Autora: Carmen Cascón Matas
Publicado: Béjar en Madrid, nº4.714 (3/10/2014), p. 4.
Hoy día es fácil identificarnos. Cuando un
policía nos pide la documentación mostramos nuestro DNI con su correspondiente
fotografía o el carnet de conducir e inmediatamente nos incluyen dentro de los
ciudadanos de pleno derecho. En caso de que vayamos al extranjero a un país
ajeno a la Unión Europea
se nos hace imprescindible el pasaporte o el visado recién expedido y con él dispondremos de la posibilidad de movernos por cualquier lugar.
Pero imaginémonos que
retrocedemos en el tiempo, que somos un bejarano o foráneo en el Béjar de 1839
y que queremos salir de la villa (hasta 1850 no se conseguirá el título de
ciudad). No, no es tan fácil como coger el petate y echar a andar por el camino
de los arrieros hasta el lugar de destino o cabalgar a lomos de un rocín o un
caballo hasta la posada más próxima. Cual si de un país extranjero se tratase
había que solicitar en el ayuntamiento, y con tiempo, un pasaporte y declarar
ante el escribano municipal el lugar y fecha de nacimiento o naturaleza, el
estado civil, la profesión, el lugar de destino, el tiempo de estancia y el
motivo de la salida de la población.
Béjar
La causa y razón de tan alto grado de control se explica si tenemos en cuenta de que no se disponía de documento nacional de
identidad ni de otro escrito oficial que certificase la filiación y nombres y
apellidos de la persona, y menos de una fotografía que mostrase los
rasgos del portador. Los controles eran un
quebradero de cabeza para la autoridad competente. Se contaba con la palabra
dada de un detenido y con la comprobación de su declaración con la comparecencia
de testigos que pudieran corroborarla, tarea compleja si se trataba de un
viajero a decenas de leguas de distancia de su lugar de origen. Y a ello hemos
de sumar las sacudidas políticas e ideológicas de un país siempre en tensión
entre moderados y progresistas, la guerra carlista y los conflictos intestinos.
Para
suplir el problema de la falta de una imagen del rostro del solicitante el
escribano, siguiendo un patrón impuesto desde las altas instancias, describía
con pocas palabras al portador. Así se daba cuenta de la estatura (cumplida o
alta, regular o mediana y corta), de la longitud y color de pelo, la tonalidad
de los ojos, la longitud y el tipo de barba (poblada, cerrada, etc), el tamaño
de la nariz y el color de la piel, así como hacía constar alguna característica
particular (sordera, cicatrices, cojera, falta de una mano o un dedo, por
ejemplo).
Mediante
estos documentos el historiador puede sacar jugosas conclusiones de la
movilidad de los habitantes en la década de los treinta del siglo XIX, el
motivo de sus traslados, la procedencia y el trabajo de los demandantes de
pasaporte, entre otras. En todo caso hay que tener en cuenta que los solicitantes de
pasaporte lo demandan para partir hacia otros lugares, por lo que el movimiento inmigratorio no puede advertirse mediante este indicador. Comento en este
artículo los relativos a 1839 [1] porque en mis manos cayó la correspondencia
suelta de ese año y me llamó tanto la atención que no puedo por menos que
darlos a conocer.
El pasaporte abría la puerta para salir de Béjar
La procedencia de la mayoría de
los demandantes es externa a la villa y no siempre laboran en la actividad
textil, como podríamos deducir al encontrarse nuestra fabricación pañera en pleno
auge y habiendo adquirido los movimientos inmigratorios un gran empuje, siendo
Béjar un polo de atracción de primera magnitud en cuanto a mano de obra fabril
se refiere, como luego veremos. Para que nos hagamos una idea del origen de los
solicitantes citaré algunas de las localidades mencionadas: Enciso (La Rioja), La Guardia (Pontevedra),
Ceclavín (Cáceres), Benifallet y Batea (Tarragona), Sevilla, Zaragoza, Tomelloso
(Ciudad Real), Salientes (León), Monforte (Alicante), Alcoy (Alicante), Alcora
(Valencia) o Deva (Guipúzcoa). Y profesiones variadas: silletero, cantero, apartador, arriero, sastre, canastillero,
quinquillero, jornalero, carpintero, ganadero, maquinista, engrasador o
fabricante de loza.
Los
hay que, tras acabar sus negocios textiles en la villa, marchan a sus lugares
de origen o a otros, como Victoriano Martínez Soto, de 47 años y vecino de
Enciso (La Rioja),
una ciudad que se asemejaba a Béjar en su producción pañera. En su oficio de
apartador de lanas pide solicitud de pasaporte para Alba de Tormes y otros
pueblos de Salamanca. De estatura elevada, su pelo era cano y sus ojos negros,
lucía barba poblada y moreno de piel, quizá de trajinar por los caminos. Si se
le encontraba en posada o se le abordaba para establecer negocio había que
hablarle con tono elevado a causa de su sordera. De Alcoy (Alicante), ciudad
textil también, eran Ramón Coderoc, maquinista, Mariano Andrés y Salvador Blay,
bataneros de 29 y 26 años. Antón Quatron, francés, vecino de Madrid, regresa a ella
tras desempeñar sus labores de engrasador de máquinas. Eugenio Raulet pide
pasaporte para dirigirse a Pradoluengo (Burgos), villa textil por excelencia
del norte de Castilla.
Muchos de los solicitantes se dedicaban al textil
Por
aquel entonces, y desde el siglo anterior, el tráfago de canteros gallegos por
la zona se hacía habitual en determinadas épocas del año, como la primavera y
el verano, aptas por su clima benigno para labores de albañilería[1].
Algunas familias incluso se habían asentado en Béjar y pueblos adyacentes de
manera definitiva. Tal es el caso de los Portela. Francisco Portela, vecino de La Guardia (Pontevedra), pide
pasaporte para trasladarse con su criado Agustín Álvarez a su pueblo durante seis
meses. Y la misma operación llevan a cabo Manuel Estébez, Vicente González y
Ramón Debera, los tres originarios de San Pedro de la Torre (Orense), de idéntico
oficio, albañiles, y parecida edad (26 o 27 años). También lo eran Juan José
Alonso o los hermanos Juan José, Juan Manuel y José Padín, nacidos en San Miguel de La Guardia (Pontevedra). De
otra localidad pontevedresa, El Rosal, eran Julián y Juan Manuel Álvarez o Vicente Díaz, entre otros. Porque en 1839 se
documentan 24 albañiles y canteros galleros trabajando en Béjar y alrededores
de manera temporal, lo cual hace de esta actividad, junto con las profesiones
relacionadas con el textil, la segunda de mayor importancia económica en nuestra
villa. Y no es de extrañar si tenemos en cuenta que es un momento de
frenética construcción tanto de edificios privados como de fábricas.
De
Cataluña procedía Francisco Antonio Miró, natural de Batea (Tarragona), de
profesión silletero, cuya intención era trabajar en Alcalá de Henares durante
seis meses con su mujer Manuela Palacios. También catalán era Salvador Saez, nacido
en Benifallet (Tarragona), quien parte a Salamanca a diligencias propias, sin especificar
más, declarando tener 68 años y ser de alta estura, pelo cano y ojos pardos,
con melena larga, color trigueño y cojo de la pierna izquierda. En cambio de
Alcora (Valencia) era Vicente Foteria, fabricante de loza, que no debía de
gustarle mucho Béjar porque se va a asentar a otro lugar.
¿Saldrían quizá por esta puerta?
Con
respecto a los bejaranos que solicitan pasaporte permitidme que destaque a
nombres más o menos conocidos por todos. Por ejemplo, Francisco Rodríguez
Arias, vecino de Béjar, desea marchar a Ceclavín (Cáceres), probablemente su
lugar de nacimiento. A pesar de contar con solo 18 años declara estar casado y
ejercer el oficio de arriero. De posibles, pues hace el trayecto a caballo, era
de corta estatura, de pelo y ojos castaños, no lucía barba y su color de piel
era trigueño.
Por
su parte Andrés Agero, administrador de las rentas estancadas de Béjar, es
decir de los bienes desamortizados, solicita permiso para ejercer las labores
de su oficio a Salamanca durante seis meses. Declara tener 43 años, alta
estatura, ojos y pelo castaño, barba poblada y color bueno, es decir, claro sin
ser pálido. Uno de los fabricantes de mayor importancia en la época, Ezequiel
Illán, afirma en 1839 estar casado y parte a ejercer diligencias de su trabajo
a caballo sin pacificar el lugar hacia el que marcha, cosa extraña porque el
dato era de obligado conocimiento para el expedidor del pasaporte. De estatura
regular, su pelo y ojos eran de color castaño, lucía escasa barba y tono de
piel claro.
¿O por esta otra?
Don
Mariano Herrero Prieto, aunque no nacido en Béjar, había matrimoniado con una
bejarana, Micaela Sánchez Ocaña, hermana del futuro ministro de hacienda José Sánchez Ocaña, por lo que eran frecuentes sus estancias en la villa. Vecino de
Villafrades, declara marchar a Valladolid y otros, con
un cortejo de criados y caballerías durante tres meses. Con 36 años, su
estatura era regular, el pelo y los ojos negros, barba cerrada y melena corta,
como era moda entonces, y el color de su piel era blanco, tono característico
de un burgués de buena cuna que no laboraba en el campo. La talla del personaje
puede deducirse si desvelamos que fue alcalde mayor de Béjar (1824), alcalde
del crimen en Valencia (1825), teniente de corregidor de Valladolid (1834) y un
año después de su viaje a Valladolid es nombrado jefe político de León[2].
Por el contrario, ganadero trashumante del Real Concejo de La Mesta era don Pedro
Aparicio, vecino de Béjar, y viajaba a Madrid con un criado y caballerías
durante seis meses. Con cuatro décadas a sus espaldas era de buena estatura, de
pelo pelirrojo y ojos azules, lucía melena corta, barba poblada y, al contrario
de lo que nos podríamos suponer al declararse ganadero, su piel era también
pálida.
Es probable que la documentación
suelta de años subsiguientes pueda darnos más sorpresas en cuanto a
descripciones de nuestros antepasados se refiere. Solo hace falta voluntad y
tiempo para que los rostros de los bejaranos de otro tiempo salgan a la luz y
se perfilen en medio de las tinieblas que los ocultan.
[1] Para escribir este artículo me he servido del
registro de pasaportes que encontré en el Archivo Municipal de Béjar,
documentación suelta correspondiente a 1839 (Sig. 094).
[2] Sobre
a importancia del trabajo temporal en edificios de Béjar y comarca de maestros
gallegos y la configuración de la arquitectura popular de nuestra comarca ya
trabajó Roberto Domínguez Blanca en su trabajo de investigación “Arquitectos y
canteros en la arquitectura bejarana del siglo XVIII”. Especial del Béjar en Madrid de 2009. En todo caso,
la primera investigadora que apreció este tráfago de maestros fue Rosa Ros Massana.
[3] Estos datos los he tomado del artículo de
GARCI-MAR: “El alcalde mayor de Béjar y don José Sánchez Ocaña”. Especial del
Béjar en Madrid, 2006.
Interesante dato el del pasaporte interno que, en cierto modo, se ha mantenido en estamentos militares para dar gratuidad al viaje a cargo del Estado hasta, supongo, el fin del servicio obligatorio.
ResponderEliminarInteresante dato el del pasaporte interno que, en cierto modo, se ha mantenido en estamentos militares para dar gratuidad al viaje a cargo del Estado hasta, supongo, el fin del servicio obligatorio.
ResponderEliminarEn estos días he leído que algo similar ocurría en Venezuela, a mediados del siglo XIX. Es posible que la idea partiese de este pasaporte bejarano.
ResponderEliminarBesos Carmen. Siempre cosas sorprendentes de Béjar
El caso de Béjar era uno más de nuestra geografía. No era privativo de la villa, ni original. No inventamos nada, en resumen. Imagino que el caso de Venezuela se tomaría del español en general.
EliminarUn beso, Doc
Muy interesante para conocer la historia mas menuda y desconocida de las gentes que vivían y pasaban por Bejar, Un gran articulo gracias Carmen.
ResponderEliminarMuy interesante este trabajo de investigación .Gracias al tesón y la voluntad que ponéis en vuestro cometido.
ResponderEliminar-Gracias a estas entradas conocemos Béjar .Que parece que no pero ya van unas cuantas y a cual más interesante.
Gracias Carmen un abrazo.
La gente va donde tiene posibilidad de encontrar su sustento según su habilidad profesional. Unos vienen a Béjar y otros se van. Hoy algunos le llamarían a esto "movilidad interior". Sobre el control se juntan dos elementos: por un lado, pocos derechos y libertades a nivel individual, donde los españoles son considerados más súbditos que ciudadanos, y por el otro, una época con riesgo cierto de guerra interior por los levantamientos carlistas, como bien señalas en tu entrada.
ResponderEliminarUn saludo.
Control, control y control. En eso consistía la obsesión de la España de entonces. Control sobre actividades, control sobre los viajes, control político sobre los ciudadanos. La amenaza constante de la guerra interna provocaba que el estado limara la libertad en todas sus formas, sin olvidar el peso de una opresora maquinaria militar que dejaba poco margen de maniobra a todos aquellos que querían un cambio político definitivo en España.
EliminarSaludos
Las migraciones siempre siempre han estado motivadas por mejorar las condiciones de vida. me ha llamado la atención el pasaporte interno. Muy interesante la entrada que has publicado. saludos
ResponderEliminarAunque con la llegada al trono de los Borbones se había hecho mucho por reducir la fronteras interiores (a excepción de la provincias vascas y de Navarra), vemos que la movilidad de los seres humanos 150 años después seguía siendo muy complicada si se quería hacer por lo cauces legales y hasta para ir de un pueblo a otro cercano (Béjar/Alba de Tormes) había que pedir permiso a la autoridad e ir acompañado de pasaporte.
ResponderEliminarInteresante entrada.
Un beso
La causa central de tal obsesión era el control sobre los ciudadanos, sus actividades e incluso su aspecto. Había que perseguir cualquier asomo de posible rebelión o de, por el contrario, movimiento ultramontano. Progresistas y carlistas ponían ensolfa a una monarquía acorralada.
EliminarGracias y un beso
Nunca se me había ocurrido pensar en esos problemas de movilidad que tenía la gente de aquellos tiempos. Vida dura si que tenían y encima se la complicaban. No así ahora, que hemos inventado la 'movilidad exterior'.
Has hecho un excelente trabajo de documentación.
Un abrazo
· LMA · & · CR ·
Pensaba que la movilidad entre las distintas poblaciones era más fácil. Es un trabajo sumamente interesante.
ResponderEliminarBesos Carmen
Verdaderamente tenía que ser bien difícil la identificación en aquellos tiempos en los que no se contaban con documentos que acreditaran la identidad ni con fotografías. Las descripciones eran forzosamente imprecisas además de poco literarias, lo que debía de abonar el terreno a la picaresca. Un tema difícil de manejar y que complicaba mucho las cosas.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous
Estoy de acuerdo con usted, madame, porque el tinte para el pelo existía y los hombres podían dejarse crecer el bigote, las patillas o la barba (o rasurarse), simular una cojera o mil picardías más para hacerse pasar por otra persona. Me imagino que en caso de duda citarían a algún testigo.
EliminarPor cierto, ¿se ha fijado, madame, que no hay ninguna mujer entre las solicitantes (como era de preveer)?
Un beso
Me sorprende la existencia de una documentación tan rigurosa, a pesar de no existir fotos en la época. Me pregunto si se teñían el pelo o le salían canas prematuras, como podrían acreditar su identidad.
ResponderEliminarUn viaje por el tiempo muy interesante.
Un saludo.
Tu trabajo es excelente y abre interrogantes. ¿Qué baremo utilizarían para determinar la estatura? Porque dependería de cómo se viera a sí mismo el interesado o la estatura del propio funcionario que la hiciera constar. ¿Cómo apuntar las características diferenciadoras de quien ve y oye, no tiene grandes cicatrices ni es cojo y tiene todos sus dedos? O, ¿cómo identificar a los individuos de un cortejo de criados?
ResponderEliminarY si te habías cortado el pelo y afeitado mientras duraba el viaje, etc.
Cuantos avatares (y fraudes) debieron resultar del citado pasaporte...
Saludos desde el frío.
Picaresca había, sin duda. Cortarse o teñirse el pelo, dejarse crecer la barba, las patillas o el bigote, disimular la cojera o fingirla, hacerse pasar por otro... Me imagino que para la concesión de este pasaporte habría que presentar testigos oficiosamente o que el fulano que te hiciese el documento te conociese de verte por la villa.
EliminarAbrígate, que las tierras castellanas son frías.
Un beso
Me imagino que el que te hacía la ficha tenía que ser un tipo fisonomista y sin mala leche porque un mal día te podía hacer una ficha como la siguiente: "Fulano de Tal. Bizco del ojo derecho, algo patizambo y paticorto destaca por su tartamudez. La barba rala no logra tapar las secuelas del acné. Bastante renegrido más que moreno. Al reir muestra una dentadura muy amarillenta en la que se aprecia faltan dos piezas. Un tipo realmente feo".
ResponderEliminarGracias por tu curiosa y singular aportación cuyos matices desconocía. Un saludo.
Una descripción a mala leche, sin duda, pero a lo mejor no exenta de verdad. Había que resaltar las características que diferenciasen a cada sujeto, independientemente se que éstas fuesen favorables o no, para que así los mantenedores del orden pudieran distinguir en un primer vistazo a un tipo de otro, si era posible sin una fotografía a mano...
EliminarUn saludo
Me imagino que el que te hacía la ficha tenía que ser un tipo fisonomista y sin mala leche porque un mal día te podía hacer una ficha como la siguiente: "Fulano de Tal. Bizco del ojo derecho, algo patizambo y paticorto destaca por su tartamudez. La barba rala no logra tapar las secuelas del acné. Bastante renegrido más que moreno. Al reir muestra una dentadura muy amarillenta en la que se aprecia faltan dos piezas. Un tipo realmente feo".
ResponderEliminarGracias por tu curiosa y singular aportación cuyos matices desconocía. Un saludo.
Vamos que se describian ellos mismos. Desconocía que para salir casi al lado hubiera que tener un pasaporte interno.Menudo control.
ResponderEliminarBuen artículo.
Un beso.
Que buen trabajo de investigación. Me encanta eso del pasaporte en la propia tierra. No tenía ni idea. Pero las descripciones me recuerdan a mi niñez en en América del Sur , donde en el pasaporte te describían perfectamente, estatura color de pelo, de ojos y hasta si eras delgada o no, pero era solo para salir del país. Bss
ResponderEliminarCurioso y muy interesante Carmen. La verdad es que nunca me había planteado la situación, pero tiene su razón de ser, claro está. Muy buen trabajo amiga. Besos y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
ResponderEliminarUn artículo muy jugoso el que nos ofreces, Carmen Y un tema apasionante este de los pasaportes en España.
ResponderEliminarY no se conformaban solo con eso. Para que no tuviesen problemas con las autoridades, tengo en mi poder una copia de una especie de salvoconducto (firmado por el alcalde de San Andrés de Llavaneras ) que permitió a mi tatarabuelo "viajar" sin problemas junto a otros trabajadores (realizaban la carretera entre Vic y Ripoll) en 1854. Aparece el listado de todos los nombres, especificando que lleva cada uno su propio pasaporte. Explica que se expide el salvoconducto para que no levante sospechas el hecho de viajar tantas personas juntas.
Qué épocas tan convulsas que para andar unos kilómetros necesitaban identificarse a cada momento.
Abrazos, Carmen!!
Una curiosidad en cuya necesidad ni siquiera hubiera reparado. Realmente interesante.
ResponderEliminarUn abrazo,