencia territorial de Puerto Rico

        Pero el talento inversor de la prolífica familia Díaz-Agero estaría liderado por  nuestro verdadero protagonista, el futuro conde de Malladas, don José, que a las mencionadas dehesas extremeñas y de la sierra de Gata unía las compras que de inmuebles eclesiales había realizado en Salamanca y la especulación que con ellas hizo. Entre 1840 y 1843, con poco más de veinte años, adquirió un total de dieciséis casas y diez tierras que habían sido del cabildo catedralicio y de distintos conventos y parroquias salmantinas, y antes de 1848 ya las había venido a su cuñado el terrateniente charro don José de Ojesto[6], personaje casi novelesco cuyo vínculo con Béjar se remontaba a su juventud cuando trabajó de empleado en la fábrica de Manuel Diego López. En esta época Díaz-Agero residía, como parece lógico, en la capital de la provincia, era señor y propietario del pueblo de Robliza de Cojos[7], y había comenzado su carrera política en Ciudad Rodrigo.  

Continuará



[1] “Pequeña biografía de un ministro nacido en Béjar. José Sánchez Ocaña (1798-1887)” por Mª Carmen Cascón Matas, en Ferias y Fiestas, Béjar 2012, Cámara de Comercio e Industria de Béjar, Béjar 2012.

[2] Julián Yagüe, patriarca de toda una saga industrial, había tenido puestos de responsabilidad en los gobiernos de Fernando VII. A mediados del siglo XIX alternaba entre Béjar y Madrid evitando las reclamaciones judiciales del Estado que habrían de amargar los últimos años de su vida.

[3] Archivo parroquial de El Salvador: Libro de bautizados entre 1790 y 1821.- folio 180 vto. Agradezco las facilidades de acceso a este archivo a Cándido Garnacho y Félix Pérez.

[4] Ibídem: Libro 9.- folio 184 vto.-Núm. 1256

[5] Adelante; Revista salmantina de ciencias: “Relación de las fincas subastadas en esta provincia y adjudicadas…” nº166, p. 4, año 1861.

[6]Venturas y desventuras de José de Ojesto y Puerto, comprador de bienes nacionales en la provincia de Salamanca” por Javier Infante Miguel-Motta, en LLAMAS POMBO, Eugenio: Estudios de derecho de obligaciones, Wolters Kluwer, Madrid 2006.

[7] Se trataría de otro ejemplo de señorío y feudalismo anacrónico que persistía en pleno Campo Charro muchos años después de la abolición de los privilegios de la nobleza.

 

9 comentarios:

  1. Interesante historia de ese personaje de la historia bejarana.

    Saludos.

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  2. Un comienzo en el que don Óscar, narra y ambienta muy bien el Madrid del siglo XIX. Me ha gustado mucho.
    Y quedo a la espera de esa segunda parte.
    Un abrazo, Carmen.

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  3. Hola Carmen:
    Con tu narración, me trasladé al Madrid del siglo XIX.
    Espero la continuación.
    Besos

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  4. Un buen paseo por ese Madrid antiguo de la mano de la mano de D. José Díaz
    Buen fin de semana.
    Un abrazo.

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  5. Interesantísimo artículo. Soy descendiente de Ezequiel (Béjar 1829 - Valladolid 1906), hermano de José y su mano derecha en los negocios. José de Ojesto y Puerto era santanderino, aunque se trasladó a vivir muy joven a Salamanca, contrayendo matrimonio con Petra, la mayor de los Díaz-Agero y convirtiéndose en el patriarca económico de la familia. Ezequiel fue a estudiar a Madrid para aprender técnicas de tintado textil, pero acabó en el Ministerio de Hacienda en Zamora, en la oficina de Administración de Rentas, y posteriormente estudiando para ser Ayudante de Obras Públicas, con la intención de acabar siendo ingeniero de caminos. Esta actividad técnica le llevó a dirigir obras que sus hermanos desarrollaron en Asturias (carretera de Ribadesella a Cangas), dónde contrajo matrimonio, y a Extremadura. Acabó administrando las fincas familiares en esta última, optimizando las producciones ganaderas y de corcho y cerrando los negocios de ventas de este último producto en Francia (se exportaba a Burdeos fundamentalmente, para tapones), mientras José se encargaba de las relaciones financieras.
    El negocio familiar textil atravesó una crisis tremenda a mediados de siglo, y la maquinaria que se importó de Francia supuso un lastre financiero tremendo para Prudencio Díaz González-Correas. Solo uno de sus hijos varones, Florencio, quiso mantener su vinculación con el sector sin demasiada fortuna. Tal fue la situación, que Prudencio tuvo que abandonar Béjar y trasladarse a administrar unas minas de carbón en los límites entre las provincias de Soria y de Zaragoza. Allí estuvieron él y su esposa varios años, hasta pasar a Madrid y de allí a administar los intereses del Duque de Béjar (Osuna) en Hinojosa del Duque. Florencio tuvo que acudir al amparo de su hermano Ezequiel, a la dehesa de Malladas, poniéndole en ocasiones en situaciones comprometidas en Moraleja. Haber contraído matrimonio con Teresa Olleros, le mantuvo vinculado a la industria bejarana y a sus vaivenes.

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    1. Muchísimas gracias por tu aportación a la entrada de hoy con esta información que vuelvas en los comentarios. Seguro que servirá a otros investigadores para que sigan tirando del hilo.
      Un saludo

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  6. Muy interesante ,y más tras la lectura del libro "el crimen de malladas ",del Moraleja o Luis Roso.

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  7. Yo como descendiente de Díaz-agero actualmente afincada en Vigo, me encanta saber de mis antecesores familiares y estoy súper orgullosa de ellos.

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.