16 de noviembre de 2019

El tesoro bejarano del moro Muza


Autor: Oscar Rivadeneyra Prieto
Publicado: Semanario Béjar en Madrid nº 4.826 (7/06/2019), p. 6.


         Sostienen con reiterada insistencia los historiadores que las leyendas, fruto de la imaginación, son una perversión popular y adornada de la historia, que sin sostén documental nada puede ser tenido por cierto y que sin la fe de un escribano o la sentencia de un juez todo carece de credibilidad. Todos los pueblos y ciudades tienen salpicada su pequeña historia con relatos fantásticos que pretenden ser tenidos por verdaderos. El medievalismo que dominó algunas facetas del siglo XIX, momento álgido de la creación de tantas ficciones, configuró un universo increíble de batallas remotas y sangrientas, amores apasionados, muertes inesperadas y tesoros escondidos para, de manera atractiva y simple, explicar nuestro pasado.

 La cara norte del casco antiguo de Béjar se alza sobre la muralla y una colina que se utilizó con carácter defensivo



        Una de las creencias más extendidas en Béjar es la que supone que el subsuelo del antiguo palacio ducal, y aun el de la plaza Mayor y su entorno, está repleto de túneles y pasadizos de extensión casi ilimitada que pondrían en comunicación la residencia de los duques con lugares muy distantes. Que existen esos túneles es una realidad demostrada siendo sus dimensiones, en todo caso, mucho más reducidas que las que la fantasía les otorga. 


      La prueba de su certeza y de que la historia muchas veces adquiere tintes y destellos legendarios quedó reflejada en los autos judiciales que contra el bejarano Agustín de Bonilla se desarrollaron en el año 1662 «por haber extraído un cofre con piezas de oro que encontró en los muros de la ciudad, a las espaldas de las casas del duque de Béjar»[1], en los que, sin duda, adquiere protagonismo uno de los famosos túneles del palacio. 


 



        Los sucesos, siguiendo lo relatado en esos autos, se resumen de la siguiente manera: en la mañana del domingo 2 de julio del citado año, día de Nuestra señora del Rosario, los niños Francisco García Guerrero, Juan Guerrero y Andrés Gutiérrez de la Fuente «después de misa mayor anduvieron buscando nidos de pájaros y a coger unos colorinos [2] por el muro y cerca de esta villa, y habiendo visto salir uno del muro que está a la espalda de la casa del duque mi señor que cae al río, entre dos peñas que están incorporadas en la cerca, subieron a reconocer si allí había algún nido y vieron que por lo alto estaba como una ventanilla incorporada en dicho muro, y, mirando por ella a ver qué podía estar dentro, reconocieron que estaba en dicho sitio un cofrecito como de media vara de ancho y una de largo, y que estaba carcomido y algo pintado, y entretallado en la cal de dicho muro. Y entraron la mano y sacaron unas piezas de oro como barrillas que tenían mucho peso y relucían mucho, como la cruz grande de la Manga de la iglesia de San Juan de esta villa»[3].  

       Los jóvenes, tras el descubrimiento, prudentemente regresaron a casa pero imprudentemente informaron del hallazgo a su vecino Agustín de Bonilla que, codicioso, enseguida mostró interés por el asunto y les pidió le llevasen al lugar. Así sucedió y al llegar, tras comprobar que las piezas que contenía eran de oro, trató de espantar a los niños diciéndoles «que estaba allí un moro que llamaban Muza enterrado». Estos, asustados, salieron corriendo[4]. Después varios testigos afirmaron que por la tarde y noche del mismo domingo vieron a Agustín de Bonilla yendo y viniendo «de la parte donde estaba la mina», y al día siguiente se comprobó que, como era esperar, el cofre ya no estaba en su sitio

 
 Entre dos grandes rocas graníticas situadas en la cara norte de la Huerta del Aire se encontró el tesoro (aquí vista de las traseras de la plazuela de Santa María)


      Resulta que para sacar el cofre se habían realizado roturas en la propia muralla por lo que fueron llamados expertos y peritos en rompimientos de muros, un cerrajero y un maestro de carpintería, a fin de valorar los hechos. Estos se personaron en el lugar el día 14 de julio a las cinco de la tarde «por bajo de la huerta que llaman del Ayre, a la parte que mira al río y Puente Negrilla» y «entraron por debajo de una peña grande que hace cueva a dar a la parte donde está roto el muro y donde se dice estuvo un tesoro» y dijeron que en ese sitio se rompió antiguamente la muralla «y se hizo un nicho con su arco para ocultar alguna cosa y no ser vista sino con dificultad»

        Los peritos determinaron también que había evidencias de roturas recientes en ese espacio[5]. Fue sabido en Béjar los siguientes días que toda la familia Bonilla había ayudado a Agustín a sacar el tesoro y que este tenía amenazados a los que lo vieron, incluidos a los tres niños descubridores de él. Francisco García Guerrero, por ejemplo, había dicho que el padre y la mujer de Bonilla «le asieron del pescuezo diciendo le habían de matar si decía alguna cosa de la mina». Varias personas pasaron ante la justicia como testigos para resolver el caso y finalmente el corregidor, Juan Flores de Quiñones, mandó se apresara al acusado de sustraer el cofre «y puesto en la cárcel pública de esta villa […] notificando al alguacil  mayor, Jacinto de Herrera, le tenga preso y a buen recaudo»[6].
 
 Vista del muro sobre el que se asiento el casco antiguo por su cara norte


      La familia Bonilla pareció convertirse en experta en exhumar tesoros pues un hijo de Agustín, llamado igual que él, estuvo del mismo modo acusado de sacar otro cofre con joyas cerca de la fuente de la Tejera en 1712[7]. En el mismo legajo del archivo ducal que da cuenta de ello se relacionan otros tesoros escondidos en la sierra, otras detenciones y la búsqueda obsesiva que de ellos se hizo, lo que nos demuestra que a veces ciertas leyendas, tan aparentemente inverosímiles, se trasmutan en certezas.





[1] Archivo Histórico de la Nobleza, Osuna, C. 252, D.50: Autos judiciales del pleito de la justicia de Béjar contra Agustín de Bonilla por haber extraído un cofre con piezas de oro que encontró en los muros de la ciudad a las espaldas de las casas del duque.

[2] Colorino o colorín es el nombre popular con el que en ciertas zonas de España se conoce a los jilgueros.

[3] AHN Osuna, C.252, D.50, f. 1v y 2. La cruz aludida por los niños pudiera tratarse de la cruz procesional de la iglesia de San Juan, de finales del siglo XVI, descrita por DOMÍNGUEZ BLANCA, Roberto y CASCÓN MATAS, Carmen: «El arte en Béjar desde el medievo hasta 1900» en HERNÁNDEZ DÍAZ, José María y AVILÉS AMAT, Antonio: Historia de Béjar II, CEB, 2013, p. 546.

[4] La presencia de un ficticio moro Muza o de su tumba era la fórmula más efectiva entre los adultos para asustar a los niños.

[5] AHN Osuna, C.252, D.50, ff. 4 y 5.

[6] Ibídem, ff. 9v y 10.


[7] AHN, Osuna, C.252, D.49: Mina o tesoro en la sierra de esta villa. Por fuente de la Tejera debe entenderse la actual fuente de la Tejerilla, en las cuestas del río y tras la iglesia de Santa María.

16 comentarios:

  1. Posiblemente tesoros de los judíos que deberieron salir deprisa, expulsados de la ciudad y que escondieron sus riquezas pensando en volver algún día.
    En estos documentos se deja ver el poder que tenía el Duque, ya que pasó a ser de su propiedad y no se menciona que los niños fueran recompensados.
    Un documento que yo ya conocía y que me produce un especial interés.

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  2. Interesantes documentos sobre los que puede montarse un sinfín de imaginativas historias.
    Un abrazo,

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  3. Lo que puede guardar cada rincón de cada ciudad...Verdad o leyenda, tiene su encanto.

    Besos

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  4. Tal como nos comentas algunos documentos pueden hacer cierto algunas de las leyendas o al menos en parte.
    Nos hablas de una huerta del aire si no recuerdo mal junto al palacio ducal hay una puerta con ese nombre.
    Sobre lo que comentas en mi blog sobre las catedrales de Plasencia en el interior no dejaban hacer fotos así que no tengo muestras del interior.

    Saludos.

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  5. Me encanta las leyendas, ya que la fantasía popular siempre las impregna de curiosidades y romanticismo.
    Un saludo.

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  6. Siempre hay un misterio cuando se derumba un muro así que en cada rincón de una casa.
    Bonita leyenda, un abrazo.

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  7. Me ha encantado todo lo que nos cuentas sobre esos túneles existentes bajo el subsuelo del palacio ducal y la leyenda del moro Muza, de alguna forma el tal Bonilla tenía que espantar a esos niños para hacerse con el tesoro.
    En cuanto a tu comentario, sí sabía que El Capricho había sido, años atrás, un restaurante.
    Al morir Máximo, el palacete lo heredó su hermana y debió de venderlo más tarde o sus descendientes.
    Actualmente está abierto al público y se mantiene en buenas condiciones gracias a lo que cobran por las entradas.
    Cariños.
    kasioles

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  8. ·.
    Hechos reales o leyendas ya son parte de nuestro patrimonio cultural y como tales habremos de conservarlos. Estupendo trabajo. Me ha permitido situar al Moro Muza, de mi niñez.
    Un abrazo

    LMA · & · CR

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  9. Que maravilla conocer mas de esto
    Besos

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  10. En la mayoría de los casos siempre nos quedarán las dudas, pero... qué atractivas son las leyendas.
    Un saludo.

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  11. Posiblemente no sean ciertas, o sí, pero son bonitas de escuchar. Son como la pizca de sal de los tiempos pasados.
    Saludos.

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  12. Qué buen texto. Para mí doblemente interesante porque al "Moro Musa" como se le llamaba aquí, era un personaje recurrente a la hora de reñir a los niños: "Eso le lo pides al Moro Musa", "A ver si viene el Moro Musa y te vas a enterar" "A dormir, que si no, vendrá el Moro Musa". Una especie de Fraile Motilón. Saludos.

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  13. Con respecto a tu pregunta de la exposición fue en Alicante pero ya se ha terminado, creo que se hablaba ahora en Valencia, que tengas un buen día.

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  14. Buen trabajo y curiosamente sin haberlo leído antes, he publicado una parte del protocolo en la página de Facebook :La Garganta. Enhorabuena por contarnos esta historia tan interesante.

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  15. Me alegra ¡ Muchisimo! Conocer este escrito. Soy muy dada a la fantasía, y esto entre realidad y ficción ¡ Me encanta! Desde niña, he oído grandes historias a mi alrededor, y he soñado con esos túneles. Con mis amigas bajaba los hasta el Franco del diablo, buscando cuevas y pasadizos ¡ Gracias Carmen por compartir

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"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo." Óscar Wilde.