Autor: Francisco Tejeda
Estoy seguro que cualquier bejarano que supere los 60 años recordará perfectamente este kiosco, el llamado KIOSKO DE SAN GIL, por estar justo debajo de la torre del reloj de San Gil, en la plaza de Nicomedes Martín Mateos.
Es raro encontrar una persona que no haya comprado en él periódicos, unas chuches (como se dice ahora), los típicos cromos coleccionables de fútbol, animales, etc., cambiado o comprado novelas de *Estefanía, revistas, algún que otro souvenir o aquellos juguetes pequeñitos que vendían en sobres sorpresa, y muchos artículos más.
El kiosco tenía las paredes forradas con revistas y periódicos de actualidad, y era un icono conocido por los bejaranos. Raro es el día que paso por allí, miro hacia ese rinconcito y no me parece estar viéndolo todavía allí. Cuando los amigos íbamos o veníamos del cine, o de los recreativos, o de dar las clásicas vueltas a la abarrotada calle Mayor, si nos quedaban algunas pesetillas, las gastábamos allí.
Una de las cosas más curiosas y típicas de la época que se hacía allí era vender cigarrillos sueltos. Podías comprar un solo cigarrillo, dos, tres, los que quisieras, supongo que sería según la economía del comprador o del vicio del mismo.
Seguro que muchos recuerdan quién lo regentaba. Desde mi ya floja memoria y algunas indagaciones que he hecho puedo dar algunos datos, pero que podéis ampliarlos los que recordéis algo más de este kiosco. Lo solicitó Eleuterio Santiago González en 1950. Era cartero y lo abría sobre las 8 de la mañana hasta las 10:30 de la noche, hora en que solía salir la gente del cine. Aún así, por el día se las apañaba para repartir los periódicos por las casas, pero para eso necesitaba ayuda y mientras hacía de quiosquera su mujer Celestina Cáceres. Solo descansaban el Sábado Santo que no había prensa. En 1953 se fueron a Barcelona y lo traspasaron a su cuñado Marcelino Cuesta Jiménez (corresponsal de prensa), esposo de María Santiago González, los cuales lo mantuvieron hasta que se jubiló Marcelino entre los años 1983 y 1986.
Pero al kiosco todavía le quedaban muchos años por delante, mucho por vender, porque era muy apreciado por los bejaranos y fue entonces cuando pasó a ser gestionado por Juan Carlos González (CAI), hijo de Antonio y Matilde, residentes en la plaza Mayor, hasta que decidió cerrarlo hacia 1998.
En una de las fotografías sellada por el reverso por el fotógrafo bejarano Nife, que adjunto, se celebraba el día del patrono de los periodistas de 1967. En ella se puede ver agachado a la izquierda a Marcelino Cuesta Jiménez (debajo de Nife) y hay muchos rostros conocidos, periodistas bejaranos de distintos medios.
(*Marcial Antonio Lafuente Estefanía fue un popular escritor español de unas dos mil seiscientas novelas del Oeste).
Fotos: Hermanas González Núñez. Béjar en Madrid (75 Aniversario) y Archivo personal.
Gracias a las Hermanas González Núñez a Carlos González (CAI) y a Marifeli García por su colaboración.
Cuantos recuerdos del quiosco de Marcelino y de María (que por cierto y si no recuerdo mal, eran extremeños o al menos María), con la exhibición en su exterior de revistas y periódicos, pero sobre todo de “tebeos” del Capitán Trueno y del Jabato o de los españolísimos Pedro Alcázar y Pedrín, que era lo que más interesaba a la chiquillería y que pacientemente nos dejaban ojear y toquetear y la venta y cambio de novelas del oeste americano de Marcial Lafuente Estefanía que para muchos fueron el inicio a la lectura.
ResponderEliminarMe crie en la Plaza del Ayuntamiento o de San Gil que así era como se llamaba la Plaza Nicomedes Martin Mateos, frente al Convento de San Gil y recuerdo perfectamente misterioso ruido de correr el agua dentro de la “arquilla de San Gil” que aún existe, aunque desconoco si siguen cumpliendo su función y donde el Teatro Cine Cervantes de don Manuel (Mazantini) colocaba a la vista del público las populares “carteleras” de las películas que exhibía, la fabrica de caramelos Cela con aquel olor que te transportaba a la gloria (pues así debía de oler la Gloria), de El Palacio de la Moda como el mayor comercio de tejidos y confecciones y que atendía Emilio (Bardera), la Botica de la Bola y aquella su misteriosa bola color grana, la frutería y pescadería de las hermanas Mariquitas, la mercería de Blanco que atendía su mujer Mari (Matas) y la otra mercería de las Dos Hermanas, una junto a la otra siempre competencia pero siempre amigas, el ultramarino de Federico (Meras) donde vendían mantequilla “al corte” y que cuando volvió a su Sevilla natal, traspasó la tienda a Castellano (¿Anselmo?), la papelería y librería Carlos Calvo con su olor a libros nuevos, la zapatería de Domingo (Maíllo) el Campeón que regalaba pelotas si te compraban botas de la marca Gorila, Radio Velasco (Maíllo) con su exposición de discos (era la única tienda de su clase), la librería de Márquez donde se compraba el ABC y el YA y el resto de la prensa.
Y al otro lado la Ferretería de Fraile (su viuda) donde tantos y buenos ratos pasé con sus dependientes (Juanma, Pablo, Agustín y Julio) que siempre llevare en mi recuerdo, la riquísima Dulcería Pastelería Cela que nos dejaba entrar y mirar y con suerte nos comprábamos uno de sus riquísimos bollos dulces, una tienda de ultramarinos donde no podíamos ni entrar, será por eso por lo que no me acuerdo del nombre, la Viuda de Baltasar Romero con su característico olor a telas recién salidas de fábrica, la frutería de Peña que regentaba su mujer María siempre parlanchina hasta que falleció en un accidente hacia Salamanca y que heredo su hijo Juanjo, la carnicería de Elías (Fraile) y su olor a pimentón de su bandeja de ”chichas”, la droguería de Pitín (Ruperto hijo) que olía a jabón y colonias y también vendía postales bejaranas que editaba él mismo, Congelados Nisan y sus colas de mujeres para comprar los primeros pescados congelados y pollos sin restricciones, la farmacia de Mercedes (Gómez Rodulfo) que antes había sido de don Virgilio.
Fantástica descripción, que recuerdos más bonitos!!!! Muchas gracias. 👏👏👏👏👍👍👍
EliminarNací al lado de la botica la bola, en 1945, lo único que puedo decir es que en Béjar, en esa época, se compraban y vendían hasta las calenturas. Me acuerdo perfectamente de todos los que salen en la foto, incluido Marcelino.
EliminarY las sesiones infantiles del Cine Cervantes que comenzaban a las cuatro de la tarde de los domingos menos los del verano y el sonido de la campana de Villa y Tierra de la Torre de San Gil, mandada colocar por el V Duque don Francisco II, dando las horas del reloj de San Gil el único que existía y el repique animando a la población en las fiestas de la feria chica de mayo y las ferias de septiembre y que podían ser oídas a varios kilómetros (prometo que yo las oí en más de una ocasión), el campanero era el señor Leopoldo el ordenanza del Ayuntamiento, un señor muy mayor y que vivía en la trasera y que un día nos dejó subir con él a ver como tocaba la campaña y el reloj.
ResponderEliminarLa misteriosa y tenebrosa calleja Ferrer que tanto nos imponía el atravesarla junto a la Plazuela de la Piedad con su jardincito, antes del aparcamiento, con su placa homenaje al inventor de penicilina Alexander Fleming de 1960, obra de don Eloy Hernández Domínguez y se pregunta dónde se encontrará actualmente. También habia otra calleja sin nombre y que después le dieron de Brochín que había sido socio del farmacéutico Agero el de la Botica de la Bola.
Y que decir de los demás muchachos del barrio, mi amigo de siempre Ricardo (Fuentes), los “Cominos” Guillermo y Paulino (C. Figueroa), Paulino fue uno de los trece paracaidistas que murieron el accidente Maxorata 72 que nunca jamás debió de ocurrir, Daniel (Cela) y sus hermanos, José Luis (Fraile), Juanma (Crisóstomo), Juanjo (Frías), José Vicente (G. Duque), Ángel (Bueno) y hasta Josefa y Pedro (Montero) aunque eran más pequeños que nosotros.
Como cualquier otro crio del barrio de su edad, todos recorríamos jugando todas las calles alrededor de la Plaza de San Gil y su quiosco de Marcelino y María.
👏👏👏👏👍👍Muchas gracias, bonitos recuerdos.... 🎼👏👏👌👌👌🙋🙋🙋
ResponderEliminarQue buenos recuerdos gracias por compartir Un Abrazo
ResponderEliminarNací por debajo del cine Castilla, todo lo dicho ,lo recuerdo perfectamente Mari Carmen Mora Belloso
ResponderEliminarLo de vender cigarros sueltos lo hacían en otros lugares así como cambiar las novelas de Marcial la Fuente Estefanía. Recuerdo a un amigo apuntando estatura del chico (sobre unos 6 pies y alguna pulgada) y también los muertos.
ResponderEliminarSaludos.
Esa foto está esperando identificar a todos sus personajes. Yo encuentro, de izquierda a derecha, a Marcelino el del quisco, a Fermín el de Nife, a Cristino Bueno el abogado, a Vicente Cuadrado, a Ruperto Fraile, don Antonio el cura, Belén Cela el que fue Alcalde, Mateo Hernández el del Español y Elías Fraile el carnicero.
ResponderEliminar¿Quién conoce a más personas?
Este kiosko fue un punto obligado para comprar y cambiar los cromos repetidos, además de adquirir semanalmente el Tiovivo o el Tebeo y los fasciculos de una enciclopedia de Ciencias Naturales, que tanto me ayudaría en mis estudios y me aficionaria a la botánica. Buenos recuerdos.
ResponderEliminarAunque por edad no puedo remontarme a los tiempos de Roberto Alcázar y compañía (y me alegro mucho de ello), sí que recuerdo haber comprado en ese kiosco varios números de la revista Tintín en su edición española (los conservo), y eso sería entre finales de los años 70 y primeros 80, lo que sitúa ese lugar como punto de referencia para varias generaciones. Como yo vivía en el barrio de Los Praos, "bajar a Béjar" (como por aquí decimos) suponía cierto esfuerzo que se veía siempre recompensado por los tesoros del minúsculo caseto en forma de tebeo. En la foto creo reconocer a varios personajes más, pero sólo estoy seguro de uno de ellos: el segundo por la izquierda y primera fila es José de Frutos, muy ligado al semanario "Béjar en Madrid".
ResponderEliminarJosé Muñoz Domínguez
Puedo dar fe de todo lo descrito anteriormente por mis paisanos. Nací en el Barrio del Recreo en el 1.946 y a mis 9 años (primera comunión con chocolate para los debutantes como cristianos) ya hacía cola en el quiosco el día de la semana en que llegaban los nuevos números de todas las publicaciones , como comenta Agustín, sobre todo del Capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín y el Guerrero del Antifaz; y había que esperar a que subiera el autobús de la estación con todo el cargamento de revistas, cromos, novelas, etc. etc. Gracias a aquellas publicaciones, que me tenían la cabeza como a Don Quijote los libros de caballerías, me aficioné a la lectura y hoy puedo presumir de haberme leído docenas de libros que conservo, aunque mi memoria ya no me permite recordar cuando los leí y de qué tratan muchos de ellos. Pero eso sí, El Quijote lo habré leído media docena de veces, desde la edición escolar a la obra completa, y cuando mejor lo he comprendido y más me ha gustado, fue la edición escolar que el profesor Don Crisanto nos explicaba e incluso nos obligaba a interpretar los personajes, y cuando leí unos ensayos sobre El Quijote de Don Miguel de Unamuno. Qué tiempos tan distintos, y qué felices sin "smarphones" o como se diga. Ah, y no me olvidaré jamás de la cola que hacíamos los domingos en la pescadería del Sr. Ballesteros hasta que llegaban las cajas de pescado fresco que venían en el tren y subía el coche de la estación. Bueno, lo dejo porque voy a llorar por mi Béjar.
ResponderEliminarY alguien se acordará de la fábrica de gaseosas y sifones La Estrella que repartía en un camión un conductor que era !manco! y que estaba donde ahora está Ivarte... (sí, en Béjar había dos fábricas de gaseosas). O la droguería Garrudo donde vendían también gasolina para la limpieza. Y hacia la Plaza Mayor la librería de Policarpo, abuelo de mi amigo José Ángel (Policarpo, aunque sus apellidos es Sánchez Rodilla), que todos los años exponía en el escaparate el mejor nacimiento de Béjar ; el señor Policarpo además de librero y papelero, era encuadernador...
ResponderEliminarQué buenos recuerdos, un abrazo para ti Paco y para todo Bejar.
ResponderEliminarRecuerdo que en el pueblo había uno de estos.
ResponderEliminarAbrazos.