Amigos de Béjar y sus historias

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3/05/2025

El Tumulto del Entierro de la Sardina (febrero de 1913). La antesala de la Gran Huelga de los Siete Meses en Béjar

Autora: Carmen Cascón Matas

Publicado: Béjar en Madrid, n.º 4.960 (21/02/2025), p. 4.

A mi bisabuelo Bernabé, a quien tanto admiro 

por su templanza, bondad, sabiduría, humildad y generosidad. 


    Apenas había principiado el año 1913 cuando en plenas fiestas de Carnaval se produjo un motín popular, cuya crónica pormenorizada fue recogida por el periódico La Ciudad [1]. Gobernaba los destinos municipales el partido Unión Bejarana, un grupo político que había surgido en 1911 con el pacto entre personas de distintas ideologías, aunque en él primaban los conservadores. Su intención era crear una alternativa cercana, es decir, netamente bejarana y de apariencia plural, para hacer frente al gobierno de la Conjunción Republicano-socialista que llevaba al frente del ayuntamiento desde hacía algunos años. Abanderaba la propuesta el periódico La Victoria y la espoleta de su creación fueron los sucesos del Corpus de 1911 y la inasistencia de la corporación a las festividades religiosas [2]. Al no concurrir el Ayuntamiento a la cita tradicional del Corpus Christi de ese año, un grupo de bejaranos se presentaron en el consistorio demandando la bandera y la presencia de los tradicionales hombres de musgo, provocando una agria polémica que se tradujo en opiniones contrarias en la prensa local de la época. Las elecciones –no democráticas– de finales de 1911 dieron la victoria a la Unión Bejarana, eligiendo los concejales por votación entre ellos al que habría de ocupar la silla de su presidente, finalmente el abogado Bernabé Sánchez-Cerrudo Agero, una situación extraordinaria, pues el alcalde solía ser impuesto por el gobernador civil entre los individuos de la lista más votada. Se da la circunstancia de que precisamente el nuevo alcalde había sido el abad del Corpus en los sucesos comentados. 


 

Revista Nuevo Mundo. La foto recoge la visita de la infanta Paz de Borbón a Béjar en 1912. A la derecha el alcalde Bernabé Sánchez-Cerrudo. Foto sacada de aquí

    La situación social y económica de Béjar no pasaba por sus mejores momentos en aquellos primeros compases del siglo XX. La industria textil sufría una grave crisis desde finales del siglo XIX por la exclusividad de su producción orientada en el paño militar, la maquinaria obsoleta y la deficiencia en las comunicaciones, y el paro obrero era prácticamente insoportable. Las huelgas eran constantes, como demuestran las de varios sectores del textil en 1901, la de bataneros y percheros en 1902, la de los tejedores de 1903 o la huelga de los siete meses de 1904 [3]. A tal gravedad había llegado la situación que familias enteras emigraban a América [4]. 

 

Procesión del Corpus de Béjar de 1912.

Revista Nuevo Mundo. 


    Los sucesos ocurridos en febrero de 1913 no fueron más que una nueva muestra de situación social al borde del colapso. El Miércoles de Ceniza, 7 de febrero, principió el desorden cuando fueron detenidas 15 o 20 personas que formaban parte de dos comparsas en el Entierro de la Sardina por los guardias municipales y por orden del juez de instrucción. Su delito: «cantar latines en el entierro de una inanimada sardina, con boato de artísticos faroles y palio». Hoy día veríamos chistosa esta parodia, pero a principios del siglo XX suponían un ataque a la Iglesia con penas de cárcel y multas de variada cuantía. Nada más correrse la voz de estas detenciones, un grupo numeroso de personas rodearon la cárcel (entonces en el edificio del actual ayuntamiento) pidiendo la libertad de los encausados. La presencia del alcalde no hizo sino acrecentar los ánimos, gritando los congregados vivas a la libertad y emitiendo sonoros silbidos. En realidad, el asunto venía coleando desde el domingo, cuando dos individuos habían sido detenidos y maltratados por los guardias de seguridad –llamados popularmente “romanones”; hoy pertenecerían a la Policía Nacional–, una situación que había originado comentarios y alusiones en la prensa. Probablemente los ataques a la Iglesia en el Entierro de la Sardina se pueden interpretar como un desafío a la autoridad ante los maltratos de los presos que vendrían de atrás. La manifestación o aglomeración de gentes en la Plaza estaba deviniendo en un tumulto que podría tener consecuencias imprevisibles. 

 

Grabado en el que aparecen dos miembros de la Guardia de seguridad en Madrid hacia 1900.

    Bernabé Sánchez-Cerrudo, un hombre que según sus contemporáneos era «bueno, competitísimo en asuntos administrativos, de un candor infantil, querido y respetado por todos sus convecinos y de inmaculado prestigio de honradez y delicadeza», optó por liberar a los detenidos por los ataques a la Iglesia en el Entierro de la Sardina, una competencia que tenía en su mano al depender estos de la guardia municipal. No era ésta una medida tomada a la ligera por alguien que no tuviera conocimiento de la ley. Recordemos que era abogado de profesión, además de haber sido durante 20 años juez municipal y 6 juez de primera instancia. Más bien hay que interpretarla como una opción comedida y prudente, que intentaba evitar calentar más los ánimos, aunque «encendiéronse nuevamente los faroles, entonaron con más brío las enronquecidas gargantas los cantos funerales a la pacífica sardina… y la media hora surgían entierros en número infinito».

 Plaza Mayor de Béjar. Postal de la época. Sacada de aquí


        Pero el motivo primero, el maltrato por los guardias de seguridad a dos presos, aún no había sido subsanado. «Un grupo de mujeres comenzó a pedir a voz en grito la libertad de un detenido en los días anteriores. […] La plazoleta que hay entre la cárcel y la iglesia de El Salvador se llenó de bote en bote con grupos que prorrumpían en vivas a la libertad y a la república». El alboroto comenzó así a adquirir signos políticos preocupantes. Vamos a ponernos en la piel de Sánchez-Cerrudo: ¿mano dura, repeler el tumulto llamando a la guardia civil y esconderse en el edificio consistorial? Es lo que hubiera hecho cualquier alcalde del momento sin importarle las consecuencias, esto es, heridos, muertos y nuevos rebrotes, pero nada de esto ocurrió. No tenía capacidad legal como alcalde para liberar a estos presos, pues dependían directamente de la autoridad nacional.


         Así que decidió contactar con el gobierno civil para intentar conseguir la liberación de los presos. Saliendo a pie de la cárcel acompañado por concejales de uno y otro signo (una actitud valiente, pues no olvidemos que en 1912 había sido asesinado en plena Plaza Mayor de Madrid el presidente del Consejo de ministros José Canalejas), se dirigió desde la cárcel al despacho de telégrafos, en San Gil, mientras eran seguidos (o perseguidos) por una tumultuosa muchedumbre. A las 20.30 regresó de nuevo el alcalde a una Plaza Mayor donde se habían congregado más y más personas pidiendo la liberación de los detenidos. Sánchez-Cerrudo transmitió la orden de excarcelarles, medida acogida con sonoro regocijo. Según el periódico Béjar Nueva, la voz de la Conjunción Republicano-Socialista, «los detenidos todos salieron de la cárcel aquella noche debido a las acertadas gestiones de la autoridad municipal [5]». Por su parte La Ciudad afirma «hemos hoy de aplaudir calurosamente la conducta del alcalde, no usando ni la sola presencia de la fuerza armada para reprimir los disturbios, y los serenos esfuerzos de la guardia municipal, evitando un día de luto para Béjar[6]». 

        Aunque los ánimos se calmaron, el suceso fue tratado en varios plenos consistoriales. Así el concejal republicano Vicente Valle, el 8 de febrero, declaró: «Es vergonzoso que un hombre honrado e indefenso y por tanto respetable se vea bárbaramente apaleado por funcionarios que parecen pertenecer a las huestes de Atila. En nombre del pueblo, que o está conforme, ni yo, con semejante conducta, pido se denuncie este hecho a la Superioridad [7]». Por unanimidad se resolvió mandar una comisión (presidida por cierto, por el líder de la oposición y no por el alcalde) ante el gobernador civil para abrir expediente a los guardias de seguridad implicados en los maltratos a los presos, con la promesa de elevarla al Ministro de la Gobernación. El día 18 la guarnición entera fue relevada y los guardias implicados en los maltratos a los presos fueron expedientados. 


           El Tumulto del Día de la Sardina, como bien podría ser bautizado, fue una muestra de la dramática situación social de Béjar, pero también podría considerarse un antecedente de la Gran Huelga de los Siete Meses en Béjar (1913-1914) [8], que se desataría apenas unos meses más tarde con el mismo alcalde al frente del consistorio. 

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[1]  La Ciudad, n.º 62 (8/2/1913). También lo recogieron Béjar Nueva y en AHMB. Libro de actas de plenos de 6 de febrero de 1913, f. 66v.  
 [2] Ya tratado en Cascón Matas, Carmen. “La representatividad municipal en la procesión del Corpus”. Béjar en Madrid, 4.942 (17/05/2024), p. 6.
 [3] Sánchez Martín, Javier Ramón. “La industria textil de Béjar en el siglo XX y en los albores del siglo XXI”, pp. 85-129. Historia de Béjar. Vol. II. Béjar: Centro de Estudios Bejaranos, 2013.
 [4] García Martín, Francisco. La emigración en Béjar (1907). Béjar: Centro de Estudios Bejaranos, 2002.
 [5] Béjar nueva, n.º 123(15/2/1913).
 [6] La Ciudad, n.º 62 (8/2/1913).
 [7] Béjar nueva, n.º 122 (8/2/1913).
 [8] Palomeque López, Manuel Carlos. Vuestros y de la causa obrera. La gran huelga textil de los siete meses en Béjar (1913-1914). Béjar: Centro de Estudios Bejaranos, 2016.



1 comentario:

  1. Como nos comentas si que creo que fue un autentico acto de valentía el cruzar por ente el gentío para realizar los tramites de liberación de esos presos.

    Saludos.

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