Autor: Antonio Mira Toscano, profesor de la universidad de Huelva.
Conferencia pronunciada en Gibraleón en ocasión del traslado de los restos a esta ciudad del duque Francisco III.
Aunque
el Marquesado de Gibraleón era para Francisco III Diego Zúñiga de Sotomayor
algo más que el territorio del que obtenía sus rentas, su administración no
desdeñó la necesidad económica de fomentar el asentamiento de población en sus
tierras. Así, en marzo de 1589 publicaba una carta de franquicias para repoblar
el lugar de San Bartolomé de la Torre, a cuyos vecinos ya había otorgado en
1575 el derecho de ser libres del pago de alcabala para cualquier venta de
ganado, yeguas y potros realizada en la víspera del santo, así como otros
mantenimientos que allí fuesen a vender. Del mismo modo, y preocupado por el
continuo despoblamiento que sufría la costa de su señorío, azotado como el
resto del litoral español por piratas y corsarios de toda clase, concedía en
mayo de 1597 exenciones y libertades a los nuevos habitantes que quisieran
venir a instalarse en la pequeña y hoy desaparecida villa de San Miguel de Arca
de Buey, cercana a lo que es hoy El Rompido. Allí hubo de reformar, siguiendo
órdenes de Felipe II y empleando grandes sumas de dinero, la fortaleza litoral
existente para que sirviera a la defensa costera junto con las nuevas torres
vigías construidas en su jurisdicción; las de Marijata y Punta de Umbría.
Torre vigía de Punta Umbría (Huelva). Foto extraída de aquí |
En su interés por fortalecer y atender también las
zonas limítrofes de su Marquesado, que hacía frontera con el reino de Portugal
por Sanlúcar de Guadiana, el duque Francisco III suscribió en Gibraleón un
acuerdo con el marqués de Villa Real para mantener una barca de pasaje en el
río Guadiana. Era, según la escritura de concierto firmada en agosto de 1591, “cosa
necesaria y conveniente”, ya que permitiría el paso a los vecinos de ambas
orillas y ayudaría a resolver diferencias entre portugueses y españoles, a la
sazón vasallos de un mismo rey, Felipe II.
Pero, a pesar de todo, la economía de la Casa Ducal de
Béjar, y por ende la del Marquesado de Gibraleón, no atravesaba por sus mejores
momentos. En 1589 se reconocía la incapacidad de la administración señorial
para hacer frente a las deudas contraídas y satisfacer las rentas e intereses
adeudados por los préstamos comprometidos. La muerte en 1591 del padre de
nuestro personaje y la ejecución de sus últimas voluntades habrían de hundir prácticamente
en la ruina a Francisco III Diego, quien se encontró las arcas vacías, sin un
real en efectivo, ni rentas de inmediato cobro para poder sustentar la vida
propia de un noble. En los siguientes diez años bien poco pudo hacer para
remediar la situación, quedando a su muerte una cantidad de ducados que, según
su hijo Alonso, prácticamente se gastaron en los funerales.
Sanlúcar de Guadiana (Huelva). Foto extraída de aquí |
El 18 de mayo de 1601 el cabildo de Gibraleón recibía
la noticia del fallecimiento en Madrid de su señor, el duque Francisco III, por
lo que los regidores ordenaron hacer sonar las campanas de todas las iglesias
de la villa, celebrar misas con sermón por su alma y ofrecer por medio del
alcalde de la mar y una representación de los capitulares su pésame al heredero
del Marquesado. No sin antes dar aviso al resto de villas y lugares del
marquesado para que actuasen de igual manera.
Seis días antes de morir, el duque
había formalizado su testamento, dejando en él patente su voluntad de ser
enterrado en el sepulcro que había mandado labrar en el convento de Madre de
Dios del Vado, en Gibraleón, donde yacían varios de sus hijos y su esposa.
Según el testamento, su cuerpo mortal debía ser colocado “en una tumba de madera, y dentro el ataúd”, cerca del enterramiento
de su mujer, aunque sus restos no debían estar juntos con los del duque pues
–recalca el testamento– “su vida fue [muy] diferente de la de aquella”. También expresaba el difunto Francisco III Diego la voluntad de que se
hiciera esta capilla funeraria, concretamente en el lado del evangelio del
presbiterio de la iglesia conventual.
Iglesia del convento de la Madre de Dios del Vado (Gibraleón, Huelva). Extraída de aquí |
Pero, a pesar de todo, el deseo del
ya difunto duque de Béjar no fue respetado en un primer momento, pues su cuerpo
recibió sepultura en esa ciudad cabecera de la Casa Ducal. Su hijo y sucesor,
Alonso I Diego, dispuso el traslado de los restos mortales al convento del
Vado, donde derribaría la vieja iglesia medieval para edificar un nuevo templo
mucho más espacioso y acorde con la memoria de sus padres; sin embargo la
muerte le sorprendió a su vez en 1619, por lo que el mandato testamentario
debió ser cumplido por el nuevo sucesor, Francisco IV Diego, nieto del duque
Francisco. El monumento funerario fue encargado al cantero sanluqueño Cristóbal
de Liébana, quien lo daría concluido en el año 1620. Instalado el imponente
arcosolio en la iglesia conventual olontense, el 11 de julio de 1621 los restos
del duque Francisco III Diego regresaban desde Béjar a Gibraleón, con la
asistencia de las autoridades civiles y eclesiásticas de la villa, así como de
las demás villas y lugares del marquesado.
Rodeado de gran concurrencia de
vecinos, el padre fray Pedro de Valverde abrió el cofre ataúd negro cerrado con
dos llaves y forrado de terciopelo “dentro
del cual estaba un cuerpo cadáver difunto que tenía puesto el hábito de Santo
Domingo y otros hábitos”,
anunciando solemnemente que “era
el cuerpo del dicho señor don Francisco Diego López de Zúñiga y Sotomayor”, abuelo de Francisco IV Diego, a la sazón
duque de Béjar y marqués de Gibraleón. En aquel ya lejano verano de 1621, un
escribano público daba testimonio del regreso del V duque de Béjar a la villa
olontense para ser enterrado en el lugar elegido en su testamento; una
ceremonia que, salvadas las distancias del tiempo, vuelve a producirse hoy, con
los ecos de la Historia resonando a nuestro alrededor.
Iglesia de Santiago de Gibraleón (Huelva). Imagen extraída de aquí |
Largo
tiempo reposaron los restos del señor de Gibraleón en su querido convento del
Vado. Serían dramáticos acontecimientos de nuestra época los que alterarían el
sueño eterno de Francisco III Diego. Su admirable monumento funerario fue, como
la propia iglesia conventual, parcialmente destruido durante los sucesos de
julio de 1936, por lo que las hermanas dominicas de
Gibraleón procedieron a trasladar los restos mortales para darles sepultura en
el convento del Espíritu Santo de Jerez de la Frontera, de la misma orden. Allí
se encontraban hasta que la Asociación “Gibraleón Cultural” emprendió, con la
colaboración del Ayuntamiento olontense, su localización y retorno.
Foto de la ceremonia del traslado de los restos del duque Francisco III |
Fue así como, el 11 de abril de
2011, los restos del duque Francisco III Diego eran localizados y depositados
provisionalmente, durante año y medio, en la cripta del convento dominico de
Madre de Dios de Sanlúcar de Barrameda. Allí quedaban a la espera del día de
hoy, 29 de septiembre de 2012, en que reciben de nuevo sepultura en la villa,
en un monumento funerario que, en esta histórica iglesia de Santiago Apóstol,
quiere evocar a la que durante casi cuatro siglos fue su tumba en el convento
del Vado. Retorna así, con el personaje y con su recuerdo, un pedazo de la memoria
de nuestra tierra, en un día histórico tanto para Gibraleón, como para las
villas y lugares cuyos territorios integraron su marquesado: Cartaya, Punta
Umbría, San Bartolomé de la Torre, Villanueva de los Castillejos, El Granado y
Sanlúcar de Guadiana, poblaciones todas cuya historia nunca podría hacerse sin
la figura del duque Francisco III Diego Zúñiga de Sotomayor y Mendoza. Nuestro marqués de Gibraleón.
Muchas gracias.
Parroquia
de Santiago Apóstol de la villa de Gibraleón, 29 de octubre de 2012.
Estas historias resultan curiosas de conocer. Lo importante que resultaban esas últimas voluntades referidas al enterramiento y que se cumplieran fuera como fuera y pasase el tiempo que pasase.
ResponderEliminarY por la polémica de Béjar.biz no te preocupes, el comentarista que te acusaba se debe haber quedado con dos palmos de narices. No he querido decir nada allí, porque se me lanzan al cuello aunque pasen tres siglos si digo algo.
Un abrazo.
Pobre hombre, ni los huesos dejaron en paz, de acá para allá... pero gracioso hoy no ha sido, muy versado, sí, mucho, pero... bueno, vale, no es tuyo, aunque he conseguido salvar una puyita...je je... ésta: su vida fue [muy] diferente de la de aquella.... juas, juas... espera que me falta un juas para alegrar el comentario. Bss amiga... y gracias por traer la conferencia del profesor.
ResponderEliminarUn poco de trajín que se trajeron con los restos de este buen hombre, pero una historia curiosa y sobre todo una muy buena aportación del profesor de la Universidad onubense.
ResponderEliminarUn saludo.
Me ha encantado conocer la historia del duque y me gusta el personaje ya que busco favorecer a los habitantes de sus villas y fue adelantado y original incluso en la forma que quiso ser enterrado, se había ganado a base de muchos reales todas las misas y homenajes que se llevaron a cabo y la de vueltas que dieron sus restos antes de llegar a su destino.
ResponderEliminarDebe de ser un acto bonito en que se celebra para conmemorarlo.
Un beso, Carmen.
Un poquito de mareo con su sepultura, esperando que bien descanse en su lugar de paz.
ResponderEliminarUn abrazo y buena información
Vaya un trasiego. Esto del descanso eterno en este caso más bien fue movimiento eterno. Cuatro siglos para descansar al fin.
ResponderEliminarCuriosa historia y los reveses que a veces ocurren. Me imagino que a pesar del tiempo transcurrido será un hecho histórico y sentido
Bss
Madre mía...supongo que cuando dicen "descanse en paz" se refieren a que no le pasen esas cosas. Me he acordado todo el rato, no sé por qué de ese pasaje de "Cien años de soledad" en el que le dicen a Rebeca que no será feliz mientras los huesos de sus padres permanezcan insepultos.
ResponderEliminarUn beso Carmen y gracias a Antonio
Sí, yo también me he quedado con la curiosa disposición de mantener a la esposa alejada incluso en la sepultura... Lo del déficit en las arcas del marquesado ya me ha sonado más actual.
ResponderEliminarSaludos, Carmen
Hoy parece que se centra todo en su sepultura, que seguro que molestaba a muchos: bastante curioso. Un saludo, Carmen.
ResponderEliminarMenudo trajín con los restos.
ResponderEliminarSaludos
Menos mal que el pobre descansa en paz después de tanto traslado.
ResponderEliminarEstá visto que en todo tiempo se quedan las arcas vacías, no sólo ahora:))
Si me pongo a investigar entre mis antepasados a lo mejor descubro que soy descendiente de un grande de españa Carmen.
Y que este "Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro y Grande de España Francisco III Diego Zúñiga de Sotomayor y Mendoza"... es pariente lejano mío :))
Buen fin de semana.
Un beso.
Los reveses de fortuna no sólo son económicos, que también, sino esa trashumancia al que se ven sometidos algunos restos humanos, como es el caso. Descanse en paz.
ResponderEliminarGracias, Carmen, por esta información tan detallada.
¡Pobres huesos del duque Francisco! A ver si ahora descansan en paz de una vez.
ResponderEliminarSaludos
Voy a ser muy poco original, pero ojalá sea ese el lugar de reposo definitivo.
ResponderEliminarBesos, Carmen.
A pesar de tantas peripecias para descansar en paz, esta ha sido de tus mejores entradas, y las ilustraciones tambien son excelentes.
ResponderEliminarUn beso.
Me hace gracia que no quisiera ser enterrada junto a su mujer. Es interesante este personaje y me resulta muy actual comprobar que ya entonces las arcas estaban vacías por haber vivido "por encima de sus posibilidades.
ResponderEliminarUn saludo.
Este fin de semana ha habido un congreso de cronistas oficiales de ciudades aquí, en Orihuela. Me he acordado de ti: te mereces ser la cronista oficial de Béjar y de cualquier sitio que quieras ¡Ole!
ResponderEliminarUn besico
Espero que por fin pueda el buen señor descansar tranquilo, porque pasear lo han paseado bien.
ResponderEliminarComo siempre de forma amena y perfectamente documentado.
Un beso.
Gracias carmen por tus palabras sobre el arte, tienes mucha razón.
ResponderEliminarPaso a decirte que me tomo unas largas vacaciones, mi regreso a España no creo que tarde.
Con ternura te dejo un beso.
Sor.Cecilia
Creo que al fin consiguió descansar en Paz...O eso espero.
ResponderEliminarBesos Carmen
Esperaba esta segunda parte, Carmen, pero el bloqueo de parte delos servidores de la Universidad me ha retrasado más de lo que que hubiese querido para decirte el excelente trazado histórico acerca de Francisco III Diego Zúñiga de Sotomayor y Mendoza.
ResponderEliminarAntonio Mira ha realizado un trabajo que creo que debe de haber sido duro por la cantidad de documentación aportada y por lo ameno dela lectura.
Como en muchos otros casos, las conferencias o clases magistrales se convierten en publicaciones con una importancia crucial para quienes leemos con interés la Historia.
Un abrazo, amiga Carmen.