Autores: Alberto Bravo Martín y Carmen Cascón Matas
No nos debe parecer extraño que el Duque de Béjar apoyara desde el inicio del conflicto sucesorio a Felipe
V (salvo con su breve desafección tras la toma aliada de Madrid en 1706),
pues la monarquía borbónica apoyaba un
modelo de economía intervencionista mercantilista basada en la potenciación de
las fábricas reales y el incentivo de las privadas a través de exenciones y
privilegios, como ya había sucedido en Francia durante el reinado de su
abuelo Luis XIV[1].
Don Juan Manuel II aprovechará esta situación promoviendo el proceso manufacturero en sus numerosos estados como
ya vimos, aunque siempre como un señor
paternalista intentando buscar la mejora de sus estados. Siguió contratando
a maestros extranjeros para que se
asentaran en Béjar con el fin de enseñar a los naturales tanto en la
fabricación de paño fino y tintado de las piezas de lana como al cultivo y
manufactura del lino al estilo flamenco[2].
El objetivo primordial se acabó cumpliendo
pues a partir del primer tercio del siglo XVIII numerosos bejaranos se lanzaron a la aventura de la fabricación de
paños, al principio tímidamente, dedicándose solamente a una fase del
proceso productivo para luego crear
obradores de mediano tamaño que fueron la base de la industria pañera del siglo
XIX. Además numerosas familias naturales de la Villa acabaron matrimoniando
con los propios maestros extranjeros, produciéndose una mezcla de sangres que
se puede rastrear en algunos apellidos perdurables hasta la actualidad[3].
Por otro lado, el Duque era el principal
suministrador de lana para los obradores, así como la persona que establecía
los precios de venta de los tejidos y las medidas standard de las piezas[4].